Opinión

Mi hijo vale millones (de likes)

Una mujer mira el móvil junto a sus hijos. María Morales
Actualizado: h
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Hace unas semanas vi una campaña solidaria que había amadrinado una madre e influencer. Me hizo bastante gracia lo mal elegida que estaba, a mi parecer, la madrina en cuestión, dado el nombre de la campaña (“Ser madre es la leche”). Y sin querer quitar valor a la iniciativa en sí, reconozco que lo primero que pensé al ver la cara de la influencer y el titular fue: “claro que es la leche, reina, tus hijos son tu negocio”.

Este tema me toca la fibra sensible de manera especial porque mis padres me tuvieron cuando tenían 20 años, y doy gracias a Dios por haber nacido en un momento en el que no pudieron plantearse hacer de su nueva situación un business model lucrativo. Pero la realidad es que desde que surgieron los primeros influpapis e influmamis, el número de padres que publican contenido de sus hijos, e incluso los que se lucran con ello, ha crecido de manera sorprendente. ¿Le estamos poniendo precio a la privacidad de nuestros hijos?

Desgraciadamente, nuestro marco jurídico no termina de proteger a los menores de estas situaciones. La Ley de Protección Jurídica del Menor establece que la difusión de su imagen requiere su consentimiento si éste tiene 14 años o más, y la de los padres o tutores legales cuando tiene 13 años o menos. ¿Qué pasa, entonces, cuando son los propios padres los que tienen incentivos para compartir contenido de sus hijos?

Leí en algún sitio que el número likes que recibían las publicaciones de los influencers era mayor cuando incluían a sus hijos. Puesto que hacer un barrido exprés de unas cuantas cuentas no me parecía especialmente complicado, decidí meterme en Instagram a mirar si, en efecto, era cierto. Después de hacer un repaso de perfiles como el de María Pombo, María Fernández Rubies, María G. de Jaime, Pablo Castellano, Verdeliss o Tomás Páramo, es cierto que, en términos generales, los posts con hijos son los que más gustan. Y aunque no hay un valor fijo de lo que se gana por post (ya que se tienen en cuenta diferentes factores, como el alcance del influencer, la participación de la audiencia, o su especialidad, entre otros) el incentivo del que hablo es claro, y el razonamiento de muchos podría resumirse así: “el contenido que más gusta es el de mis hijos, así que voy a sacarlos más, y así consigo más engagement, más seguidores, y construyo un perfil más atractivo y con un potencial mayor de monetización”. Efectivamente, ser madre es la leche.

Hablemos un segundo de las implicaciones más serias que conlleva el “mediatizar” sin control a los niños pequeños:

1. Falta de privacidad y violación de la intimidad: Publicar contenido de manera recurrente, sobre todo si los padres tienen repercusión mediática, es, antes que nada, una violación del derecho a la intimidad de esos niños. Al margen de los efectos inmediatos que puedan sufrir durante su infancia, como ser reconocidos allá donde vayan, o los daños psicológicos asociados (los niños pueden pasar vergüenza por el contenido compartido, y se exponen a ser objeto de burla), ¿y si el día de mañana deciden que quieren una vida en el anonimato? Tendrán que fastidiarse. Podrían tratar de ejercer su derecho al olvido, pero en el mundo digital no tenemos control sobre el contenido que ya se ha difundido. Las imágenes y los videos pueden ser guardados, compartidos y utilizados de formas inimaginables, sin que los niños, una vez adultos, tengan la posibilidad de borrar su huella digital por completo. Y siendo sinceros; después de 10, 15 o 18 años viendo su cara a diario, ¿de verdad nos olvidaríamos de ellos, aunque fuese posible borrarlo todo?

2. Riesgos de la exposición mediática: Más allá de la vulneración de sus derechos de intimidad, exponer su imagen de manera pública conlleva una serie de riesgos mucho más serios, como el uso del contenido para pornografía infantil, o el robo de identidad; cosas que cada vez son más fáciles en el contexto de desarrollo tecnológico constante que vivimos. Por poneros un ejemplo “tonto”, hace unos años, una mujer canadiense descubrió que una foto de su hija recién nacida, publicada en su Instagram público dos años antes, había sido publicada por otra mujer, presentando al bebé como suyo. Para que luego salga María Pombo vendiéndonos que lo reconocible que es su hijo es algún tipo de “garantía de seguridad” (será que cada uno de sus millones de seguidores son personas normales y cuerdas, qué suerte…).

3. Niños trabajando sin regulación y sin protección: Cuando estos niños aparecen en historias o publicaciones luciendo ropa de marca o promocionando productos infantiles, están siendo utilizados como herramientas de marketing a título personal. ¿Dónde pintamos la línea de lo que constituye trabajo infantil? Estas situaciones no solo se dan sin que exista ningún tipo de regulación que ofrezca una protección efectiva y adecuada al contexto digital; sino que, además, no hay ninguna garantía de que las ganancias generadas no acaben en las manos “equivocadas”. De hecho, se están empezando a producir avances en esta línea, para prevenir posibles abusos y la apropiación por parte de los padres de dinero que se ha generado con la imagen de sus hijos. En Italia, por ejemplo, se presentó hace un par de meses un proyecto de ley que, entre otras cosas, exige a los padres transferir el dinero directamente generado por el uso de la imagen de sus hijos a una cuenta bancaria a nombre del niño.

4. Mal ejemplo: Los incentivos para compartir la vida de los hijos en redes sociales no se limitan a los influencers conocidos. Cada vez más padres, motivados por estos ejemplos, suben contenido de sus hijos. ¿Creéis que no? Un estudio realizado por Nominet desveló que los padres compartían, de media, 300 fotos de sus hijos cada año. Y si esto os parece exagerado, la empresa de ciberseguridad AVG afirmó en 2019 que el 23% de los niños tenía presencia en línea incluso antes de nacer, porque los padres publicaban imágenes de las ecografías. El porcentaje sigue creciendo durante los primeros meses y años de infancia, con el 81 % teniendo presencia en internet antes de cumplir los 6 meses. Cuando leo datos como estos no puedo evitar recordar el Show de Truman… ¿De verdad queremos que nuestros hijos crezcan siendo estrellas de un show que nunca pidieron protagonizar?

Así que, la próxima vez que vayáis a darle like a un influpapi o jugar a serlo vosotros, preguntaos si dentro de 20 años vuestro hijo os dará las gracias por haber documentado cada vez que se comió un plátano. Porque sí, ser madre puede ser la leche, pero convertir a tus hijos en tu fuente de ingresos a costa de vulnerar sus derechos… eso pone de mala leche.

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