Opinión

Orgullo vieja

María Jesús Güemes
Actualizado: h
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Soy una señora moderna. Podría ser el título de una canción o el mensaje perfecto para lucir en una camiseta, pero es una declaración de principios. En una entrevista en El País, Karmelo C. Iribarren decía que “no queremos ser viejos, pero sí llegar a viejos”. Para mí, el paso del tiempo es un logro absoluto. Otro poeta, Ángel González, supo resumir muy bien lo que cuesta con un par de versos: “Para vivir un año es necesario/morirse muchas veces mucho”.

Hace unos días una amiga del trabajo me comentó que se iba a infiltrar ácido hialurónico para borrarse las ojeras. Tiene 23 años, así que me fue difícil comprender qué era exactamente lo que quería hacer desaparecer de su rostro. Luego me mostró fotos del antes y después. Realmente se notaba, aunque yo la veía guapa de las dos maneras. Sólo hay que envejecer para comprender que una de joven es divina con todas sus imperfecciones.

Las mujeres llevamos muy mal eso de hacernos mayores. Hay que combatir estereotipos y, sobre todo, multitud de complejos que se arrastran desde la infancia. Un hombre no necesita conservar su belleza. Sin embargo, nosotras confiamos en retenerla gracias a fórmulas poco milagrosas.

Además, esta sociedad sufre de midorexia. A veces, llevada a extremos como el caso del multimillonario Bryan Johnson que ha vuelto a ser noticia por meter a su hijo y a su padre en su proceso de rejuvenecimiento con un intercambio de plasma multigeneracional.

Este es el afán de muchos, que se aviva con las críticas. Ahora mismo nadie se corta a la hora de hacer a los demás una ITV física. Aunque la mayor censura es la propia delante del espejo. Lamentablemente hacemos dietas y ejercicio para gustar a los demás, pero no por estar sanas que es lo realmente importante.

En Ikigai, Héctor García y Francesc Miralles cuentan que hay formas de luchar contra esta situación. Destacan que “las personas longevas comparten dos actitudes vitales comunes y determinantes: el positivismo y una expresividad emocional elevada”.

Para este libro, los autores realizaron varias entrevistas a unos japoneses centenarios de Ogimi, una aldea situada al norte de Okinawa. Contaban que en todos ellos descubrían “una razón de ser”. Algunos compartieron que su secreto para ser dichosos era cultivar las amistades y mantener buenas rutinas. Hay una frase maravillosa: “Reírse, reírse es lo más importante. Allá donde voy, me río”. Es una gran recomendación. Sin duda, el optimismo ayuda más que una crema de noche. No te quita arrugas, pero una buena sonrisa las disimula.

Al ver a Bruce Springsteen en concierto consideré que un abuelo ya no es lo que era. Por supuesto, que sigue existiendo la entrañable figura del que se pasea con su bastón. Pero hasta ese va con vaqueros. Con las mujeres pasa otro tanto. Me identifico con las que llevan a sus nietos al parque en zapatillas de deporte. Aspiro a ser como ellas.

Según las proyecciones realizadas por el INE, de cara a 2033 habrá más de 12,3 millones de personas mayores. Muchas de ellas tendrán más energía que algunos jóvenes. La ropa, la alimentación y la estética hacen mucho. La actitud, todo. ¿Cuándo se puede decir que uno es viejo? ¿Por qué se emplea este término de forma peyorativa cuando es sinónimo de criterio y sabiduría? Este grupo de población suele lamentar que se le acuse de generar gastos y colapsar hospitales. Quiere cambiar la percepción social y reivindica su aportación.

Desde luego, en esta metamorfosis humana, comprendo y respeto que haya gente buscando la fuente de la eterna juventud. Pero me quedo con quien sabe digerir su edad, con quien espera la jubilación para divertirse, con quien saborea un buen plato sin sentirse culpable, con quien no se rinde ante la vida, con quien afronta las enfermedades como mejor puede, con quien se cuida para tratar de vivir en las mejores condiciones posibles y, por supuesto, con quien tiene una mirada que se fija en el interior.

Hay que tener mucha personalidad para dejarse el pelo con canas o ir por la calle sin una gota de maquillaje. A mí me cautivan todas las mujeres que hacen lo que les da la gana. El objetivo es convertirse en una anciana capaz de valorar cada segundo, manteniendo un espíritu inquieto. No hay que cambiar el que nos acompaña, sólo adaptarlo. Y para que no se me olvide, me han regalado una chapa en la que se puede leer ‘Orgullo vieja’. Es de una obra de teatro y sirve para recordarlo de cara al futuro. Se trata de un hecho destinado a ocurrir y si no sucede, mal vamos.