En las últimas 24 horas sólo he sido “mami”. Estoy con mi hijo Rafael en el Hospital HM Montepríncipe por una infección y desde que entré esa es la forma en que las enfermeras se refieren a mí. A mí y a todas las que con cara asustada entramos en las urgencias. No tenemos nombre, somos sólo “mami”.
Yo intento memorizar el que cada una de las enfermeras, auxiliares, doctoras lleva en su chapa colgada. Quiero dirigirme a ellas por su nombre como forma de expresar el infinito agradecimiento que siento por el cariño y dedicación con el que cuidan a mi bebé. Pero aquí los nombres no importan. Se establece una red invisible donde una caricia, un gesto es más que suficiente.
Llevo toda la noche acordándome de Lourdes. Ella y su bebé de tres meses Angeline murieron en Paiporta. El agua las engulló. Imagino la angustia que debió de sentir al saberse sentenciada. Seguro que sólo pensaba en su bebé. Ella era una “mami”. ¿Cómo puedo salvarla?, ¿Podría aguantar si me lanzo a la riada? En su cabeza imaginó millones de salidas imposibles hasta llegar al convencimiento de que no había alternativa. Incluso en ese momento, Lourdes sacó coraje para llamar a su amiga. Le explicó que intentaría aguantar lo máximo posible por su hija y que por favor cuidase de sus otros dos pequeños, de 10 y 13 años.
Después, imagino que “mami” abrazó fuerte, fuerte a Angeline. Debió de ser difícil buscar el modo en que su bebé sufriese lo menos posible antes de morir. Estoy segura de que lo consiguió. Lourdes estará con su bebé, abrazadas en algún lugar.
A mí me gusta creer que nos pegamos a las paredes de nuestros seres queridos como en el Macondo de García Márquez, pero Lourdes no tiene donde pegarse. El agua se llevó su vivienda y las de miles de personas. Ni eso les queda a las víctimas de esta catástrofe llena de “mamis”. Si algo somos todos es hijos de alguien.
El camino de la cercanía
Los políticos también lo son aunque a veces nos cueste creer que conservan algo de humanidad. Parecen ajenos a lo más básico. “Los diputados no estamos para achicar agua”, dijo la diputada de Sumar, Aina Vidal, que seguro que ya se arrepiente de haber dejado que el personaje pudiese con la persona.
Desde la vulnerabilidad que siento en estos momentos, pienso lo sencillo que sería que las grandes cosas funcionasen como las cotidianas: con amor y dedicación. Que ante una tragedia de tal magnitud se estableciese ese hilo donde el color político no importa, donde el amor al igual lo puede todo.
Doña Letizia lo entendió. Ella es “mami”. Sólo le brotaba llorar, abrazar, tocar a los que necesitaban consuelo, ayuda y esperanza. No tenía una pala para achicar agua, sólo vocación de consolar.
Nunca podremos devolverles todo lo que han perdido, pero sí hacer todo lo posible para que nos sientan cerca como sociedad y como Estado. Lo único capaz de combatir la muerte es la vida. Denles a todos los que la perdieron dignidad y a los que la han visto truncada un camino.