Opinión

Los amigos y la felicidad

María Dabán
Actualizado: h
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Las vacaciones tienen muchas ventajas, entre otras, que nos ayudan a desconectar y a salir de la burbuja en la que estamos metidos el resto del año y, además, nos llevan a pensar qué es lo que nos mueve en nuestro día a día. En su libro sobre Alejandro Magno, Robin Lane Fox cuenta que, en una de las ciudades que acababa de conquistar, el líder macedonio vio el monumento funerario de un antiguo rey cuyo epitafio decía: “come, bebe y ama”, todo lo demás no es merecedor de esto… Y aparecía la estatua de un hombre aplaudiendo. Entre conquista y conquista Alejandro se tomó al pie de la letra el epitafio e, ironías de la vida, murió en Babilonia después de haber asistido a un banquete. Muchas han sido las teorías sobre su temprana muerte a los 32 años, las principales, el envenenamiento o un ataque de malaria, pero, en 2019, una doctora neozelandesa apuntó que el conquistador macedonio podría haber fallecido por una bacteria de un alimento en mal estado que lo fue paralizando. Según ella, incluso lo dieron por muerto cuando todavía no lo estaba, por eso su cuerpo estuvo incorrupto casi una semana. Vaya faena poder escuchar todo lo que piensan de ti los que te rodean cuando todavía estás vivo, sobre todo si es malo. Alejandro Magno valoraba también mucho la amistad, especialmente la de Hefestión. Se ha hablado mucho sobre una posible relación homosexual entre ambos. Lo cierto es que la muerte de su amigo dejó al rey desolado.

Y todo esto viene al caso porque, en el pasado festival de Cannes, Francis Ford Coppola presentó a sus 85 años su última película Megalópolis, en la que se había gastado cien millones de dólares de su propio bolsillo. Preguntado por este exceso, el director contestó: “a mí nunca me ha importado arriesgar mi dinero, solo me importan los amigos, que nunca te dejan tirado. Mis hijos no necesitan ninguna fortuna porque ya tienen unas carreras maravillosas”. Y ahí Coppola dio con otra de las claves de la vida: la amistad.

La universidad de Harvard comenzó en 1938 un estudio sobre la felicidad en la que participaban setecientas personas cuyas vidas fueron analizadas a lo largo de varias décadas. Y la principal conclusión a la que llegó es clara: las personas más felices eran las que habían tenido mejores relaciones amorosas o personales, las que cultivaban la amistad. La soledad y el aislamiento son estresantes, y siempre es bueno tener a alguien a quien contarle lo que te pasa, alguien con quien poder exteriorizar tus propios sentimientos. A lo largo del tiempo, los integrantes de este estudio apuntaban también varias cosas de las que se arrepentían. Lamentaban, por ejemplo, haber pasado demasiado tiempo en el trabajo, y poco tiempo con las personas que les importaban; y lamentaban haberse preocupado tanto por lo que sobre ellos pensaban otras personas.

La felicidad se construye con muchas cosas, y cada uno tiene que buscar sus propias herramientas, aunque lo importante también es querer ser feliz, ponerle empeño, porque no todo el mundo está dispuesto a ello. Hay gente que sabe que no es feliz, y lo asume como a quien le ha tocado llevar gafas, o tener alergia a los chopos en primavera. No hace nada para cambiarlo.
Lo mejor, a mi juicio, es seguir el consejo de Alfonso X El Sabio que decía: “Quemad viejos leños, bebed vinos viejos, leed viejos libros, tened viejos amigos”. Yo no tengo cien millones de dólares para hacer una película, pero tengo amigos, así que, al menos soy tan afortunada como Coppola, aunque no tan rica, claro.