Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) son enfermedades complejas por la dificultad en el estudio de sus causas, lo que lleva a que no sea fácil establecer el tratamiento adecuado a cada diagnóstico.
Las causas de los trastornos alimentarios son múltiples pues nos encontramos con factores biológicos/genéticos, factores de tipo psicológico y de tipo socio-cultural.
Es cierto que la presión relacionada con la imagen corporal y la idealización social de la delgadez mueve a muchas personas a iniciar dietas y restricciones alimentarias que pueden derivar en TCA, pero hay que tener muy en cuenta, que en innumerables ocasiones, esta enfermedad es la “punta del iceberg” en la que derivan circunstancias personales traumáticas u otros problemas psicológicos que la persona afectada no ha conseguido exteriorizar y, en consecuencia, no han sido tratados. Son muchos los casos en que los TCA no son “solo” problemas alimentarios, son problemas mentales.
La cifra de prevalencia total de los trastornos alimentarios en personas jóvenes oscila entre el 5,5 y el 17,9% en mujeres y entre el 0,6 y el 2,4% en hombres. En el caso de la anorexia nerviosa, alrededor del 1,5% se da en mujeres y el 0,2% en barones. Para la bulimia nerviosa, las tasas de prevalencia son del 1,9% y del 0,6% respectivamente y para el trastorno de atracones, las cifras estarían aproximadamente en un 2,8% para mujeres y el 1% en el caso de hombres.
Las cifras mostradas son solo una aproximación pues en la actualidad hay muchas personas que padecen trastornos alimentarios y lo ocultan. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que los TCA tienden a persistir a lo largo del tiempo y presentan una gran tendencia a la recurrencia, y así, el número que representan estas personas queda diluido en las estadísticas.
Hay casos en que el TCA permanece durante toda la vida. Según el Dr. Fernández Aranda, 1 de cada 4 pacientes no se recupera totalmente o se recupera de forma parcial.
La detección de un TCA lleva a tratamientos ambulatorios, asistencia psicológica, psiquiátrica, y en ocasiones, dependiendo de la gravedad, a uno o varios ingresos hospitalarios. Pero la falta de unidades especializadas con las que cuenta la sanidad pública en España, hace que muchos de los tratamientos no sean efectivos y que muchos de los afectados tengan que recurrir a instituciones privadas en las que las cuotas por visita son elevadas y el precio de los ingresos superan los 1.000 euros al mes.
En nuestro país, la mayor parte de las comunidades autónomas solo cuentan con una o dos unidades especializadas en trastornos alimentarios, como es el caso de Andalucía, Galicia o Cantabria. Canarias y el País Vasco no cuentan con ningún recurso de la sanidad pública para combatir esta enfermedad. Si un paciente requiere ingreso hospitalario se le deriva a otra comunidad autónoma. Si este traslado se hace por derivación de la sanidad pública, la comunidad debería asumir el gasto. El problema en estos casos son las largas lista de espera, lo que lleva a las familias a optar por servicios privados, un gasto elevado que ha de asumir la familia.
Dentro de los TCA, hay un grupo más severo al que los expertos denominan “atípicos”, los cuales pueden ser más peligrosos que la propia anorexia, bulimia o trastorno del atracón en si mismos. Son los casos que pueden parecen menos graves porque no han derivado en consecuencias físicas que alarmen a familiares o profesionales médicos, es decir, no presentan una delgadez importante o una falta de peso.
Son los casos a los que no se les da la importancia que tienen, pues muchas de las valoraciones médicas se basan en el peso del paciente y, por tanto, estos no llegan a considerarse “óptimos” para llevar a cabo un tratamiento ambulatorio u hospitalario.
Basándose en el criterio del peso, también se concluyen de manera anticipada tratamientos y seguimientos en personas en las que el problema alimentario está muy arraigado con las consecuencias negativas que esto conlleva.
Dicen algunos expertos que la mejor forma de superar la anorexia es hablar sobre ella. No es fácil cuando esta enfermedad ha marcado profundamente tu vida y la de tu familia. No es fácil recordar el abismo y el dolor. No es fácil porque, en muchos casos, como en el mío, el TCA todavía nos acompaña.