Opinión

Odio

Trump
María Dabán
Actualizado: h
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Hace unos días, coincidiendo con el debate entre Donald Trump y Kamala Harris, Taylor Swift anunció en las redes sociales que apoyaría a la candidata demócrata en las próximas elecciones del mes de noviembre. Swift incluía también en su escrito el enlace para que sus seguidores pudieran registrarse como votantes (el sistema estadounidense exige en prácticamente todos los estados que los ciudadanos se registren para poder votar). Trump reaccionó advirtiendo que la artista pagaría en el mercado el apoyo a su contrincante, pero no fue más allá. En veinticuatro horas la cantante consiguió que cuatrocientos mil norteamericanos se registraran como votantes a través de ese enlace, y eso, en unas elecciones tan reñidas como las que se avecinan, hizo saltar las alarmas en el cuartel de los republicanos, así que Trump hizo de Trump y el domingo publicó en la plataforma Truth Social: “Odio a Taylor Swift”. Así, sin paños calientes.

Los analistas nunca han sabido calcular muy bien hasta qué punto el apoyo de una superestrella puede inclinar la balanza a favor o en contra de un partido político. El periódico The New York Times apuntaba hace unos días que el respaldo de Oprah Winfrey a Barak Obama le hizo conseguir un millón de votos en las primarias de 2008. En ese mismo diario la crítica B.D. McClay apuntaba irónicamente que, si los artistas influyeran tanto en los estadounidenses, un gran porcentaje sería cienciólogo y vegano.

El problema de esta forma de hacer política es que ya no se respeta al adversario, sino que se le insulta se le demoniza. Hasta el propio Elon Musk, un acérrimo defensor de los republicanos en estos comicios, ha añadido más leña al fuego diciéndole a Swift a través de su red social X: “Puedo darte un hijo y cuidarte los gatos”. No contento con esto, Musk, después de que detuvieran a un hombre por un supuesto nuevo intento de asesinato contra Trump, volvió a twittear; “Y nadie está tratando de asesinar a Biden/Kamala”.

Ray Cohn fue un abogado que ejerció de mano derecha del senador Joseph McCarthy durante su famosa Caza de Brujas, que no sólo persiguió a comunistas estadounidenses, sino también a homosexuales, a los que se señaló y expulsó de sus puestos gubernamentales en lo que se llamó Terror Lila. La serie Fellow Travelers refleja muy bien esa época. Pero, ironías de la vida, Cohn era también homosexual, aunque siempre lo negó, y acabó muriendo de SIDA en 1986. Cohn llegó a ser abogado de Trump, y a él le enseñó algunas de las máximas que guían al líder republicano en su forma de hacer negocios y política, entre otras la de “atacar, contraatacar, y nunca disculparse”. El abogado, además, fue un experto en manipular y amenazar a medios y periodistas.

El escritor norteamericano, Jerry Spinelo dijo en una ocasión que, “si aprendes a odiar a una o dos personas, pronto odiarás a millones de personas”. El odio llama al odio, llama a despreciar a los demás con visceralidad, alegrándose además de sus desgracias. Las redes son hoy día, la mejor plataforma para hacerlo, pero son los políticos los que, en la mayoría de los casos, alimentan este tipo de debates polarizándolo todo, construyendo muros donde no tiene por qué haberlos. Y esa forma de hacer política no es exclusiva de los norteamericanos. Hoy vamos a conocer los detalles del Plan de Acción por la Democracia del Gobierno que, apuesten si quieren, no buscará la honestidad de los medios y la defensa de los periodistas, sino el control de todos ellos. Es curioso, además, que esta iniciativa tenga lugar después de que El Confidencial haya publicado que el PSOE ultima en secreto una campaña contra jueces y periodistas para tapar el caso Begoña Gómez. El odio mueve los hilos de la nueva política. Maldita política.