Opinión

Más cerca del fuego, ¿hay margen para cambiar a Biden?

Debate Trump vs Biden - Internacional
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El debate Biden-Trump despejó el tabú que el partido demócrata ha evitado en los últimos dos años. Una abrumadora mayoría ha visto cómo la candidatura del presidente Joe Biden descarrilaba en directo despejando la duda. No está en condiciones de seguir. Roto el dique de silencio, se ha desatado el pánico. “Panic” es la palabra más repetida en los medios norteamericanos, ilustrada en la portada roja del Time con un Biden saliente. El partido ha llegado hasta aquí por decisión propia. No reaccionó a tiempo, no organizó la sucesión, hizo oídos sordos a quienes señalaban la mala salud del presidente y, en consecuencia, no evitó la crudeza con la que hoy Biden se expone. 

La gran cuestión a resolver por el Partido Demócrata cuanto antes es: ¿Qué hacer ahora para ganar a Trump? Hay tres escenarios posibles. Biden continúa, se aparta a favor de la vicepresidenta Kamala Harris o la Convención Nacional Demócrata de agosto se convierte en el foro de debate de otras candidaturas hacia una nueva nominación. Un proceso donde votarían los delegados, no los votantes en primarias, pero sería transparente. No hay más opciones. En ese caso, si Kamala Harris disputara la candidatura en el proceso de la Convención, reforzaría su perfil desdibujado y la elección directa de Biden. Ninguna opción garantiza que los demócratas mejoren sus condiciones de ganar. Y la parálisis, no reaccionar a lo que todos vimos en el debate, puede llevar a consecuencias aún peores.

Los precedentes de sucesión en plena campaña no son buenos. Cuando ha ocurrido, los demócratas han perdido. En este caso, la decisión debilitará al Gobierno. Si Biden no es bueno para hacer campaña, cuestionarán su presidencia y, en el mejor de los casos, será un pato cojo. Utilizar la Convención para cambiar al candidato también puede abrir un cisma dentro de la coalición demócrata. Y si por el camino se percibe que no ganarán en 2024, tampoco llegarán los mejores. Pero como trasladan numerosos analistas, el riesgo de no hacer nada es aún mayor que mantener a Biden sin moverse.

El establishment demócrata está abandonando a Biden a cinco meses de las elecciones. Los columnistas liberales de más peso coinciden en que no puede seguir. The New York Times le ha dedicado un insólito editorial pidiendo su marcha: “Si quiere servir a su país, el presidente Biden debería abandonar la carrera”. Los donantes filtran su preocupación y trasladan la necesidad de llegar a Jill Biden, su mujer. Lo que viene a partir de ahora es nerviosismo, presión y un plazo de no demasiados días para tomar una decisión. Hay margen. Siete semanas para la Convención de cara a una campaña que se calienta realmente después del verano. Pero si Biden no quiere irse, nadie podrá forzarle. 

La posible sucesión o la decisión de continuidad obligará al partido  a coordinar a los donantes (grandes fortunas que han congelado las donaciones tras ver el debate), gestionar los fondos recaudados por Biden para el siguiente en liza y, en cualquier caso, activar el movimiento demócrata, ese voto de mujeres y jóvenes, afroamericanos, musulmanes, además de las clases medias que necesitan atraer para ganar a Trump.

El Partido Demócrata se enfrenta a un presidente que acaba de confirmar su falta de condiciones para el cargo. Si lo mantienen, tendrán que esforzarse en explicar por qué. La figura de Biden, un gran vicepresidente durante la administración de Obama y un buen presidente esta legislatura, puede verse arrastrada innecesariamente. Su desconcertante estado de salud tiene un efecto reverso: refuerza a Trump. Ante los titubeos de Biden, Trump parece seguro, presidencial, un candidato firme que sabe a dónde va (aunque sea a un precipicio). Ni siquiera necesitó hacer sangre en los momentos más frágiles de Biden. Pudo haber ido a por él, y lo dejó pasar con muecas irónicas más eficaces que el insulto trumpista. 

Con Biden, la escena del debate se repetirá. Dará igual cuantas mentiras suelte Trump, la atención se dirigirá al momento donde se trastabilla, se equivoca, se rompe. Esto acaba de empezar. Si se mantiene, después llegará la guerra sucia, capítulos que todavía no podemos imaginar. Solo hay que remontarse a 2016, cuando Hillary Clinton sufrió varias campañas de desinformación que acabaron desgastando su candidatura. Entre ellas, también sobre su estado de salud. Si Hillary no aguantó, no lo hará Biden. Ante el modelo de país de Trump (tremendamente peligroso para las democracias), el presidente no es capaz de decir qué hará en los próximos cuatro años. El votante quiere un candidato que le diga ‘para qué sirve’ y cuánta fuerza tiene para aguantar. En un momento donde nadie está votando por razones económicas (ni en Francia, ni en EE. UU., ni en Europa en general), el votante necesita seguridad. En estas condiciones, los demócratas no pueden trasladar esa seguridad de la que Biden carece. Les costará marcar la dirección del mundo de mañana, o resolver la ansiedad del malestar actual. 

Ante el mayor dilema de los demócratas en años, hay nombres de sobra en sus filas para desafiar a Biden. Además de Kamala Harris, está la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer -una de las más citadas por los comentaristas demócratas-, está Josh Shapiro, Wes Moore y Gavin Newsom. Están Jared Polis, JB Pritzker, Ro Khanna, Amy Klobuchar, y alguno más. Y solo la estrategia del partido podrá organizar la sucesión a estas alturas. 

Los demócratas tienen por delante una campaña cuesta arriba. El elefante de las presidenciales debería ser la vuelta rabiosa de Trump y no la imagen de un Biden octogenario al que se mira con condescendencia mientras Trump camina cómodamente hacia el 5 de noviembre, ampliando su base electoral. Tras la lectura de decenas de análisis de cabeceras norteamericanas, el destilado es claro. No sabemos si Biden será el último atlantista, el garante final de nuestra seguridad global, de una arquitectura de valores enraizados en Europa y conectados con la economía liberal de EE.UU. Aquella frase popularizada por Bill Clinton “Es la economía estúpido”, ahora es al revés: No es la economía… Y sabemos que por mal que esté el mundo, Trump lo empeorará. El partido demócrata tiene ahora que elegir entre Joe Biden y su responsabilidad con Estados Unidos y las presidenciales de 2024.

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