Los que están siempre a la última en tendencias ideológicas van a tener que ir pensando en otra cosa porque lo woke, o progre, parece ir de baja. Hasta en la universidad se están enterando. Según la revista Axios, las universidades de todo EEUU están en un proceso de liquidación de programas de eso que Yasha Mounk llama la “síntesis identitaria”. O sea, esas costosas y expansivas iniciativas sobre DEI (diversidad, equidad e inclusión) que se han ido llevando a cabo los últimos años. Yascha Mounk es politólogo y profesor asociado de Práctica de Asuntos Internacionales en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, y su último libro (que recomiendo casi sin reservas), La trampa identitaria: Una historia sobre las ideas y el poder en nuestro tiempo, habla sobre la crisis de la democracia liberal y el auge del populismo. Pero muy en particular sobre cómo el activismo woke, tanto en la enseñanza como en las políticas públicas, ha resultado ser tan contraproducente que seguramente en parte le ha llevado a Donald Trump a ganar las elecciones.
Aunque muchos progres siguen negando que la adopción del identitarismo por parte de la izquierda esté propiciando un auge del populismo de la derecha, empiezan a oírse voces, en el campo demócrata norteamericano, que sí aceptan el daño que ha hecho a su marca. Los programas DEI surgieron mayormente en 2020 en medio de las protestas de “Black Lives Matter”. “Si observa la forma en que esto se ha implementado en realidad en todo el país, es mejor considerar que la DEI representa la discriminación, la exclusión y el adoctrinamiento”, dijo el gobernador de Florida Ron DeSantis en abril cuando firmó la prohibición del estado de usar fondos públicos para ese tipo de programas.
Demasiado tarde para tantos que fueron purgados. Por nombrar solamente algunos casos de EEUU, los profesores de biología Bret Weinstein y Heather Heying, una pareja que se define como progresista (estos sí son auténticos), contaban con una larga historia de activismo antirracista. Y a pesar de todo fueron atormentados y demonizados por estudiantes, profesores y la administración de The Evergreen State College después de que Weinstein se negara a abandonar el campus junto con otras personas blancas en el llamado Día de Ausencia, una absurda efeméride en la que los estudiantes negros abandonaban voluntariamente el campus. Pero aquel año, los estudiantes negros (y muchos progres blancos) exigieron que fuera a revés: que se marcharan obligatoriamente los blancos. A la pareja de antropólogos les pareció un abuso intolerable y se negaron. Así que fueron acosados, atormentados y finalmente amenazados con el resultado de que tuvieron que dejar su trabajo y su hogar. También les pasó lo mismo a Erika y Nicholas Christakis, otra pareja de profesores y padres de cuatro hijos. Siempre estuvieron involucrados en la defensa de la libertad de expresión tanto en su universidad como en otras instituciones. Esto no impidió que sufrieran graves críticas y ataques cuando, en octubre del 2015, se negaron a aceptar ciertas pautas con respecto a los disfraces de Halloween en la Universidad por el impacto que supuestamente tenían en las minorías. La cosa alcanzó tal tono que decidieron dejar de enseñar en Yale no sin denunciar que “la cultura de protección pueda, en última instancia, dañar a quienes pretenden proteger”.
No sólo esa “síntesis identitaria” está relacionada con la raza, también este movimiento ha cancelado a personas y opiniones por cuestiones relativas al sexo y a la orientación sexual. La profesora de Oxford Kathleen Stock tuvo que dimitir por las presiones de unos alumnos que no soportaban que afirmase que una “mujer” trans no es una mujer. Lo mismo que Colin Wright, biólogo evolutivo, escritor, fundador de Reality’s Last Stand, colaborador de Quillette y asesor académico de la Society for Evidence-Based Gender Medicine, que tuvo que abandonar el mundo universitario por negarse a considerar el sexo como un “espectro”.
A ninguno de ellos les compensará nadie por el disgusto y la injusticia. Pero por lo menos vemos que ese delirio pierde algo de fuelle. Las personas amantes de la objetividad, el pensamiento crítico y la libertad de expresión puede tener un respiro. En los EEUU y también aquí, donde el identitarismo ha hecho sufrir a tantos.