A muchas nos está costando sobreponernos estos días a las brutales noticias sobre el juicio a los más de setenta violadores que abusaron durante años de una mujer drogada y expuesta por su propio marido. Cada dato es más espeluznante que el anterior y los medios no siempre aciertan con el enfoque y la manera de tratarlo. La mayoría abusan de los detalles morbosos y caen en estereotipos que estigmatizan aún más a una mujer que se merece todo nuestro respeto y apoyo. En los casos sobre violencia contra las mujeres, la forma de comunicar resulta clave para que la ciudadanía entienda cuál es el problema y cómo solucionarlo. No caer en el morbo, elegir correctamente el sujeto y predicado e incluir análisis sobre las posibles causas es una praxis de obligado cumplimiento para cualquier profesional que quiera informar sobre violencia de género.
El sujeto debe ser siempre el agresor
Si algo nos enseñaron las clases de sintaxis en el colegio, es la importancia de diferenciar entre sujeto y predicado. El sujeto es quien realiza la acción y en este caso es a quien se está juzgando. Por lo tanto, Dominique Pélicot y los hombres que violaron deben ser los sujetos de los titulares y de las acciones principales. Es a ellos a quienes estamos señalando. Muchos medios ponen a la mujer víctima de los abusos como sujeto de lo que está ocurriendo, invisibilizando a los causantes o situándolos en un segundo plano. Este es uno de los mayores errores cuando se habla de violencia contra las mujeres, ya que se hace responsable de las acciones a la propia víctima y no a la persona que agrede. El que mata, abusa o maltrata es quien tiene que ser señalado con el dedo. En lugar de afirmar: “Gisèle Pélicot fue violada por decenas de hombres” es preferible indicar: “Decenas de hombres violaron a Gisèle Pélicot”. Uno de los peores titulares que se han escrito en este sentido, ha sido el del periódico inglés The Telegraph que tituló: “Wife takes public revenge on men who raped her every night on husband’s orders” (Una mujer se venga públicamente de los hombres que la violaron cada noche según las órdenes de su marido). Este titular no solo pone de sujeto a la víctima, sino que perjudica su imagen utilizando un verbo que la retrata como malvada y vengativa.
Hay muchos periódicos redactando noticias sobre la hija, la nuera y los nietos del agresor en lugar de centrarse en el hombre y lo que ha hecho, que es lo que hay que denunciar. Las mujeres que sufren violencia quedan retratadas como víctimas en los medios y, en cualquier búsqueda que se haga de ellas, aparecerán esos titulares que seguirán estigmatizándolas en lugar de ser reconocidas por su trabajo y sus logros personales. Esto es aplicable también a las imágenes que se eligen para ilustrar los artículos. Sería más conveniente retratar y visibilizar a los agresores que a las víctimas. Cada vez que elegimos difundir la imagen de una mujer agredida, estamos reforzando la idea de debilidad asociada a la figura femenina, al tiempo que reducimos la de agresor en la masculina.
El comportamiento es lo monstruoso
Muchos medios han bautizado a Dominique Pélicot como un “monstruo”, un ser anómalo que presenta una alteración en su conducta provocando un daño. Hacer esta declaración lo sitúa en un lugar inusual cuando estamos comprobando que muchos hombres han apoyado y participado durante años de esta barbaridad. ¿Acaso los más de setenta hombres que violaron a esa mujer no son también monstruosos? ¿Y los hombres que durante nueve años leyeron ese anuncio y no lo denunciaron? ¿Y quienes compartían imágenes de sexo sin el conocimiento de las mujeres en esa misma página web? ¿Y los dueños y administradores del sitio que alojaba esos foros? Las cuentas no salen para tratarse de un comportamiento fuera de lo normal. Tanto Dominique Pélicot como el resto de los hombres que han participado de esta agresión tienen un comportamiento monstruoso, pero no son una excepción, son hombres considerados normales para todo su entorno. Tienen hijas, hermanas, madres y amigas que les considerarán buenas personas y hasta les describirían como cariñosos.
Visibilizar las causas
Otro de los grandes errores de los medios de comunicación al hablar de casos de violencia contra las mujeres es centrarse en los detalles morbosos en lugar de hablar de las causas que han llevado a esos hombres a cometer los delitos. Se malgastan, ya no solo titulares, sino artículos enteros, ofreciendo todo tipo de adjetivos y descripciones pormenorizadas de los aspectos más escabrosos, detalles secundarios que apelan a la emoción e impiden comprender el suceso desde la razón. Es importantísimo incluir alguna reflexión que permita a la ciudadanía identificar cuáles son los posibles detonantes que conducen a los hombres a cometer estos actos para poder evitarlos. Hablar, por ejemplo, de cómo la pornografía normaliza que las mujeres sean vistas solo como cuerpos y no como seres completos; cuerpos despojados de su voluntad a los que se humilla y maltrata como forma de placer. Y de cómo este relato distorsionado de la sexualidad genera una falta brutal de empatía. Si nos quedamos en el espectáculo sin indagar ni proponer alternativas, estaremos banalizando el caso, convirtiéndolo en un producto de entretenimiento. La misión de los medios es informar pero, además, tienen la posibilidad de contribuir a que estos actos de violencia contra las mujeres dejen de pasar.