Me declaro auténtico Yayo Influencer. Con más de 15 años envuelto en esto de la ciberinfluencia, siento incluso que todo esto llegó un pelín tarde en mi vida. He visto a mucha gente salir a la palestra, desde los inicios de Myspace, Blogger y Twitter, y esto sin tregua. Muchos sobrevivieron a las distintas tendencias. Otros no supieron (¿o quisieron?) reinventarse y desaparecieron del panorama, arrastrados lentamente por el olvido digital y hacia la sombra.
La primera razón es que las redes viven mal el paso del tiempo. Pocas (como YouTube o Instagram) logran pasar de la adolescencia y siguen generando entusiasmo y alegría. Hasta Facebook se aferra a toda una generación y a su veteranía. Con su obsolescencia, las redes suelen llevarse al anonimato, a cientos de usuarios que consiguieron en su día, cierta fama y reconocimiento.
De entre todas la más sorprendente es LinkedIn, el auténtico Benjamin Button de todo este virtual ecosistema. Una plataforma a la cual no le salen arrugas y rejuvenece cada temporada. Lanzada en el 2003 como un espacio para conectar profesionales, quedó relegada como una plataforma de asuntos laborales. Tardó muchos años en ser adquirida por una gran firma, costándole a Microsoft unos 26,000 millones de dólares, la broma.
Mucho tiempo considerada como el patito feo de las redes, hoy LinkedIn está pasando por un renacer de audiencia y de perfiles. Una experiencia de usuario mejorada y un reconocimiento social de la audiencia han animado a muchos usuarios, marcas corporativas y anunciantes, a compartir cada vez más contenidos de ámbitos profesionales.
LinkedIn redefine hasta el término de influencer que parecía estar reservado a líderes de corta y mediana edad. Surgen estos últimos años, cientos de autores, opinion leaders y divulgadores, algunos ya más cercanos a una plateada edad.
Influencers después de padres
El concepto de influencer nunca fue reservado a la muchachada. Desde la antigüedad, políticos y celebridades dictaban tendencias, generaban opiniones y alteraban decisiones. La diferencia es que, desde una década para acá, la edad media de esos líderes no dejó de caer, respondiendo a las necesidades de un público cada vez más joven.
Sin embargo, y con LinkedIn, todo este fenómeno está madurando de una forma más afín a la de la cultura vinícola. Los “nuevos influencers” profesionales no buscan únicamente alcanzar grandes cantidades de seguidores y una gran visibilidad, sino que también buscan hacerse un hueco en el campo de la relevancia y de la credibilidad.
CEOs y presidentes como Pallete, Botín o Dimas Gimeno, seguidos de una infinita lista de consultores, emprendedores y académicos, han logrado construir, a través de un ritmo de publicación serio y constante, una audiencia fiel y valiosa.
Marc Vidal en el campo de la divulgación o Eva Collado, consultora en transformación digital y liderazgo, generaron unas comunidades de fieles lectores y oyentes, más allá de la radio, podcasts e intervenciones. Laura Baena Fernández, fundadora del Club de Malasmadres, con un mensaje potente sobre conciliación y diversidad, es también una de sus grandes figuras profesionales. Mi preferido es Carlos Fernández Guerra, padre de familia, y artífice de las cuentas de @policianacional en su día. Lleva, con talento y audacia, las exitosas cuentas sociales de Iberdrola. A título personal, analiza la prensa, abre debates alrededor de mensajes que pueden quedar ocultos entre líneas.
Influyentes maduritos y con galones
Lo decía ya Bill Gates en 1996, “el contenido es rey” y sigue siendo así 30 años después. Mientras que, en otras redes sociales más visuales, la estética y el entretenimiento juegan papeles cruciales, en LinkedIn el valor radica en la utilidad de los mensajes. Basta con probar compartir fotos de tu cumpleaños, una broma dicharachera para constatar que tus propios amigos no le darán ninguna bola.
En LinkedIn, no cambia solo la forma sino también el fondo, cambia sobre todo la narrativa. Se usa un tono ameno, cercano y auténtico. Se apuesta por la autenticidad y lo didáctico. Los profesionales experimentados hablan de sus éxitos y de cómo aprendieron de sus fracasos. Tocan todo tipo de temáticas alrededor de la empresa, mezclando aprendizajes personales, casos de estudio o reflexiones. Unos valores que, a menudo en otras redes, por falta de recorrido o recorridos laborales, faltan de consistencia y credenciales.
Su habitual confrontación a problemas diarios en reuniones les hace expertos en liderar debates y temas de los más candentes. Comunicación, diversidad, innovación, sostenibilidad o liderazgo, LinkedIn nos ofrece unas valiosas enseñanzas del entorno corporativo, lejos de los GIF, stickers y ruidosos memes, que suelen reinar en las redes más jóvenes y traviesas.
Algoritmo, comunidad y viralidad
La aparición de esta nueva ola de influencers no es fruto de la casualidad. Hasta el algoritmo de Linkedin se comporta más como gente de nuestra edad y en base a nuestros criterios de electividad. La viralidad de los contenidos no suele ocurrir ni bajo las mismas circunstancias que en Instagram, Twitter o TikTok, ni con la misma velocidad. Las publicaciones pueden ser destacadas por los algoritmos, tras varios días o semanas, lo que permite unas conversaciones más sabias.
Lo que sí realmente cuenta, es la autoridad de la comunidad que nos sigue y la conversación que nuestra aportación sugiere. Esto significa que debe compartirse un contenido que invite a la reflexión, fomente unos comentarios desde distintas perspectivas y poder alcanzar así, unas audiencias más amplias.
El sentimiento de pertenencia, bajo una misma bandera (pudiendo ser una persona o su empresa) y el valor de una comunidad tienen un rol protagonista. En LinkedIn, los usuarios no son solo consumidores mirones y pasivos; sino que se espera que sean aportadores y perfiles activos. Cuanto más se genera conversación, más se eleva el impacto de la publicación.
Convertirse en un Influencer en LinkedIn
La “zanahoria” que supuso la aparición automática del numerito, de nuestro impacto y nuestra audiencia, ha animado a muchos a convertirse en creadores de contenidos, del día a la mañana, y tratar de convertirse en personas con cierta aura.
Otro argumento, y no de menor calado, es que la plataforma americana es la que “de entre todas”, deriva más tráfico de calidad a las webs corporativas, significando una cualificada recogida de datos, una potencial captación de futuros empleados o unas ventas aseguradas.
Los interesados en convertirse en líderes de opinión tienen más oportunidades de destacar en esta plataforma, ya que no existe la sobre saturación que en otras apps, reina. Deberán, no obstante, realizar una larga cruzada, definiendo su propio nicho, crear diariamente contenido, ganar la confianza siendo auténtico y fomentar el dialogo. Parece fácil, pero la tarea de influencer, seas más de selfie o de “emprendología”, requiere mucho conocimiento práctico, y una gran dedicación en términos de tiempo.
Linkosfera y Todología
Como en cualquier tendencia o incendio, lo complicado es separar el grano de la paja, evitar caer en tierras del vendehumo. Nuestra querida y artificial inteligencia permite hoy a cualquier humano dotarse en unos segundos, de unos aparentes y sólidos conocimientos sobre agricultura, física nuclear, o política de desempleo. Algunos aprovechan el domingo para pedirle a la IA, un artículo sobre actualidad, economía o política, y aparecen el lunes en LinkedIn a primera hora, como un experto con una nueva teoría sobre la materia.
Para discernir el artista del farsante, basta con analizar su criterio sólido y constante. Los “todólogos”, más interesados en captar masas de audiencia que otra cosa, suelen saber de todo y emplear un tono con cierta suficiencia. Aunque muchos den el pego y puedan parecer “expertos en todo”, la falta de criterio (y de profundidad) se acaba notando con el tiempo.
Otro achaque o “dolencia” de la plataforma frente a su competencia, puede ser el actual y menor atractivo del vídeo. El uso más común sigue siendo frente a una computadora y en la oficina, y hace que LinkedIn, en este formato de momento, no compita. Aun así, intuyó que con el tiempo o por inercia, empecemos todos a usar esta app como otras, en el metro o al despertar en la cama. Esto podría dar más recorrido a las stories y vídeos cortos, que hacen el agosto de los influencers en otros medios.
Es un arma de doble filo, ya que la saturación de contenido, el ruido habitual que genera este formato pondría en riesgo la tranquilidad y pausa de este actual espacio. Como en las demás plataformas, la guerra por la atención está creciendo y estos nuevos influencers deberán encontrar formas creativas de destacar, así como saber utilizar nuevos ganchos. Y sabemos todos lo que pasó en otros campos. Ruido.
En LinkedIn, espero que la influencia no atraiga tanta codicia, ni esa alocada carrera a ser visto y escuchado, sino que siga prevaleciendo una divulgación genuina, unos debates apasionados y basados en el respeto así como las publicaciones de carácter generoso.