Opinión

Los que suspenden y los suspendidos

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No por previsible duele menos: La política de nuestro país ha vuelto a no estar a la altura de las circunstancias. Es el pan nuestro de cada día. Un pan duro, revenido, que se lanza para hacer daño. La DANA convirtió Valencia en un infierno en la madrugada del martes al miércoles. La noche dio paso a un día que fue desvelando poco a poco las consecuencias de la desgracia. Una catástrofe sin paliativos asoló a una nación entera que amaneció con una mezcla de rabia, impotencia y tristeza. Las imágenes son devastadoras, los testimonios encogen el alma. Han muerto niños, mayores, se busca a personas desaparecidas entre los escombros de los pueblos anegados. Las cifras de afectados suben, el horror se multiplica conforme avanza el tiempo.

Pero no, ni por esas, ni teniendo al drama desfilando frente a nuestras narices somos capaces de apartar el oportunismo para militar, aunque sea por unas horas, en las filas de la humanidad. No existe la tregua para esta sociedad enferma de odio que estamos dejando que construyan, enganchada al frentismo, capaz de utilizar y manosear el sufrimiento más reciente para sus disputas más rastreras. De verdad, tenemos un serio problema. Provoca nauseas ver cómo hay gente que no tiene otra cosa mejor que hacer que intentar imprimirle el sello de su sectarismo a una tragedia. Unos que si Franco y sus pantanos, que si el cambio climático, que si a ver si los damnificados van a los hoteles a los que llevan a los inmigrantes, que si Sánchez o que si Mazón, que si la izquierda y la derecha. Claro que hay que pedir responsabilidades, claro que hay que fiscalizar el plan de prevención, claro que hay que exigirles a las autoridades, pero lo que nunca hay que ser es un oportunista indigno cuyo único interés sea sacar rédito de algo que se ha cobrado vidas, que ha arrasado con familias. El politiqueo y el activismo miope son los grandes canceres de esta sociedad idiotizada en la que se llega a ver a gente que difunde llena de satisfacción que el 112 no funciona, deseando conseguir munición para sus batallitas tuiteras. No les importan los hechos porque su crítica siempre es unidireccional.

Y todo esto, toda esa cochambre, esta manera de abandonar la verdad y extraviar cualquier resquicio de decencia y humanidad, es hija de la política de nuestro tiempo, cuyas miras, exentas de altura, solo son las de sus escopetas cargadas. Vivimos instalados en un populismo chabacano que nos impide dar la talla cuando llegan los momentos de la verdad. ¿Para qué sirve la política sino para gestionar este tipo de acontecimientos de extraordinaria incertidumbre, para poner orden en los caos en los que nos va la existencia? Pero lo dicho; no por previsible duele menos ver cómo no somos capaces de comportarnos como personas decentes y honradas, que pongan en primer plano a las víctimas e intenten comentar, si es que hace falta, que no es obligatorio, sin dobles raseros.

Por supuesto que habrá que pedirle cuentas al Gobierno valenciano, por supuesto que habrá que preguntarle a Carlos Mazón por qué si la AEMET decreto el nivel rojo a las 7:30 de la mañana y la Confederación Hidrográfica del Júcar avisó a las 12:00 de que ya había barrancos desbordados y crecidas no lanzó la alerta a las 20:00 de la tarde. Decir esto no es óbice para mostrar repudia ante los políticos y voceros que no esperaron ni a que amaneciese para poner en funcionamiento un ataque contra él por haber suprimido un organismo que nunca llegó a entrar en funcionamiento y que enfrentaba a cuerpos de bomberos entre sí. Como dicen en mi tierra: hay tiempo para todo. Pero quien en mitad de la zozobra se pone a discutir sobre los remos de la barca no es más que un miserable, quien con los escombros lo que hace es atacar no es más que un ventajista sin escrúpulos.

Ayer por la mañana el PP hizo lo correcto cuando Miguel Tellado pidió suspender la sesión plenaria por ‘respeto a las víctimas de la DANA para que el gobierno se pudiera ir a trabajar y colaborar con el resto de las administraciones que están haciendo frente a esta crisis’. El tono, por fin, era el de un partido de Estado. La fórmula ‘yo creo que lo razonable es…’ sonó a gloria, a un espíritu añejo recuperado. Pero duró lo que duró en percibir el PSOE que su adversario estaba haciendo lo que había que hacer, y que eso podría truncar sus planes y, ¡lo que es peor!, dejarlos bien de cara a la opinión pública. Así que decidieron idear el argumentario más chusco y deslavazado. Empezaron a decir que lo que los populares no querían era trabajar, y que, por respeto y consideración con todos los currelas de nuestro país, iban a cancelar todo menos el pleno para aprobar el decreto para reformar RTVE. Sí, con el cuerpo caliente de 72 personas, decidieron que iban a postergar todos menos el necesario reparto de nuevos cromos para colonizar un nuevo organismo público. Era el escándalo del escándalo, ya no era el qué, también el cuándo y el cómo.

Lo resumió a las mil maravillas un rótulo de Al Rojo Vivo que rezaba: «Controlar RTVE, más importante que los muertos». Ni más ni menos, ese es el mensaje que lanzó ayer este gobierno moribundo e irresponsable que, al filo del mediodía, también se enteró de que el Supremo había ordenado a la Guardia Civil la entrada y registro del Fiscal General del Estado, el imputado García Ortiz. Es por ello por lo que, habiendo atado con sus socios lo del ente público, por arte de magia, dejó de ser tan importante trabajar y, entonces sí, comenzó a ser imprescindible el respeto a las víctimas. Declararon tres días de luto y de paso se negaron a hacer declaraciones. Hay que ser muy cínicos para utilizar así un contexto como el que estamos viviendo, para manosear a las víctimas según la conveniencia de espurias maniobras políticas. Esta desfachatez, este nivel de desvergüenza, es infinitamente más grave que todas las mentiras y los casos de corrupción que rodean a nuestra ejecutivo, esta manera de obrar es la escenificación y la definición perfecta de lo que son: gente capaz de usar el dolor de un pueblo como medio para conseguir un fin. Habrá que jurar que esto ha ocurrido, que mientras Valencia se desbordaba, nos lanzábamos los trastos a la cabeza mientras nuestro gobierno ni siquiera se molestó en guardar las mínimas apariencias que despacha cualquier persona con algo más que rocas en el corazón.