Opinión

Primavera en invierno en Siria y sin abrigo

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Bachar el Asad ha caído y ahora la prioridad debe ser evitar un vacío de poder que derive en caos. La dictadura sanguinaria de la familia El Asad en Siria ha terminado hace unos días después de medio siglo y dos generaciones en el poder. El régimen ha caído en 11 días y el dictador junto con su familia ha podido escapar a través de unos túneles secretos del lujoso palacio presidencial.

Ni siquiera los rebeldes que han conseguido su derrocamiento calculaban que esto pudiese ocurrir. pero ha ocurrido. Era vox populi que la situación económica era mala y que las condiciones de vida de la población, lejos de mejorar cada año, empeoraban más. La población tenía un enfrentamiento constante con los gobernantes por corruptos, ineficientes y principalmente represores violentos contra la disidencia.

Además, no ha habido combate sino renuncia de su ejército a luchar, un ejército muy tocado y mal pagado que ha renunciado al enfrentamiento. Pero lo que está pasando en Siria hasta hace unos días tan solo era el sueño de unos. Semanas después de que se iniciasen las revueltas de la Primavera Árabe, el presidente sirio dijo en más de una ocasión que los dirigentes árabes tendrían que conseguir más prosperidad económica y política para sus pueblos. Sin embargo, él no se aplicó el consejo y ha dejado a un pueblo pobre, oprimido y en los peores casos torturados.

Mi experiencia en Siria

La imagen de Bachar el Asad ha desaparecido de todas las calles y sus estatuas, como pasó en Irak en el año 2003 durante la segunda guerra del Golfo con Sadam Hussein, han sido literalmente destruidas. Yo estuve en la caída de Sadam Hussein y la imagen de las estatuas de piedra completamente destrozadas impresiona.

Conozco bien Siria y por eso quiero escribir esta crónica después de hablar con algún amigo sirio que todavía conservo. Durante todos los viajes que durante una larga temporada hice por Oriente Próximo y el norte de África, probablemente Siria era mi espacio de paz. Después de numerosos viajes a Gaza o a Líbano, donde entrevistaba a grupos que figuran en las listas de terrorismo de la Unión Europea y EEUU, Damasco era un sitio de disfrute y de tranquilidad.

La inseguridad desaparecía en la plaza de Damasco y la vida discurría con más normalidad que en otros sitios. Conocí gente culta, cultivada y con ganas de progresar. Rusia apoyaba a El Asad y el país con muchas desigualdades económicas se mantenía en calma por la dictadura de Hezbolá, que mantenía su red clientelar y porque el dictador sirio coronaba su liderazgo haciendo equipo con un enemigo en común: Israel y su ocupación de los territorios árabes incluidos los Altos del Golán sirios.

Interrogantes sobre interrogantes

Ya en el año 2011 se incrementó el despliegue de seguridad que abortaba los intentos de manifestaciones pacíficas en Damasco, pero nada hacía prever que, muchos años después, un régimen tan fuerte desaparecía en menos de dos semanas. Por eso, ahora cuando hablas con Siria es palpable la alegría pero también la incertidumbre de lo que puede venir a partir de ahora. El entusiasmo que se palpa en el país por la caída de El Asad va acompañada de muchas cautelas sobre el futuro a corto plazo.

A lo que me refiero —y así lo recuerdan los sirios— es que no sería la primera vez que el mundo prácticamente en su totalidad celebra el fin de un sátrapa árabe sin ningún plan para garantizar la paz. ¿Hay abrigo para esta primavera que ha llegado a los sirios en invierno?

La realidad es que nadie tiene la seguridad de lo que está por venir sea un proceso ordenado e incluso pacífico. En las próximas semanas veremos qué significado tiene que el primer ministro sirio haya tendido la mano a los rebeldes para desarrollar un nuevo Gobierno. Libia e Irak se hundieron y siguen hundidos porque nadie les tejió un abrigo.

La necesidad de interlocución

Hay que saber gestionar la pluralidad social que tiene Siria con la pluralidad confesional y étnica del país. Y esto es materia delicada. Los combatientes rebeldes intentan poner orden en un país donde el ejército que ha impuesto su ley durante medio siglo no da señales de vida.

Escucho y leo a los corresponsales de los medios de comunicación que han logrado acceder a la zona y describen puestos militares de control en la carretera de la frontera con Líbano a Damasco completamente vacíos. Y cerca de la frontera el Duty free en el que tantas veces he estado ha sido completamente saqueado. Solo quedan cerveza, botellas de whsiky, vodka y arak (una especie de anís típico) tirados por el suelo. Y no nos olvidemos de quienes son estos rebeldes. Como me recordaba esta semana en La Mirada Crítica el periodista y corresponsal de guerra Antonio Pampliega que estuvo 299 días secuestrado “ellos fueron los que me secuestraron Ana”.

Ahora todos los expertos coinciden en que si hay líderes entre los rebeldes dispuestos a un diálogo que construya tienen que ser identificados a la mayor brevedad posible. El recelo y la confrontación de otros periodos pasados entre las diferentes milicias y grupos aún existe y los intentos de unidad dependen de la postura que adopten las milicias apoyadas por Ankara. Por eso Turquía y Qatar que tienen capacidad de interlocución deben ejercerla para que sea realmente el final de El Asad y el comienzo de la reconstrucción siria.

Una fría primavera

Y no nos olvidemos de los refugiados porque otro de los aspectos que van a determinar el futuro más inmediato es el regreso de los 5,5 millones de refugiados y los otros siete millones de desplazados, en total el 60% de la población. Ankara ha reabierto los pasos fronterizos para que retornen a su patria pero advierte de que quien cruce no podrá regresar. Cientos de refugiados sirios en Turquía han emprendido el regreso sin marcha atrás. Y esto también asusta.

Demasiado riesgo ante tanto caos, desorden e inseguridad. Ojalá haya abrigo para este fría primavera.