Ya hace más de treinta años de esa célebre frase de la política norteamericana “es la economía, estupido”, atribuida al estratega de campaña de Bill Clinton para recordarle a todo su equipo de campaña la importancia de los temas económicos frente a otras cuestiones. Por razones casi sospechosas, este consenso sobre la importancia de la economía en el debate político desapareció justo después de la crisis financiera de 2008, dándole paso a una batalla cultural en la que las cuestiones del comer, transversales en todos los públicos, fueron sustituidas por cuestiones identitarias. En este contexto, la izquierda abandonó a la clase trabajadora como sujeto político para refugiarse en lo que se ha llamado agenda woke. Este ciclo, del “estupidismo” anti económico, parece haber llegado a su fin con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca.
La clave para entender los contundentes resultados electorales en Estados Unidos está justamente en los primeros datos reportados por el “exit polls” desvelado por los medios de comunicación justo cuando cerraron las mesas de votación este martes. La primera lámina exponía estos datos sobre cómo sienten las personas que marchan las cosas en su país: Entusiasta 7%, Satisfecho 19%, Insatisfecho 43% y Molesto 29%. Tres de cada cuatro votantes estadounidenses están insatisfechos y molestos sobre la situación actual. Y cuando se pregunta directo por la economía casi 70% considera que va mal o muy mal, reconociendo la mayoría que están peor que antes.
El cambio
Imposible que el continuismo gane frente a un clima de opinión pública así, por eso todos los modelos predictivos basados en estas variables de percepción daban ganador a Trump desde mucho antes, no por ser Trump, sino por representar el cambio. De hecho la única vez que perdió Trump fue cuando no representaba el cambio porque aspiraba a su reelección. En cualquier caso lo que sí está claro es que perdió (otra vez) el status quo, y eso se debe a la crisis económica que los burócratas no quieren reconocer y que niegan con cifras sobre una supuesta bonanza que no compra la mayoría de la población.
Este es el verdadero caldo de cultivo de los populismos de todas las cepas y de las propuestas antisistemas que se abren paso en todo Occidente. La democracia está en riesgo porque la economía ya no funciona como antes y el capitalismo está en una crisis no declarada que empobrece cada día a la clase media y aumenta la brecha de desigualdad. Ya no existe la movilidad social del siglo pasado y el sueño americano consiste solo en pagar las cuentas y vivir al día. La clase media lucha para seguir siéndolo, sin saber de qué va a vivir en una vejez cada vez más prolongada pero también insostenible en lo económico. Y ni hablar del estrés de la obsolescencia profesional frente a esta nueva revolución tecnológica en la era de la inteligencia artificial.
Con la clase trabajadora
No es exagerado decir que Trump, como otras derechas en el mundo, ganó con el voto de la clase trabajadora. Mientras que la izquierda, en vez de hacérselo mirar, sigue enfrascada en hablar de bulos subestimando a los electores, a ese pueblo que no está conforme con el presente y quiere un cambio para mejorar su economía, porque como dijo James Carville hace más de treinta años, “es la economía, estúpido”.
En su primer discurso como candidato virtualmente ganador, Trump dijo que dejará a Estados Unidos en la mejor situación económica posible. Hoy nadie puede saber si lo hará y menos se puede saber a qué costo, sin embargo lo relevante es que ese sea de nuevo el marco del discurso político. Ojalá todas las ideologías que participan del juego democrático en Occidente se sumen cuanto antes a este ciclo y contribuyan a la construcción de planteamientos viables para mejorar la vida de las personas. Las democracias se sostienen con una clase media fuerte, por eso no sorprende que las democracias estén en crisis mientras que la clase media se empobrece. Los populismos siempre han existido y muchas veces el remedio es peor que la enfermedad, pero peor es negar la enfermedad, que por cierto no es la desinformación sino la crisis económica. Que Europa tome nota.