Opinión

Los hombres son descartables

Teresa Giménez Barbat
Actualizado: h
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Casi cada día leo cosas así en las redes: “El soldado Israelí Israel Shakanzi, de 24 años, cayó en combate en Gaza”. Esta vez en el X de Dani Lerer , que ayer comunicó también que “El soldado Israelí Nebo Fisher, de 20 años, cayó en combate en el norte de la Franja de Gaza.” Es un continuo. Y porque no sigo cada día las noticias en Ucrania.

El feminismo hegemónico no habla de esos hombres que mueren por las mujeres y por su comunidad. Sacrificio, trabajo, igualdad, lealtad, complicidad y palabras similares tienen un significado muy distinto cuando se les exige a los hombres.

Cada año, el Carnegie Hero Fund premia a civiles por actos de valentía que implican arriesgar la vida o sufrir graves lesiones. En 2021, 66 de las 71 medallas entregadas fueron, naturalmente, a hombres. Y si algún silencio llama la atención de forma clamorosa es sobre el terrible destino de tantos hombres en Israel y Ucrania.

Sí, en el ejército hay mujeres, las hemos visto, pero no más del 15 %, y quizás menos directamente en el frente. Ya sabemos que en Israel las mujeres deben cumplir con el servicio militar. No nos olvidamos de Liri Albag, Karina Ariev, Agam Berger, Daniela Gilboa y Naama Levy, rehenes de los gazatíes, a saber en qué condiciones vitales (el reciente vídeo lanzado de Liri Albag es francamente deprimente).

También en Ucrania las mujeres se alistan. Muchas serán enfermeras o personal de segunda línea, pero seguramente irán al frente pocas de ellas.

Y, mientras los hombres son reclutados incluso a la fuerza, durante esta guerra podrán marcharse del país sin problemas, ni siquiera morales. No hemos sabido de campañas feministas/pacifistas para animar a los hombres ucranianos a desertar. Ni para exigir paridad en el frente. Al contrario, algunas han sido tan poco empáticas como para afirmar que la mujer no tiene nada de qué avergonzarse porque las guerras las ponen en marcha los hombres. Que luchen ellos. Muchas feministas piensan que desde la antigüedad los hombres han defendido al grupo… de otros hombres. Al parecer de las fieras peligrosas, osos, leones, se encargaban las Amazonas.

Hay cosas que nunca cambian y, en una situación de grave peligro, de guerra en este caso, es cuando los sexos se reparten en el cuerpo social como una suerte de mitosis en la que cada cual parece saber a qué lado ir. Sin palabras ni reproches. Pero las víctimas somos nosotras. «Las mujeres siempre han sido las principales víctimas de la guerra. Las mujeres pierden a sus maridos, a sus padres, a sus hijos en combate. Las mujeres a menudo tienen que huir de los hogares únicos que han conocido. Las mujeres son a menudo las refugiadas del conflicto y a veces, con más frecuencia en las guerras actuales, las víctimas. A menudo, las mujeres se quedan con la responsabilidad, solas, de criar a los hijos». Eso dijo Hillary Clinton en la Conferencia de Primeras Damas sobre Violencia Doméstica, en El Salvador en 1998.

Yo no veo ni agradecimiento ni compasión por parte del feminismo institucional. Al contrario, son capaces de salir a denunciar, como hemos visto en televisión, las imágenes de mujeres ucranianas huyendo de su país con niños, niñas y gente anciana como el súmmum del daño. Feministas de corazón helado que tienen los redaños de quejarse de que, una vez más, el «rol de la cuidadora» lo ejerza «quien en la infancia jugaba simbólicamente a alimentar muñecos mientras los niños jugaban a guerrear».

Se llama «tóxica» a la masculinidad cuando vivimos tiempos felices y autoindulgentes, pero resulta que es vital cuando van mal dadas. Es el mordisco de realidad de un reparto de roles que parece tan eterno como el mundo.