Opinión

Lo que Penelope Featherington nos enseñó

Llega la tercera temporada de 'Los Bridgerton', la famosa serie de Netflix
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Hay una serie que lo está petando muy fuerte. La ven jóvenes, mayores, hombres, mujeres, de izquierdas, de derechas, con relaciones cerradas, abiertas, poliamorosas, de cualquier clase social y procedencia. Pocas veces un relato de ficción ha sido tan compartido y celebrado por personas tan diversas. Se trata de la tercera temporada de la serie estadounidense Los Bridgerton, que está rompiendo moldes en muchos sentidos. Nadie imaginaba que una serie de época, ambientada en la alta sociedad de Londres durante el período de Regencia, podía llegar a conectar con las necesidades culturales de la sociedad actual. Sin embargo, esta adaptación de las novelas de Julia Quinn, lo ha conseguido.

Aunque la trama se desarrolla en un periodo en el que las jóvenes eran presentadas en la corte como debutantes para entrar en el mercado matrimonial y mejorar su estatus, esto es casi lo único que se mantiene fiel a la realidad. La mezcla de personajes, roles y relaciones pone patas arriba el guion histórico y social, haciendo posible lo inimaginable. Esta es, sin duda, una de las cualidades más valiosas del arte. Aunque las dos primeras temporadas ya transgredían el racismo propio de la época, contando con personajes de origen asiático y africano como parte del poder y de la élite, esta tercera entrega va mucho más allá, integrando también los cuerpos no normativos y las relaciones no tradicionales. ¿Qué aspectos descubrimos de la mano de Penelope Featherington, el personaje principal?

Todos los cuerpos son deseables

Penelope Featherington no encaja en el canon estético al que todas las mujeres deben aspirar. Ella es de estatura baja, con curvas acentuadas, lo que no es ningún impedimento para que el hombre más atractivo de la corte se enamore perdidamente de ella y la desee nada más verla. Es una gozada ver escenas sexuales, e incluso desnudos, con cuerpos que jamás aparecen en la pantalla. Los medios tienen mucho impacto al visibilizar todo tipo de rasgos, ya que nos hace sentir parte de la diversidad. En las ardientes escenas, la pareja en cuestión también demuestra que el consentimiento, eso que algunos les causa tanta indignación, puede resultar de lo más natural y lejos de apagar la pasión, consigue reforzarla.

Las mujeres son valoradas por su profesión

Uno de los aspectos más relevantes del personaje de Penelope Featherington es la admiración que despierta, no por su aspecto físico o la ropa que lleva, sino por lo que hace y dice. Ella es la pluma que se esconde tras el pseudónimo de Lady Whistledown, una famosa escritora valorada por todos los miembros de la sociedad, incluso por la reina. En esta temporada debe elegir entre casarse y renunciar a su trabajo o defender la dimensión profesional como una parte esencial de su identidad. Es absolutamente rompedor ver a una mujer ganar su propio dinero, ahorrarlo y manejar grandes cifras. Un relato atípico en nuestra cultura visual que contribuye positivamente a que las mujeres sean cada vez más valoradas por su trabajo y se relacionen con la riqueza y las finanzas.

La importancia de la alianza entre las mujeres

Si hay un mensaje claro en estos últimos capítulos es la necesidad que tienen las mujeres de tejer redes de apoyo para sobrevivir y alcanzar sus metas. Ya sean lazos de amistad o familiares, todas se dan cuenta de que es mejor ser aliadas que rivales. Las ex amigas vuelven a reconstruir su antigua relación. La madre y las hermanas de Penelope se dan cuenta de que tienen a su lado a sus mejores compañeras. Mientras, a la pobre Cressida, a la que recomiendan no confiar en nadie más que en ella misma, no parece esperarle el mejor de los finales.

La posibilidad de cambiar

Uno de los mensajes más positivos que plantea esta última entrega es la posibilidad de evolucionar y cambiar. La propia Penelope Featherington reconoce que no todo lo que escribió en el pasado estaba bien porque en aquel momento era inexperta, pero tiene el firme compromiso de mejorar. Algo que con lo que cualquier puede sentirse identificada y que rebaja esa presión que sentimos cuando todo lo que hacemos y decimos queda grabado en la hemeroteca digital. Ser conscientes de que vamos a pasar por diferentes etapas y tenemos derecho al cambio, también es aceptación y tolerancia.

Los Bridgerton no es un relato perfecto. El deseo de pertenecer y mantenerse en la alta sociedad perpetúa un sistema clasista. La diversidad étnica en una época en la que no existía puede generar conflicto a la hora de visibilizar las injusticias de la historia real. Aun así, es justo reconocer y aplaudir los esfuerzos que muchas industrias culturales están haciendo para contribuir con la cultura a construir una sociedad más justa. Con más o menos atino, su implicación activa ya es una respuesta a lo que gran parte del público reivindica. La tercera temporada de Los Bridgerton demuestra que es perfectamente compatible generar audiencia (45 millones de visionados en la semana de estreno) con derribar prejuicios y estereotipos. Que tomen buena nota todas aquellas empresas que se resisten al cambio por miedo a que desciendan sus beneficios.

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