Desde hace semanas, muchos telediarios y digitales abren con noticias sobre la crisis migratoria que se está viviendo en España y, en concreto, con la situación insostenible de los menores no acompañados que llegan a las costas de Canarias.
No es algo de estos días, ni de estos meses; es un asunto que lleva años sin resolverse, sin soluciones estructurales y acumulando parches inservibles que no solventan la emergencia.
En este punto, lo más adecuado sería reflexionar sobre si nos estamos haciendo las preguntas correctas.
El archipiélago canario no puede más, y los miembros de la coalición de Gobierno autonómico llevan meses diciéndolo alto y claro; pero no se les presta atención desde la península.
Hablemos de lo que sucede. Las islas llevan soportando la tensión de oleadas migratorias irregulares por el Atlántico desde hace muchos años. En los últimos años las llegadas son masivas, y en El Hierro se ha dado el caso de que en solo cuestión de semanas han recibido más personas que las que habitan en la propia isla.
¿Qué sucede con los menores que llegan desde las costas africanas? Pasan a ser responsabilidad, hasta su mayoría de edad, de los Cabildos insulares, que ya tienen su capacidad de acogida totalmente desbordada. Literalmente, no pueden más. Y no hablamos solo de espacio, sino de instalaciones, medios
económicos, recursos humanos…
Molesta ver cómo algunos, desde la península, ponen el foco en las condiciones de los centros de acogida de Canarias sin tomar en cuenta el colapso que sufre el archipiélago desde hace años. La realidad hay que contarla con todos sus epígrafes, y no solo con la crítica heredada de la política, que solo busca confrontar.
Las mafias aleccionan bien. No en pocos casos vemos que muchos migrantes, antes de llegar a Canarias, tiran su documentación al mar y mienten sobre su edad, para dificultar la su identificación y procedencia.
A nadie se nos escapa que el jugarse la vida en una barquita a través de un océano encendido es una decisión desesperada, ante una situación extrema. Pero nos preguntamos: ¿Qué pasa con las mafias que trafican con estas personas? ¿Por qué no se es más duro con ellas? ¿Quién gana con esta situación? ¿Quién hace la vista gorda?
El concepto de solidaridad, según quién lo abandera, se celebra o se condena. Resulta vergonzante que los socios del Gobierno de España (progresistas, todos, de toda la vida…) decidan que Cataluña no participa en el reparto porque eso, la solidaridad, sirve solo para pedir recursos para ti y someter al conjunto de la nación; no para ser corresponsable con la crisis migratoria.
Nuestro panorama político está revuelto por el reparto de solo 400 menores migrantes que han llegado a Canarias. Rupturas de pactos, por un lado; cambio de Ley de Extranjería, por el otro. Ruido político sin sentido.
El debate es mucho más amplio que los titulares fáciles. No se trata de repartir menores, sino de cómo hacer que no lleguen a nuestras costas menores que se juegan la vida en el mar. Se trata de que la política migratoria ha de ser común, que Europa tiene que implicarse, y que España ha de darse valor y pelear esto en Bruselas.
Habrá que ponerle el cascabel al gato en algún momento: luchar contra las mafias, dotar de medios a nuestras patrullas fronterizas, establecer mejores acuerdos con países terceros y realizar inversiones en origen, para que las personas no prefieran jugarse la vida en el mar a quedarse en su país.
Es un debate global, que no ha de ser la punta de lanza del conflicto político sino un ejemplo de compromiso entre España y Europa.
En las islas no se puede más, tampoco en Ceuta y Melilla. Los dirigentes locales y autonómicos lo llevan reclamando años, pero por alguna razón que se me escapa, no se avanza en soluciones concretas.
Está claro que no nos estamos planteando las preguntas correctas, y que nos tenemos que plantear otros enfoques. Responder por ejemplo a cómo podemos lograr que cada vez menos personas decidan jugarse la vida en una patera, o a quién le interesa que esta situación siga así.
Esto es geopolítica, y ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos. Nos ayudaría a todos un poco de claridad, de compromiso y de transparencia; pero mientras este asunto siga dando y quitando votos, nunca lo afrontaremos de verdad.