Puede que hayas leído a Lorca, a Pedro Salinas, a Luis Cernuda, a Jorge Guillén, a Vicente Aleixandre, a Gerardo Diego, a Dámaso Alonso, a Rafael Alberti. Si no los has leído, al menos conoces los nombres de estos escritores o de alguno de ellos. Reconoces a estos escritores y también reconoces otros nombres de artistas como Dalí o Buñuel. Sí, lo has adivinado, estoy hablando de la Generación del 27, una generación que algunos dicen que es irrepetible.
Pero quizá esta la Generación del 27 que nos enseñaron. Esos son los nombres que estaban en los libros que estudiamos. Y digo que es la que nos enseñaron porque en realidad ellos son sólo una parte de esta Generación. De la otra parte que también conformaba esta Generación, nunca nos hablaron. La otra parte eran las mujeres. Las Sinsombrero.
«Todo el mundo llevaba sombrero, era como un pronóstico de diferencia social. Un buen día a Federico, a Dalí, a mí y a Margarita Manso se nos ocurrió quitarnos el sombrero y al atravesar la Puerta del Sol nos apedrearon…» La que habla es Maruja Mallo en Las Sinsombrero, el documental de Serrana Torres, Tania Balló y Manuel Jiménez, realizado en 2015, que rescata del olvido a todas las mujeres que, formando parte de esta generación, nunca nos habían sido mostradas y que además da nombre a este grupo de mujeres olvidadas durante decenios.
«A veces la historia que viene en los libros no es la historia real, es la historia seleccionada por un autor» le dice un profesor de literatura a sus alumnos en clase en el documental. Y prosigue «la historia tiene que completarse porque la historia necesita contarse entera».
Margarita Manso, Josefina de la Torre, Concha Méndez, Marga Gil Roësset, Maruja Mallo, Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel, María Zambrano, María Teresa León… Estas mujeres también formaron parte de la Generación del 27 pero yo nunca las estudié en el colegio y probablemente tú tampoco. Quizá te suene alguno de estos nombres, quizá Rosa Chacel, o María Zambrano, si has viajado a Málaga en AVE, ya que la estación lleva su nombre o conoces la biblioteca homónima en la Complutense de Madrid.
Ha pasado casi un siglo desde 1927, la fecha que sirvió para dar nombre a esta generación, y es ahora, desde hace apenas unos años, cuando empieza a darse visibilidad a todas estas mujeres artistas e intelectuales (novelistas, poetas, pintoras, escultoras, filósofas) que podemos ver en las fotos de grupo junto a los hombres que sí pasaron a la historia en los libros o manuales que estudiamos.
«Recuerdo el día en que vino un amigo de mi padre a casa y les preguntó a mis hermanos qué querían ser de mayores. Yo me adelanté, a mí no me preguntaba nada, y dije yo voy a ser capitán de barco y el señor respondió: las niñas no son nada». Estas palabras, también recogidas en el documental Las Sinsombrero, las pronuncia Concha Méndez, una de las escritoras que nunca fueron reconocidas como parte de la Generación del 27. Ella también relata que incluso algunos hombres pertenecientes a esta Generación no las incluían a ellas como parte de esta, y pone como ejemplo que en la primera antología poética de la Generación que realizó Gerardo Diego no incluyó a ninguna mujer.
Ha tenido que pasar casi un siglo para que estas mujeres comiencen a tener un reconocimiento que la historia les había negado. Ahora, en las clases de literatura, de arte, ya se oye hablar de ellas, ya se las reconoce. Pero, como en otras ocasiones, quienes escribieron la historia dejaron fuera de ella a una parte de quienes la configuraron.
Traigo los versos con los que Ernestina de Champourcín comenzaba su poema Toulouse:
Se van abriendo puertas.
¿Hacia dónde?
Es la hora de mover lo soñado
de recurrir a aquello
que parecía imposible.
Si durante mucho tiempo pareció un imposible que las niñas fueran algo, como contaba Concha Méndez que le dijo aquel amigo de su padre cuando era pequeña, ahora es tiempo de mover lo soñado y moverse hacia lo soñado. Movámonos por estas mujeres y por su obra que quedó para la posteridad y que podemos y debemos reconocer, disfrutar y compartir.
Te invito a que las descubras, a todas y a cada una de ellas. Y te invito a que cada vez que te quites un sombrero, aunque sea el sombrero de paja con el que bajas a la playa, sonrías y las recuerdes a ellas, olvidadas durante tanto tiempo. Las Sinsombrero.