Nadie duda ya que son los premios del año por excelencia. Unos premios que se han consolidado a lo largo del tiempo por la seriedad, internacionalización, propósito y elegancia de los mismos. Unos premios acordes a una sociedad avanzada, que progresa y que deja tras de sí una gran marca de país. El pasado 25 de octubre, Oviedo volvió a ser el epicentro de la cultura, la moda y la emoción durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2024. Un evento que no solo celebra los logros excepcionales en diversas disciplinas, sino que también se ha convertido en un escaparate de estilo y elegancia de prácticamente todos sus asistentes. Invitados, realeza y los galardonados brillaron un año más, tanto por sus aportaciones a la sociedad como por su sobrio y sofisticado dress code, poniendo en valor que el estilo puede ser el vehículo perfecto para acompañar y reforzar mensajes trascendentales.
La Reina Letizia, como es habitual, optó por un estilo discreto pero sofisticado, en el que cada detalle fue seleccionado cuidadosamente para proyectar esa elegancia sin ostentación que tanto le caracteriza. Ya sabemos, no obstante, que nada se deja al azar en su puesta en escena, gracias al magnífico trabajo que lleva años realizando su estilista Eva Fernández y que ella sabe lucir tan bien. Un trabajo que le ha permitido encontrar un estilo propio donde sentirse cómoda y brillante en cada aparición pública, independientemente del grado de protocolo y siempre aplaudido por la inmensa mayoría. Vestida con un conjunto en tonos neutros, reflejaba una vez más su sentido de responsabilidad en un evento de esta magnitud, demostrando que la discreción contenida es el nuevo lujo y siendo al mismo tiempo una gran anfitriona de unos premios que nadie puede dudar están inmensamente ligados y comprometidos a ella, por muchísimos motivos. Su presencia fue, una vez más, brillante, sobria e indudablemente imponente.
Leonor, heredera de la Corona y actual Princesa de Asturias, empieza a demostrar cada vez más una evolución en su estilo, encontrando poco a poco esas líneas que mejor le favorecen, como sin duda son los impecables trajes sastre, que en este tipo de eventos son capaces de reflejar su creciente madurez sin perder la frescura de su juventud y sin alejarse de la formalidad. Su presencia es cada vez más inspiradora y parece estar marcando un acertado camino que fusiona la tradición con la contemporaneidad.
Dejando la parte de estilo como tal a un lado, entre los asistentes, Joan Manuel Serrat, con gran contundencia y sensibilidad en sus palabras. Su aplaudido discurso habló de la importancia de la poesía, la libertad y la música en tiempos turbulentos. “La música no es un mero entretenimiento; es la banda sonora de nuestra resistencia”, afirmó, una frase que resonó profundamente en el público. Serrat recordó que el arte tiene un poder transformador y que en tiempos de incertidumbre, el consuelo y la esperanza que proporciona son esenciales. Sus palabras tuvieron un efecto palpable entre los presentes, quienes se levantaron en aplauso en más de una ocasión, especialmente tras su mensaje reivindicativo
incidiendo en que debemos posicionarnos y actuar de una vez ante las grandes injusticias que estamos viviendo a nuestro al rededor. Y eso también denota y es tener estilo, que no se nos olvide.
Otro de los momentos más emotivos de la noche fue protagonizado por la madre de Carolina Marín, otra de las galardonadas, al ver a su hija recoger el premio después de todo lo acontecido los últimos meses y su momento de mala suerte vivido durante los Juegos Olímpicos que, sin embargo, parece empieza a darse la vuelta. Las lágrimas de orgullo y emoción se hicieron presentes en su rostro, recordándonos la importancia de sentir y expresar nuestras emociones en un mundo que a menudo nos exige dureza y demasiado saber estar. Bonito recordatorio de que la vulnerabilidad es una de las cualidades más poderosas que tenemos y que mostrarla denota tener un gran y genuino estilo.
Podríamos acabar afirmando que, año tras año, la ceremonia de los Premios Princesa de Asturias acaba por convertirse en una gran mezcla de estilo, elegancia y profundidad emocional, de esa que tanta falta nos hace hoy en día. La moda y el estilo que se respiran tal día, lejos de opacar en ningún momento el propósito del evento, acaban por convertirse en grandes aliados y en el perfecto complemento capaz de realzar la solemnidad y dignidad de la ocasión. La combinación de elegancia estética, profundidad en los discursos y emociones, acaban por proyectar e interiorizar un mensaje contundente: el verdadero lujo reside en ser fieles a nuestros valores y tener siempre la valentía de expresar lo que sentimos. Así, estos premios no solo celebran la excelencia, sino que premian y nos inspiran a todos a vivir con autenticidad, auténtico estilo de vida y sensibilidad, siendo capaces de perseguir ese impacto social positivo en nuestras acciones cotidianas.