“Deja, Mónica”, canta Sabina en una vieja rola suya, “ya esa historia / de mi mentira y tu verdad, / no me cuentes tus memorias, / que no las voy a comprar”. Los sacerdotes laicos de Esculapio no le compran a Mónica García el borrador del Estatuto Marco, o sea, el nuevo convenio de los trabajadores del gremio, y han anunciado huelgas y concentraciones para los próximos meses. La titular de la cartera de Sanidad ha pasado de ser sujeto –y qué sujeto– de las mareas blancas a objeto de ellas.
“Mónica, traidora, / esta es nuestra hora” o “Venimos a Madrid / a hacerte dimitir” clamaron en la víspera de San Valentín cientos de facultativos congregados en el Paseo del Prado, 18. Este martes, el Comité Ejecutivo de la Confederación Española de Sindicatos Médicos (CESM), con apoyo del Sindicato Médico Andaluz, convocó una huelga nacional de médicos, cuya primera jornada tendrá lugar el 23 de mayo.
Además, los sindicatos de los profesionales sanitarios han anunciado concentraciones en varias ciudades para el 5 y el 12 de marzo, y una gran manifestación en Madrid para el próximo 22 de marzo, que arrancará en el Congreso y concluirá en la sede del Ministerio de la Cosa.
El rechazo al Estatuto Marco es unánime. Denuncian los galenos el padecimiento de “jornadas interminables” con “descansos ridículos” y apuntan contra una Administración “que potencia, respalda y hace gala de invadir competencias exclusivas de los médicos por otras profesiones de inferiores requisitos de formación y capacidad”; a la vez, buscan obtener representación real para decidir condiciones, obligaciones y derechos de médicos y facultativos.
También chirría la imposición de Sanidad a los jefes de servicio para que solo puedan trabajar en la pública –obligación que podría extenderse a los médicos que comienzan su carrera en los primeros cinco años tras acabar el MIR–.
Desde el otro lado de la barrera, es decir, desde la poltrona del poder, García llama a la calma que otrora ella quebrantó –no digo que sin razón, ojo–, insta a la negociación y asegura que aún hay tiempo, pero sigue sin convencer a los sublevados. Estos no se meten con Ayuso explícitamente, así que igual el Antonio Maestre de turno se inventa y propaga que la extrema derecha se halla detrás de la movida.
Mientras, la ministra continúa cabalgando contradicciones: con el Gobierno dividido por el quilombo de Muface, que afectaba a unos 770.000 trabajadores públicos y a otros 424.000 beneficiarios, mostró su “contundente discrepancia” cuando se aprobó la nueva licitación, incrementando las primas a las aseguradoras un 41,2%; sin embargo, según The Objective, recurre a lo privado para vigilar la salud de los trabajadores del Ministerio. El martes se entretuvo presidiendo la octava edición de los Premios Sanitarias, en los que, amén de ensalzar al Sistema Nacional de Salud, reivindicó el Estatuto Marco por introducir “la paridad, la igualdad entre hombres y mujeres”, así como la estabilización de las plazas laborales. A ver en qué queda el asunto: para los políticos, los médicos son unos enemigos terribles, sus reivindicaciones son respaldadas por una vasta mayoría social. Dudo que Sánchez esté por la labor de sufrir un –enésimo– dolor de muelas, en teoría, bastante evitable. Sigue la canción del genio ubetense: “No me digas tal vez, quizás, puede que mañana…”.