Opinión

Mi tierra

Salvamento Marítimo desembarcó este lunes en el sur de Tenerife a 101 personas de origen subsahariano que iban en un cayuco
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

Ojeando una conocida red social este fin de semana, me encontré un vídeo de un “TV Show” español en el que David Bustamante imitaba a Nino Bravo, cantando la canción “Mi tierra”. Debo decir que hace años no escuchaba esa canción, así que hay que responsabilizar al “algoritmo” por poner este tema en mi camino y, por ende, la idea de este artículo.

La letra de esta canción reza sobre la identidad, la búsqueda de raíces, abriendo interrogantes sobre el origen y la esencia del ser; y es a partir de esta búsqueda y del cuestionamiento de los orígenes que quiero abordar un tema tan complejo como es el de la inmigración.

Hace apenas unas semanas, el presidente del Gobierno comunicó que la “Golden Visa” dejaría de existir (un permiso de residencia que se daba por inversiones en bienes raíces a partir de los 500.000€). Una medida que por sí sola se podría entender; pero que, si la metemos en el marco de la NO política migratoria, puede ser cuestionada y populista.

Pues bien, en octubre del año pasado, a la isla de El Hierro (11.423 habitantes censados que no de población fija) en menos de una semana llegaban 1.200 personas en embarcaciones irregulares. Se desbordaron los servicios de asistencia y los insuficientes medios de los que disponía el lugar. Muchos venían en situación de grave desnutrición y sin documentación, lo que complica el conocimiento del origen y la edad de cada uno de ellos. Todo esto no es más que una enumeración de realidades, pero es fundamental continuar ahondando en estos datos.

Crisis migratoria y parsimonia

En España se habla poco de la estrategia para abordar esta crisis migratoria. Apenas ocurre cuando suceden situaciones como la comentada en El Hierro, a finales del año pasado; o como hace tres meses con la crisis de los “vuelos patera” que colapsaron Barajas y la T4, al llegar a tener hasta 600 personas en situación de peticionarios de asilo vagando por la terminal y acinados en cuartos.

Es evidente que la crisis migratoria va en aumento por flujos migratorios provenientes del África subsahariana, y la parsimonia de las autoridades también lo es. No somos solidarios si no se aborda el problema, si no se actualizan los tratados de extradición, si no se invierte más en origen y, sobre todo, si no se deja de hacer la vista gorda con muchas cosas de las que suceden en las narices de los que nos gobiernan. Eso no es ni solidaridad, ni progresismo, ni humanidad; eso no es más que hipocresía.

Somos Europa, pero seguro que no soy la única que echa en falta una respuesta comunitaria a esta crisis. ¿Las fronteras de la Unión no son las fronteras comunes? ¿O es que las fronteras físicas y marítimas de España con África no son las de la Unión? El silencio reza cuando llegan las pateras pero, mientras tanto, países que no nos dan la mano para ayudar, abren “reports” en el Consejo de Europa para “evaluar” las condiciones de los centros de acogida de inmigrantes de España. Pura hipocresía de nuevo.

Ante el silencio externo sería conveniente que nos explicaran a los ciudadanos cuál es nuestra política migratoria. Qué estamos haciendo para prevenir estas venidas masivas en condiciones lamentables; conocer cuál es la relación de nuestros gobernantes con el Reino de Marruecos, y por qué muchos vuelos de Royal Air Marroc (Casablanca-Madrid) acaban convertidos en “vuelos pateras” fletados por mafias. Queremos saber qué se está haciendo para perseguir a las mafias que juegan con las ilusiones, la vida y las miserias de personas que quieren buscar una vida mejor.

Una partida de ajedrez con las mafias

Canarias es una tierra de acogida, en la que buena parte de su población ha sido emigrante. Gente que ha dejado su tierra para buscar el pan, y años después ha retornado a su hogar (los que así lo han querido y podido) para conectar con su “lugar”. Y por esto, y desde la comprensión del ansia de buscar una vida mejor, no se entiende cómo pueden dejar al archipiélago y al país desprovisto de una respuesta.

Las soluciones no parten de fletar aviones nocturnos para hacer repartos de personas “sin papeles”, sin avisar a las localidades que los albergarán; tampoco de hacer un reparto de los menores no acompañados entre islas (los cabildos están por encima de sus capacidades). Y la solución tampoco es jugar una partida de ajedrez con las mafias para hacer la vista gorda.

Nadie quiere ver cómo el Atlántico sigue engordando sus cifras de muertes; nadie quiere verlo convertido en el mayor cementerio de África. Por eso urge que se establezca un criterio con consenso político, que fomente la inmigración regular, que permita y promueva más inversión en origen y, sobre todo, que luche contra esta nueva forma de mercadeo de personas que utilizan las mafias.

Un país como España, tan diverso y multicultural, no puede tener una política migratoria basada en bandazos; una política populista que anuncie a bombo y platillo el final de una “Golden visa” regular, y que casi no mueva la boca para manifestarse por la situación inhumana de la inmigración irregular. Un país como España se merece que se afronten las situaciones incómodas sin redes sociales ni titulares, que entienda que no pueden llegar en una semana casi un quinto de las personas que viven en una isla. Esta situación ni es seria, ni es humana, ni es solidaria.

“Dime de que tierra vengo Dímelo tú, buen amigo.

Tierra de la que no tengo

Más que polvo en el camino

Más que polvo en el camino.”

Sin importar el origen, hablemos de la realidad. Sin importar lo que se tenga, hablemos de soluciones. Sin importar el populismo, hablemos de política de verdad.