Probablemente muchos de ustedes estarán de acuerdo conmigo en que vivimos en un mundo (o en un momento) en el que ya uno no sabe qué es verdad y qué no. Un mundo masificado de personas con afán de protagonismo extremo, pero, la mayoría de las veces, sin ningún propósito que vaya más allá.
En la actualidad, discernir entre la verdad y la mentira se ha vuelto una tarea cada vez más ardua. Las redes sociales han transformado a ciudadanos comunes en figuras ciertamente influyentes, conocidas popularmente como influencers. Sin embargo, empezamos a estar en un momento donde resulta imprescindible distinguir, o más bien empezar a diferenciar, entre creadores de contenido y los verdaderos líderes de opinión, aquellos cuya experiencia y conocimiento especializado aportan credibilidad y rigor en un mundo saturado de información y desinformación.
Debemos reconocer que los influencers, o creadores de contenido, están jugando un papel significativo en la configuración de opiniones y tendencias. Su habilidad para generar contenido atractivo y captar la atención de las masas les ha otorgado un poder considerable en la esfera pública. Sin embargo, este poder no siempre se basa en un conocimiento profundo o experiencia en temas específicos, sino más bien en la capacidad de atraer seguidores y generar interacciones. Por eso mismo, quizá estemos en un momento en el que, cada vez más y especialmente para la mayoría de las marcas que apuestan por ellos, debamos empezar a cambiar de términos y contar con los conocidos como líderes de opinión, perfiles influyentes (que no influencers) o en su defecto, por aquellos influencers nicho. Lo que muchos también acuñan hoy en día como prescriptores. Cuando la confusión entre la verdad y la mentira se ha vuelto una constante, la figura del prescriptor especializado es cada vez más necesaria y se erige como un faro de credibilidad en medio del caos informativo.
El auge de los influyentes y la crisis de la verdad: mejor, pocos y buenos
Quiero dejar claro antes de continuar con este artículo (que recuerdo, es de opinión), que sí creo en los influencers o como a mí me gusta llamarlos, creadores de contenido. De hecho, trabajo y tengo una gran amistad con varios de ellos. Al mismo tiempo que pienso que cada vez más, marcas, diseñadores y perfiles públicos, debemos tener una mayor exposición, pues al final, parece que hoy en día la gente, antes que un producto, quiere conocer a la persona que está detrás, cómo piensa o incluso cómo actúa. Pero coincidimos, incluso cuando hablo con ellos, en la necesidad de crear perfiles con fondo, que representen algo más y que detrás haya una credibilidad más allá de la mera promoción continua de productos.
Volviendo al tema y como comentaba al inicio, no cabe duda que las redes sociales han dado lugar a una nueva categoría de celebridades: los influencers. Con cientos de seguidores, tienen aparentemente el poder de moldear opiniones, influir en decisiones de compra y establecer tendencias. Sin embargo, su influencia no siempre se basa en la experiencia o el conocimiento profundo de un tema específico, sino en la capacidad de generar contenido atractivo y captar la atención de las masas. La velocidad con la que se comparte contenido en plataformas como Instagram, TikTok y Twitter hace que la verificación de la información sea un desafío constante. Y ahí, querido Houston, tenemos un problema. De hecho, Instagram ya ha empezado a ponerse serio con las campañas de publicidad encubiertas, pues diferenciar entre lo que es verdad y lo que no, empieza a ser cada vez más complicado. El tema de la salud mental lo dejo para otro momento.
Es por ello que figura del líder de opinión especializado se torna cada vez más esencial, así como el influencer nicho capaz de generar una opinión en temas determinados que sin duda, y eso nadie lo niega, resultarán de ayuda a muchas marcas. Nadie como un pintor para hablar de pintura o vincularse con temas y campañas que estén relacionados con el arte, la gastronomía o las sinergias que puedan generarse. Nadie mejor, seguramente, que un diseñador para hablar de temas de sostenibilidad y vinculaciones con marcas que consigan que sus mensajes se vuelvan más atractivos y coherentes, por poner solo algunos ejemplos.
No podemos olvidar que los líderes de opinión son individuos que han ganado reconocimiento y respeto en campos específicos gracias a su experiencia, conocimiento y trayectoria. Académicos, periodistas, artistas, actores, científicos, médicos o cualquier profesional que, a través de su trabajo riguroso y ético, aporta una perspectiva fundamentada y verificada sobre temas de relevancia. Y aunque sin duda cada vez los propios influencers están empezando a darse cuenta de ello y buscar su foco en mercados nichos específicos, todavía es sorprendente ver cuántos miles y miles de perfiles representan no se sabe qué ni a quienes.
En la jungla de la información digital, la reputación de los líderes de opinión se construye sobre la base de la transparencia, la ética y la precisión. En contraste, muchos influencers operan en un ámbito donde la monetización del contenido puede generar conflictos de interés y la búsqueda de popularidad puede comprometer la veracidad de la información que comparten. Si bien las redes sociales han democratizado la difusión de ideas, también han creado un entorno donde la cantidad de seguidores (muchos comprados a base de click) puede eclipsar la calidad de la información. Por ello, es y será siempre fundamental, el fomentar una cultura de discernimiento entre los usuarios, promoviendo y apostando por perfiles influyentes capaces de generar credibilidad, retorno y valor verdadero. Ya no debería valernos el corto plazo o los falsos engagements, sino aquello que sea capaz perdurar en el tiempo y al mismo tiempo, dar credibilidad a las marcas que, a su vez, hacen apuestas de miles de euros por este tipo de perfiles. Una vez más, hacerlo sostenible y ser cualitativo, es y será clave para generar credibilidad, confianza e identidad.
Quizá pues, ahora sí, haya llegado el momento de cambiar los términos y empezar a apostar por personas influyentes, que no tanto influencers al uso. Líderes de opinión o creadores de contenido nicho, capaces de generar confianza, credibilidad y aportar valor. Como todo en la vida: poco y bueno, mucho mejor.