Carlos Mazón ha conseguido, lo que no han logrado todavía algunos de los barones populares: garantizarse el apoyo de Vox a los presupuestos de su comunidad y obtener oxígeno para seguir al frente de la Generalitat. Cuando más delicada parecía su situación, cuando ya hasta Feijóo había criticado públicamente su gestión, cuando estaba al borde del precipicio, el político alicantino se ha sacado un as de la manga y ha presentado lo que llamado “los presupuestos de la reconstrucción”.
No sabemos si esa reconstrucción a la que se refiere es la de su comunidad o la suya propia, aunque, si lo primero se antoja difícil, lo segundo parece imposible. A estas alturas de la política, Mazón tendrá la potestas para seguir en la Generalitat, pero no la auctoritas para liderar a la sociedad valenciana, porque no puede anunciar la “reparación moral” de los afectados aquel que todavía no ha explicado de manera convincente dónde estuvo las horas claves previas a la catástrofe.
Para sacar adelante sus presupuestos, Mazón no ha dudado en criticar la “aplicación extremista del Pacto Verde europeo” y el dogmatismo climático y ha anunciado que no aceptará ni un inmigrante ilegal más. Es más, buscará, ha dicho, la fórmula legal para que los menores no acompañados vuelvan con sus familias. Lo que olvida, quizá, el presidente de la Generalitat es que su gobierno no tiene la competencia en esta materia. Todavía no sabemos cómo se va a concretar todo esto en las cuentas públicas autonómicas, pero sí sabemos lo que ha exigido Vox: entre otras cosas, eliminar las subvenciones a ONGs que favorezcan la inmigración ilegal y a todo lo que tenga que ver con la agenda 2030, también las subvenciones a entidades propalestinas, y a la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, reducir las subvenciones a sindicatos y “chiringuitos ideológicos y de igualdad”, y suprimir las partidas sobre Memoria Histórica que no sean estrictamente necesarias.
La losa de las encuestas
Génova ha asegurado que eran conocedores de estas negociaciones desde hace semanas e insisten en la importancia de aprobar unos presupuestos que sirvan para la reconstrucción de la comunidad. Desde la dirección nacional reiteran que sus principios no han cambiado, pero lo cierto es que Carlos Mazón, lo ha vuelto a hacer: ha mirado por sus propios intereses aun sabiendo que su continuidad al frente de la Generalitat lastra al PP, lo ha venido haciendo desde la dana, y lo seguirá haciendo mientras continúe ocupando la presidencia, como ya han demostrado las últimas encuestas publicadas.
Después de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023, Mazón fue el primero en anunciar un pacto de gobierno con Vox, sin tener en cuenta que el líder de su partido estaba ya en precampaña de las generales. Su anuncio dio munición a un Pedro Sánchez que, advirtiendo de la inminente llegada al poder del tándem Feijóo-Abascal, consiguió movilizar a una parte del electorado que acabó posibilitando que siguiera en Moncloa.
Los partidos de izquierda se apresuraron ayer a tildar de “racista” y “negacionista” el acuerdo entre PP y Vox, un racismo, que, no ven sin embargo en la cesión de las competencias de inmigración a Cataluña, o en el miedo mostrado por Otegi cuando aseguró que los inmigrantes diluyen la identidad nacional vasca. Pero me atrevo a aventurar que, en todo esto, el PSOE y Mazón cogerán oxígeno, pero Feijóo tendrá que aguantar la respiración y tragar de nuevo, a costa de ver limitadas sus aspiraciones de llegar a la Moncloa sin depender de Abascal.