Opinión

La victoria es de los tenaces

Rafa Nadal debutando en la Copa Davic 2024.
María Dabán
Actualizado: h
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Pensábamos que nunca iba a llegar este momento, pero lo ha hecho. Rafa se ha ido como llegó: siendo humilde y esperando que le recordemos no como uno de los tenistas con mejor palmarés de la historia, sino “como una buena persona”. En el día de su despedida, después de haber perdido su partido contra el holandés Botic van de Zandschulp, pero sin saber todavía si España seguiría viva en la Davis, Nadal fue sincero: si yo fuera Ferrer, “no me pondría en el siguiente partido. Visto mi nivel, no me elegiría”. Lo decía un deportista con 92 títulos a sus espaldas al que habíamos visto llorar horas antes escuchando por última vez el himno de España.

Nosotros seguíamos cumpliendo años y pensábamos que Rafa no lo hacía, que era inmortal a pesar de los reveses, a pesar de las lesiones, porque siempre encontraba una nueva forma de cambiar su forma de jugar y de seguir ganando, pero el tiempo es implacable, sobre todo con los deportistas de élite. En 2023 se retiró durante un año, después de meses difíciles dispuesto a volver porque, aseguraba, “no me merecía acabar así”, y volvió, pero ya nada fue igual: tenía ganas de continuar, porque ama jugar, ama el tenis, pero su cuerpo ha dicho basta. Nosotros hemos sido felices, y él también, pero lo que no sabemos, porque no lo hemos visto, es todo el sacrificio que su carrera le ha supuesto, todo el sufrimiento que ha padecido y del que sólo ha sido testigo su círculo más cercano.

David Ferrer le decía en su despedida que su nombre será recordado “eternamente”. Y lo será, pero no sólo por su gigantesco palmarés, sino por la felicidad que ha sabido dar durante toda su carrera a los aficionados de todo el mundo. Ver jugar a Nadal te garantizaba que no iba a bajar los brazos hasta el último punto del último set y, si no, que se lo digan a Daniil Medvedev, al que le remontó dos sets en el abierto de Australia de hace dos años después de casi cinco horas y media de partido, en uno de sus triunfos más épicos.

Para el recuerdo quedan también sus duelos con Roger Federer, su amistad más allá de la pista, y la manera en la que se forzaban mutuamente a superarse para poder ganar al otro. Ambos han sido el vivo ejemplo del deporte limpio y de la sana rivalidad. Prueba de ellos son las lágrimas de ambos en la despedida del tenista suizo. Federer le escribió el martes una carta para despedirse en la que admitía que Nadal le ganó más veces de las que él logró vencerle, y que su mayor miedo ahora es que sus hijos vuelvan de la Academia de Nadal “jugando siendo zurdos” (como el balear).

Ahora, para Rafa, llega otro de sus retos más difíciles, el mismo al que se enfrentan muchos deportistas cuando abandonan la pista de tenis, el campo de fútbol o la cancha de baloncesto: encontrar otro propósito en su vida, lejos de la gloria, de los aplausos, de las ovaciones, de los títulos… Pero si algo nos ha enseñado Nadal en su carrera es que luchará hasta el final, haga lo que haga. En la pista Philippe Chatrier de Roland Garros está escrito: “La victoria es de los tenaces”, y Rafa lo es. Volverá a triunfar, aunque de otra manera, seguro, y aunque desgraciadamente nosotros ya no lo veamos.

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