Opinión

Las ventajas de ser extremista

María Dabán
Actualizado: h
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Hace unos días vi un hilarante vídeo del actor y guionista John Cleese en el que explica las ventajas que tiene ser un extremista. El vídeo en cuestión tiene ya unos cuantos años, pero visto lo visto, es de lo más actual. La mayor ventaja del extremismo, dice, es que te hace sentir bien porque te crea enemigos y puedes creer que toda la bondad del mundo está en ti. También puedes achacarles a ellos todos tus defectos y pensar que, si no fuera por esas odiosas personas, tú serías cortés y bondadoso. Otra de las cosas buenas del extremismo, según Cleese, es que te dan una lista de enemigos a los que odiar según seas de izquierdas o de derechas. Y esto facilita mucho las cosas, claro. Curiosamente, las dos listas incluyen a los moderados. Con todo esto, podrás ser, concluye, todo lo desagradable que quieras y sentir que tu comportamiento está justificado. Así podrás pavonearte insultando a esas personas y pensar que eres un campeón de la verdad,” un luchador por el bien común, y no el triste esquizoide paranoico que eres”.

Vivimos en un mundo de muros y de extremos en el que todos nos erigimos en juez y parte de cada cosa que pasa. Somos especialistas en despellejar a la gente y en señalar a supuestos enemigos. Si no, que se lo digan a Karla Sofía Gascón, que ha pasado en unos días de ser una musa de la izquierda, a una apestada del mundo de la cultura. Ella misma ha sido, en mi opinión, su peor enemiga y, sí, sus tuits pueden ser racistas e inaceptables, pero no menos racistas que las declaraciones del director de Emilia Pérez, Jaques Audiard, quien aseguró que el español es “un lenguaje de países modestos, de pobres y de migrantes”.

A veces no se adivina a ver el final de toda esta locura y tontería. Hace unos años, el poeta Víctor Obiols iba a traducir el poema de Amanda Gorman, The Hill We Climb, que la escritora había leído en la toma de posesión de Joe Biden.  Sin embargo, Gorman exigió ser traducida a otros idiomas por mujeres preferentemente negras o activistas sociales, por lo que Obiols fue apeado del proyecto. Semanas antes, la cosa había ido incluso más lejos en Holanda, ya que ese poema había sido traducido por Marieke Lucas Rijneveld, una persona blanca y de género no binario, pero un artículo de una periodista y activista negra que calificaba esta elección como “incomprensible” obligó a Rijneveld a renunciar. En una columna fantástica publicada en El País, Javier Marías recordaba poco después que él mismo había sido traductor de numerosas obras sin que se le preguntaran tales cosas. Y concluía: “¿Por qué nunca nadie se planta ante el cretinismo imperante?”

En el lado opuesto de la balanza están gobiernos como el de Trump, que han adelantado que “limpiarán” la Administración americana de funcionarios que no piensen como ellos, al más puro estilo de la caza de brujas de Joseph McCarthy. Ring Lardner Jr, guionista y ganador de dos Oscars, fue una de las víctimas de la campaña del infame senador. En 1947 fue convocado ante la Comisión de Actividades Antiamericanas para que delatara a los supuestos elementos comunistas que existían en Hollywood en aquella época. Él se negó, acogiéndose a la Quinta Enmienda, y respondió diciendo que, si lo hiciera, se odiaría cada mañana cuando se mirara al espejo. Esa famosa frase le costó ser condenado a doce meses de prisión y a ser despedido de la Fox, y dio título a un libro de memorias que refleja muy bien el ambiente enfermo de la época. Él sí se plantó ante el cretinismo imperante.

Por mi parte, reivindico mi derecho a pensar como me dé la gana, sin que nadie me diga cada día qué es lo políticamente correcto, aunque, en un momento dado, pueda acabar en cualquiera de las dos listas de las que hablaba John Cleese. Me consuela saber que, por lo menos los extremistas serán felices odiándome.

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