Opinión

Por tierras de Carmen de Burgos

Cristina López Barrios
Actualizado: h
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Esta semana el trabajo me ha llevado hasta Almería. No conocía esta tierra que ya me enamoró desde el avión, con la vista de su extensa playa y sus aguas cristalinas. Pero fue bajar por la escalerilla, nada de finger, a pie de pista como una actriz de cine de los cuarenta, y maravillarme su luz límpida que invita a quedarse o a volver. Es esa claridad que te arranca una sonrisa.

Ya desde el coche, camino de la ciudad, la vista se pierde en las aguas del Mediterráneo con el Cabo de Gata al fondo, un paisaje que se adivina único, silencioso, mágico. Tiene Almería y las suaves colinas que la rodean, un color cálido, el de la piedra caliza que se encuentra en muchas de las casas de la ciudad, y palmeras datileras y ficus centenarios en sus calles que le dan ese sabor señorial y exótico a un tiempo. Tiene además una alcazaba con ese aire moruno en lo alto de una loma árida, que se ve desde varios puntos de la ciudad. Y una catedral fortaleza de piedra arenisca de color amarillento, rojizo, ocre que bien merece una visita, y un paseo marítimo que lleva el nombre de una almeriense ilustre: Carmen de Burgos, de quien quería hablarles hoy, además de la belleza de su tierra.

Una mujer que trascendió las fronteras de su tiempo y dejó un legado imperecedero. Ella fue la primera mujer que escribió una columna de opinión diaria en un periódico, Diario universal, en 1903, con el seudónimo de Colombine y después, en 1909, en el Heraldo de Madrid. Fue absoluta pionera en la lucha por la igualdad de las mujeres en la España de finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, fallece en 1932.

Es la gran figura femenina de la literatura de la época.  Escritora, periodista, conferenciante, editora de una revista literaria y sufragista, pidió en campañas periodísticas el voto para las mujeres y el divorcio, elaborando un ideario feminista y progresista para su época que plasmó en sus artículos y ensayos. La historia también la recuerda como la primera reportera de guerra en España. Se trasladó a Marruecos en 1909 para cubrir la guerra de Melilla. Hay una fotografía emblemática donde aparece con sombrero y vestimenta de época, rodeada por un grupo de oficiales y soldados de artillería.

La Biblioteca Nacional rinde homenaje a su legado con una exposición que os recomiendo visitar, abierta hasta el 2 de marzo. Allí, entre fotografías, documentos y cuadros, uno pintado por Julio Romero de Torres, ya saben que dice el famoso pasodoble que pintó a la mujer morena, se despliega la magnitud de su obra: novelas, cuentos, ensayos, artículos, libros de viajes… porque también fue una viajera incansable que visitó Europa y varios países de Latinoamérica. Un recorrido fascinante por la vida de una mujer que nunca se conformó con los límites que le imponía su tiempo, sino que los rompió con determinación y creatividad a través de la palabra y el compromiso.  Recuperar su figura y entender su legado no es solo un acto de justicia histórica, es también una invitación a seguir luchando por lo que aún queda por conquistar.

Les cito sus palabras: “la causa de todas las mujeres, cualesquiera que sean las divisiones de patria o raza, no es más que una, como solo es una la justicia para la humanidad”.

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