El objetivo, según explicó el director de la terminal del aeropuerto, es evitar los atascos de las personas en la terminal de salidas.
«Máximo tiempo de abrazo 3 minutos. Para despedidas más cariñosas utilicen el aparcamiento» es lo que se puede leer en el cartel azul instalado en la terminal. El aeropuerto de los abrazos está en Nueva Zelanda, pero quién sabe si en breve no veremos algún cartel parecido en algún aeropuerto más cercano.
No hay como ir a la terminal de llegadas de un aeropuerto y observar los abrazos entre los que llegan y los que estaban esperando para constatar que el abrazo es lo primero que damos a quien queremos y lo último con lo que nos gusta quedarnos cuando tenemos que despedirnos de esa persona tan querida para nosotros.
Y es que un abrazo no es un beso. Un abrazo es más íntimo que un beso. El abrazo recoge, el abrazo reconforta, el abrazo es casa.
Uno no se abraza con gente a la que no quiere. Sin embargo, en nuestra sociedad, nos besamos con muchas personas. Besas a personas que te acaban de presentar, en entornos personales y en entornos profesionales. Una noche cualquiera, estando de fiesta, puedes besarte con otra persona sin tan siquiera conocer su nombre. Esto no sucede con los abrazos. Los abrazos están reservados a las personas que queremos.
Un abrazo no tiene palabras, pero un abrazo se puede leer y es capaz de expresar todo cuando las palabras no son suficientes. Por eso los abrazos sustituyen a las palabras cuando éstas se quedan cortas. O cuando ya no queda nada por decir, o no nos atrevemos a decir o ya nos lo hemos dicho todo. Un abrazo puede significar más que todas las palabras del mundo.
Los abrazos son nuestros gluones. Por si no lo sabes, el gluon (del inglés glue, pegamento) es la partícula mensajera que transmite la interacción nuclear fuerte entre las partículas más fundamentales que conforman todas las partículas del universo, los quarks. Los gluones no tienen ni masa ni carga eléctrica. Los abrazos, habitualmente, están cargados de sentimiento y de emoción.
Los gluones son imprescindibles en la conformación de las partículas, pero no se habla de ellos tanto como de las propias partículas. Lo mismo pasa con los abrazos. Los abrazos son nuestro pegamento. Nos unen a las personas que queremos. No seríamos nada sin abrazos.
Cuando nos abrazan liberamos oxitocina y esta liberación produce también una regulación arterial. Así que los abrazos tienen impacto emocional pero también tienen impacto en nuestro bienestar físico. Los abrazos influyen en la biología. Somos seres de abrazos.
Desde bebés, y esto lo dicen los científicos y los pediatras, el ser humano necesita ser abrazado. Esto nos dura hasta que nos morimos. Y el abrazo se extiende más allá de nuestra especie, ya que no solo nos abrazamos con otras personas, a menudo también nos abrazamos con animales de otras especies que queremos y forman parte de nuestras vidas.
Al igual que los aeropuertos, el cine nos ha regalado cientos, miles de abrazos de todo tipo. La diferencia entre los abrazos que vemos en los aeropuertos y los que vemos en el cine es que en los aeropuertos todos los abrazos son de verdad, mientras que en el cine no son pocos los abrazos que hemos visto como significado de una traición.
Para mí sería imposible traer aquí todos los abrazos que a lo largo del tiempo he visto en el cine y me han emocionado. Pero, como despedida, quiero traer otro tipo de abrazo del que todavía no he hablado. Y es el abrazo que recoge, porque esto también pasa en la vida, todo lo que pudo haber sido y nunca fue.
Nunca fue, pero el abrazo queda como la memoria de aquello que nunca existió.Por eso te traigo un abrazo que es también la escena final de una película, Lost in Translation, la película de Sofía Coppola, donde Bob y Charlotte se abrazan en mitad de una calle de Tokio rodeados por transeúntes que caminan a su alrededor. No sé cuánto dura este abrazo, nunca lo he cronometrado, quizá en el aeropuerto de Nueva Zelanda hubiera excedido el tiempo permitido.