Es muy fácil encontrar putas paraguayas en Madrid. Se mete uno en Google, teclea “Prostitutas Paraguay Madrid”, y el buscador supremo, el dios digital encadenado a un golpe de Enter, ofrece todo un zoco vasto y deshumanizado de carne de hembra humana: “Escorts Paraguayas en Madrid”, “Anuncios de paraguaya en Contactos Mujeres Madrid”, “Acompañantes mujeres paraguayas”, “Putas paraguayas en Madrid”, etcétera. La sordidez explícita muta en terror en el apartado de “Noticias”: “Prostitución: 15,5% de atendidos por ONG española proceden de Paraguay” (La Nación, 10 de mayo de 2024); “Los horrores del burdel de ‘Madame Mami’: mujeres prostituidas hasta desfallecer y esponjas para ocultar la regla” (El Español, 23 de agosto de 2024); “El uso de pisos turísticos como burdeles en Madrid oculta aún más la prostitución” (20Minutos, 28 de octubre de 2024), y así.
Blanca Rosa González Miszkowski, alias La Rey, acabó en una cárcel escondida de lumis, sita por Cuatro Caminos. Arribó a los Madriles huyendo desde la Villa 31, una “villa miseria” ubicada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, porque a su novio narco le dio matarile gente de la competencia, y ella también tenía parcela reservada en el “Patio de los Callaítos”, como dice el Comandante Lara. Previamente, había perdido a su madre a causa del dengue, se fue a vivir con su abuela a Ciudad del Este. La yaya Cándida no vivía sola, sino con un fulano setentón apodado el Recio, un sórdido e infecto canalla que violó a Blanca Rosa cuando esta tenía trece años, la transformó en un objeto de desahogo animal y la matriculó en un puticlub. La Rey se especializó en “limpiar, coger y matar”. Una colega argentina del Averno, Maruca, le enseñó su tercera habilidad: “Vivimos en la selva. Y para que no te muerdan todos tienen que saber que vos también podés morder”.
Blanca Rosa González Miszkowski es la protagonista de La Rey (Alfaguara, 2025), la cuarta novela de Reynaldo Sietecase (Rosario, 1961), un periodista y escritor –recomiendo también con fervor sus poemarios– fabuloso que posee el instinto urgente de contar, amén del nervio voraz y la inteligencia de hacerlo con una voz maravillosa, originalísima, con copyright. El autor ha parido un libro trepidante, duro y hermoso, porque posee la belleza de las pinturas negras de Goya, sobre los abusos, la trata, el narcotráfico, la ciencia y el misterio. En este sentido, la ficción realista es tan brutal que, cuando asoma el componente sobrenatural en la historia, el lector se lo bebe como si fuera vino dulce, porque el aguardiente de 80 grados lo ofrecen los proxenetas, las putas yonquis y los asesinos.
Blanca Rosa, decía, sólo es la protagonista (in)creíble, apaleada y superviviente de una novela magnífica, mas a nadie le hubiera extrañado encontrársela en una de las webs ofrecidas por Google, ya fuere como carne de mercado, ya fuere como objeto de una noticia espeluznante. “El mundo es complejo y la naturaleza humana también lo es –dice Reynaldo–. Sólo aspiro a que La Rey se convierta en un personaje difícil de olvidar”. Quienes se zambullan en su lectura comprobarán que el autor ha conseguido su objetivo.