Hace pocos días, en un grupo de féminas (Indomables, nos llamamos), una amiga nos avisó de un artículo de reciente aparición sobre algo de lo que no hablamos suficientemente: la inclemente feminización del profesorado, no sólo del infantil, sino del resto de etapas escolares. En el caso de esta noticia, del Reino Unido, pero perfectamente extrapolable a nuestro país. El titular decía así: “Crisis en las aulas: el número de hombres que se convierten en profesores de secundaria se desploma a un mínimo histórico del 35%, mientras que los niños recurren a modelos masculinos tóxicos en su ausencia.” Y lo de los “modelos masculinos tóxicos” no es ninguna exageración. Mi querida y admirada María Calvo, en un libro, Paternidad Robada, que, si no han leído, deberían ir a comprar YA, nos advierte: “El sistema educativo devalúa la masculinidad. Se espera que los varones se adapten a un ambiente feminizado en contradicción con la imagen masculina. Al ser el profesorado mayoritariamente femenino no encuentran una presencia masculina fuerte que pueda alimentar psicológicamente el correcto desarrollo de su masculinidad y que sea al mismo tiempo capaz de encauzarla con firmeza cariñosa”.
Efectivamente, si bien en el pasado las salas de profesores solían estar divididas de forma más equitativa entre hombres y mujeres, el número de docentes varones ha ido disminuyendo gradualmente desde principios de la década de 1990. Y, en palabras otra vez de María Calvo, este profesorado femenino está “muy desubicado en relación con las necesidades propias de esos varones en el ámbito educativo.” Los expertos creen que esta feminización está dejando a los niños con menos modelos masculinos positivos en el aula y afirman que esto es especialmente preocupante para los niños criados en hogares monoparentales, generalmente por su madre. El resultado no es solamente que los chicos se vayan quedando atrás en sus notas. También experimentan mayor nivel de frustración, reducen sus aspiraciones y acaban pensando que estudiar es algo que se les da mejor a las niñas. Y todo ello desemboca a veces en actitudes más violentas y “tóxicas”. Los niños han de aprender desde pequeños que, como hombres, son actores sociales importantes.
¿Mejorarían los niños con modelos masculinos? En algunos países se están planteando aumentar la plantilla de maestros y profesores hombres. Richard Reeves, miembro de la institución Brookings en Washington D.C., asesor político en temas de bienestar y colaborador habitual entre otros del New York Times o el National Affairs asegura en su libro Of Boys and Men: Why the Modern Male Is Struggling, Why It Matters, and What to Do About It ( versión en español en Deusto: Hombres: Por qué el hombre moderno lo está pasando mal, por qué es un problema a tener en cuenta y qué hacer al respecto) que necesitamos muchos más maestros hombres para proporcionar modelos buenos a seguir para los niños. El propio Reeves sugiere que se debería animar a los profesores varones a asistir a las aulas y hablar sobre la docencia como una carrera, y que el Reino Unido debería considerar campañas de concienciación pública y becas para hombres que se inicien en la misma.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Vivimos en un mundo ideologizado hasta el paroxismo donde la ideología de género y la pseudociencia pedagógica campan a sus anchas, y en el que las diferencias sexuales en el aprendizaje son despreciadas. Y ahora hay que ponerse a la tarea de hacer más plural el entorno escolar y equilibrar ese matriarcado excesivo que representan hoy en día los estudios, tanto primarios como secundarios. Y, por cierto, la próxima vez en que alguien nos hable de “paridad”, señalémosle de qué manera ha desaparecido de la enseñanza.