Opinión

Mujeres del Lyceum Club

Cristina López Barrios
Actualizado: h
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Hoy que se celebra el Día Internacional de la Mujer, me gustaría recordar a unas mujeres que fueron pioneras en su tiempo, el Madrid convulso de los primeros años treinta del siglo pasado. A alguna de ellas la he conocido documentándome para la escritura de mi última novela, como a la figurinista, pintora y escenógrafa: Victorina Durán, que formaba parte de un centro de efervescencia intelectual, artística, política y social: el Lyceum Club.

Fundado en 1926 por María de Maeztu, se trataba de un club, al estilo de los que había solo para hombres, como la Gran Peña localizado en la Gran Vía con ese aire inglés de chester de cuero y whisky en vaso labrado con aroma de puro, pero solo femenino. Uno de los pilares del Lyceum fueron sus tertulias literarias y conferencias, donde se abordaban los grandes temas de la época con una mirada abierta y crítica. No eran meros encuentros para el entretenimiento, sino foros de reflexión en los que se analizaban obras, se debatían corrientes estéticas y se impulsaban nuevos enfoques narrativos, filosóficos y políticos.

Allí estaba Clara Campoamor, defendiendo con convicción el derecho de las mujeres al voto, recordando a quienes dudaban que la democracia no podía construirse con exclusiones. Y enfrente, Victoria Kent, con una postura más cautelosa, argumentando que el voto femenino podía ser un arma en contra de la propia República, porque muchas mujeres aún estaban sometidas a la influencia del clero. Un debate que hoy nos sorprende, pero que entonces reflejaba el miedo a que la conquista de un derecho se convirtiera en una trampa.

Finalmente, la balanza se inclinó a favor de Clara Campoamor y el sufragio universal se aprobó en las Cortes en octubre de 1931. Las mujeres españolas votaron por primera vez en las elecciones generales de 1933. Además de la literatura y la filosofía, el Lyceum Club acogió numerosas actividades relacionadas con el arte y la música como exposiciones de pintura y escultura, conciertos y recitales de poesía. Otras mujeres fundamentales que formaron parte  fueron: Carmen de Burgos, Colombine, la primera periodista profesional de España, feminista incansable, que ya había defendido el divorcio en tiempos en los que decirlo en voz alta era una provocación, a la que ya he dedicado un artículo el pasado mes de enero. Elena Fortún, la creadora de Celia, con cuyos libros crecí, Zenobia Camprubí o María Zambrano.

El Lyceum Club fue clausurado en 1939, con el final de la Guerra Civil. Muchas de sus integrantes tuvieron que exiliarse, mientras que otras vieron cómo sus trayectorias se silenciaban en los años posteriores.

Hoy, cuando hablamos del impacto de la cultura en la sociedad es imprescindible recordar espacios como el Lyceum Club que demostraron la importancia del diálogo, la creatividad y la colaboración para transformar el mundo. Las mujeres que pasaron por sus salones siguen inspirando a quienes buscan nuevos horizontes en la cultura y el pensamiento.