Opinión

Pablo, ¿quién te asesora?

Pablo Motos y David Broncano son los líderes de 'El Hormiguero' y 'La Revuelta'
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Pablo Motos ha colocado a David Broncano en el Olimpo de la televisión con su referencia en prime time a la polémica suscitada por este, cuando informó de un supuesto sabotaje ejercido por El Hormiguero para evitar que el piloto Jorge Martín apareciera en La Revuelta.

La verdad es que los de La Revuelta ni siquiera necesitaban esa ayuda, y eso que la tensión les ha acompañado incluso antes de llegar a RTVE. Su aterrizaje en la televisión pública, en términos de audiencia, es lo mejor que le ha pasado en los últimos años a la emisora financiada por todos los españoles, sólo comparable al éxito de Eurovisión, pero es de justicia recordar que fue una apuesta personal de José Pablo López, a quien dicha contratación le costó el puesto. A pesar de ello, La Revuelta fue aprobada por el consejo de administración de RTVE y desde su emisión y hasta el lunes pasado, la rivalidad televisiva con El Hormiguero se había leído como una emocionante competición, con adelantos por ajustadísimas décimas de share y una oferta de dos modelos audiovisuales que han hecho las delicias de los conocedores del medio.

A veces, la mejor estrategia ante una crítica o acusación es ignorarla. Sin embargo, Motos ha interpretado la declaración de Broncano de la semana pasada como una agresión y ha respondido como un animal herido, sin pensar.

El alma mater de El Hormiguero ha acumulado ciertas críticas en los últimos años, desde comentarios públicos cuestionables hasta actitudes que han generado rechazo en parte de la audiencia. El incidente con Jorge Martín le brindaba a Pablo Motos una oportunidad de redirigir la narrativa, de generar contenidos creativos que respondieran subliminalmente, de jugar y divertir al público. Lo esperábamos. Un gesto magnánimo, elegante y que demostrara talento audiovisual. Habría sido una genialidad. Pero decidió escoger el camino más yermo, el de la victimización. Y por muy legítimo que así lo sienta, intentar persuadir a la audiencia de que se es víctima cuando se goza de una posición privilegiada, es un movimiento con pocas probabilidades de éxito.

Lo que podía haber sido una rivalidad de talentos, en manos de Pablo Motos se convierte en tema de conspiranoia. Motos intenta mantener su autoridad atacando al gobierno, interpretando los hechos como una cortina de humo gubernamental.

Pero pretender que ante un hecho notorio como el que genera Broncano con su declaración pública en el programa revelación de la temporada, no se le dediquen muchos minutos en los programas de una de las cadenas afectadas, es desconocer el ADN del audiovisual de las últimas décadas. Cuando un fenómeno es novedoso, encima se torna viral y, además, implica a uno o varios personajes mediáticos, todos los programas se lanzarán a por él. Lo haría El Hormiguero si no fuera parte afectada. Que los informativos lo cubran es natural, porque lo contrario los haría quedar descolgados de los temas de interés general. Es cierto que se encumbró el tema a titulares, lo cual es más cuestionable, pero deducir de ello que se ha tratado el tema como un asunto de estado, no se ajusta a la realidad. Claramente, no todos los temas que se destacan en un sumario son cuestiones de estado. Todo esto que les cuento Pablo Motos lo sabe, es un gran profesional con décadas de experiencia. Ocurre que el único argumento que encuentra a su alcance para devolver la pulla es el de declararse víctima a gran escala.

Mientras tanto, Broncano y su equipo, con su estilo fresco y sarcástico, siguen haciendo reír y siguen retando a Motos desde un lugar que denota mayor humildad y conecta con las nuevas generaciones.

El error no ha sido sólo darle notoriedad a La Revuelta, que es casi como regalarle publicidad gratuita, sino hacerlo en términos de polarización ante un público, eminentemente joven, que ha nacido ya con el descrédito de la política y de los medios. La televisión no solo vive de audiencia, sino también de reputaciones, y Motos ha perdido una ocasión de mejorar la suya y la de su programa. Me pregunto quién le asesora.

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