Conocí Venezuela a principios del año 2019. Estuve de enviada especial y durante tres semanas puede conocer, palpar y tomar el pulso a la endiablada situación en la que los venezolanos llevan inmersos muchos años. Vi un país potencialmente rico y a muchos ciudadanos cogiendo comida de la basura. Estuve en hospitales del régimen totalmente desabastecidos y en centros hospitalarios privados donde tampoco llegaban las medicinas demandadas por los pacientes.
Vi un país bombardeado con mucha desinformación y muchas mentiras de manera constante y una certeza de verdad común imposible de cuestionar que se lanzaba desde el poder y al que muchos venezolanos se agarraban como la única salida. Comprobé que a pesar de la ilusión por el cambio que representaba el opositor Juan Guaidó, un joven político que había sido nombrado presidente de la Asamblea Nacional, el efecto Maduro, la continuidad del dictador no estaba en peligro porque los militares estaban con Maduro. Venezuela es un cuartel y los militares no pueden derribar al régimen porque sencillamente ellos son el régimen.
Entonces en el año 2019 y ahora en el año 2025 los militares tienen el poder económico e institucional y al menos entonces no había ningún movimiento o señal que indicase un malestar generalizado en los cuarteles que apuntasen a una posibilidad de insurrección masiva.
Quizá por eso aunque Guaidó se autoproclamó presidente interino del país con el respaldo de Donald Trump en EEUU y de decenas de países de América y Europa, la Asamblea Constituyente controlado por el chavismo, le retiró su inmunidad, fue inhabilitado y aunque fue reelegido en paralelo por la Asamblea Nacional poco a poco fue perdiendo fuerza. La Unión Europea y la propia oposición dejaron de llamarlo presidente y a finales del 2022 una mayoría de partidos opositores decidió eliminar el “Gobierno interino”. Guaidó abandonó el país en abril del 2023, rumbo a Miami donde vive con su familia. Poco después de su marcha la Fiscalía emitió una orden de arresto en su contra.
Hoy viernes Nicolás Maduro tomará por tercera vez posesión como presidente tras haberse proclamado ganador de unas elecciones manchadas por fundadas sospechas de fraude. Maduro sabe que no ganó las elecciones y por eso el sucesor de Hugo Chávez se negó a enseñar las actas de los comicios del pasado 28 de julio para demostrar su “victoria” que finalmente va a ser adjudicada por un sistema judicial que está cooptado por el chavismo. Edmundo González el candidato opositor asilado en España desde septiembre ha prometido volver a Caracas para reivindicar su triunfo y asumir el cargo pero ¿ante quién va a tomar posesión González Urrutia? ¿Ante una Asamblea dominada por el oficialismo? ¿Ante un sistema de justicia que ha dictado una orden de captura en su contra?
La verdad es que aunque González logre llegar a Caracas no existe una institucionalidad dispuesta a reconocerlo como presidente. Todo lo demás es una fantasía tentadora porque el control omnipotente de las instituciones garantiza de entrada que Maduro pueda ser investido como presidente. Exactamente lo mismo que pasó en enero del 2019 cuando todos los medios de comunicación internacionales decidimos desplazarnos hasta Caracas porque el efecto Guaidó apuntaba aires de cambio que nunca llegaron.
La investidura abre una etapa llena de incógnitas en la que el aparato gubernamental ha lanzado ya una alerta de que está dispuesto a endurecer la represión. Después de las elecciones de julio las detenciones de opositores y activistas se han multiplicado. Esta semana las fuerzas de seguridad han lanzado una operación de intimidación a gran escala que ha acabado con el arresto de del yerno de González.
Todavía conservó amigos en la capital venezolana con lo que intentó a hablar en momentos puntuales como el de hoy. Por cierto, que como siempre pasa las comunicaciones son imposibles y es una odisea poder hablar por teléfono con ninguna persona residente en Venezuela. Pero con los que he podido hablar me cuentan que Caracas está militarizada y que a principios de esta semana los militares han repartido fusiles de asalto a civiles frente al palacio de Miraflores, que es la sede de la Presidencia. La retórica es belicista y el chavismo pretende lanzar un mensaje a la oposición, pero también a la comunidad internacional.
De hecho, aunque tanto Corina Machado como González Urrutia han mandado mensajes a los cuadros medios y bajos de militares instándoles a no reprimir las protestas y ponerse al lado del pueblo el estamento militar no ha terminado de despertar. Hay militares descontentos, incluso puede que estén hasta horrorizados ante el fraude y la violencia poselectoral que ha desatado Maduro.
De eso no hay duda. Incluso se han reportado deserciones y casos aislados de desobediencia. Pero esta tensión no es suficiente para que el chavismo civil pierda el apoyo del estamento castrense a corto plazo. Y esto tiene que ver con dos personas que ya en el año 2019 eran objetivo de los periodistas por la importancia que tenían dentro del régimen. Trabajan desde dentro y no se dejan ver mucho. Por un lado está el teniente ya retirado Diosdado Cabello, considerado el número 2 del régimen y el que controla los cuerpos militares de la revolución, conocidos como “colectivos”. Por otro lado, el general Padrino, una figura muy influyente en el chavismo dentro del intento de golpe contra Chávez en 2002 y que se mantiene en la cartera de Defensa contra viento y marea desde 2014.
La clave de todo es el miedo. La ciudadanía sabe que se enfrenta a un grupo de criminales que cuenta con el poder represivo de los paramilitares que Chávez creo. Yo he convivido con los colectivos y puedo afirmar que no tienen límites. Armados hasta los dientes y con dinero para comprar voluntades han creado un régimen clientelar que da de comer a muchos venezolanos.
Nicolás Maduro ha impuesto un régimen de terror que tiene completamente intimidado a la población. Probablemente sea fácil ser intimidado cuando no tienes otra opción de vida para salvar a tu familia que admitir el chantaje al que someten a los ciudadanos. En un momento como este, de máxima tensión, todos los ojos están puestos en el ejército, pero también en la población. Si se venciese el miedo y millones de venezolanos saliesen a la calle, la comunidad internacional creo que podría presionar más. Si no Venezuela perderá otra oportunidad en un futuro próximo. Ojalá el mundo entero pudiese celebrar una Venezuela sin Maduro.