Opinión

Los Juegos del Hambre

Una mujer observa las papeletas en el colegio electoral instalado en la Universitat de Barcelona este domingo.
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Me gustaría comenzar esta columna con el sonido del “sinsajo”, pero lamentablemente no puedo incluir la pista de audio. Sin una protagonista como Katniss Everdeen en el escenario, el pasado fin de semana asistimos a una nueva jornada electoral, esta vez en Cataluña.

La noche nos dejó un escenario abierto y varios protagonistas: un ganador que quizás no gobierne, un segundo que quizás rompa la baraja y un president que dimitió al día siguiente. Estarás conmigo en que las noches electorales las “carga el diablo”, ya que últimamente -si no fuese por lo serio que es- podríamos decir que son “pura fantasía”. Con una mayoría absoluta situada en los 68 escaños, estamos todos mirando de reojo al voto exterior (CERA), ya que Lleida se sigue jugando un escaño el PSC con el Junts de Puigdemont.

Periodistas y analistas hablan de un posible tripartito de izquierdas, pero la realidad es que nadie puede descartar nada, incluyendo algunos escenarios muy rocambolescos. A priori se presume como una posibilidad el acuerdo entre PSC, Comuns y lo que queda de ERC, aunque la dimisión de Pere Aragones condiciona mucho este camino.

Si atendemos a las pretensiones del que ha llegado segundo (Puigdemont), el ganador debería ceder la “corona” a él mismo (obviamente previo chantaje de romper el Gobierno de España), y por la misma lógica ERC, como gran perdedor de la noche, debería de amarrar su futuro a la opción secesionista como única opción. La realidad es que a Puigdemont se le ve el plumero: su objetivo es el bloqueo y la repetición electoral con una candidatura independentista conjunta, fuerte, para optimizar votos e intentar movilizar de nuevo a los votantes frustrados del “proces” que el domingo pasado se quedaron en casa.

Pura fantasía, o directamente utopía, sería pensar en una carambola que acabe alineando los intereses de PP, Comuns y VOX a un gobierno en solitario del PSC; pero estos son los juegos del hambre de la política y cualquiera puede equivocarse si intenta adivinar lo que pasará después de las elecciones europeas. Quizás sería acertado decir que ahora mismo nos encontramos en el sector “niebla”: ni los mismos protagonistas saben que va a pasar realmente.

¿Estará dispuesto Sánchez a sacrificar la candidatura de Illa? ¿Cederá, de nuevo, al dictado de Puigdemont a cambio de garantizar su estabilidad? ¿Cuál será el precio razonable del Gobierno de España ante las voluntades del “fugado”?

Estas elecciones nos han dejado una campaña para recordar, con una “reflexión” presidencial que rindió para mucho (si creemos en los números que salen de la cocina del CIS de Tezanos). La antigua dirección de Esquerra Republicana de Cataluña está de vuelta, y no queda clara la nueva hoja de ruta. Mientras, Sánchez entra en la precampaña para las europeas en medio de una ola positiva y con el juego abierto, incluyendo la posibilidad de convocar un adelanto de generales si fracasa el intento de investidura de Illa en Cataluña.

Nos queda estar atentos al desarrollo de nuestros juegos del hambre. Puede que cambien las estrategias, que aparezcan nuevos jugadores y que se acelere algún desenlace. Y puede que quizás, solo quizás, haya alguna oportunidad de que esta competición no la volvamos a perder todos los españoles.

¡Juu juuu ju juuuuuu!

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