Opinión

La sección de feminismo

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—Hola, buenos días. Venía buscando un complemento para un evento especial. Algo que eleve mi outfit, que me haga destacar sobre los demás. Un accesorio que esté a la moda y al mismo tiempo que sea versátil y combine con cualquier cosa.

—Sí, diríjase usted a la sección de feminismo: planta 7, pasillo F. Seguro que encuentra algo que le pueda encajar.

El feminismo se ha convertido para muchas empresas, personalidades y agrupaciones políticas en una de las secciones de un gran centro comercial. Un pasillo al que recurrir en determinadas ocasiones para escoger algún eslogan o una frase suelta con la que puedan impactar tanto en un cóctel como en una reunión empresarial. Un pequeño detalle que prender en la solapa. Un guiño de actualidad. Algo que dé el pego sin tener que invertir mucho esfuerzo. Suelen utilizarlo cuando dan algún discurso, participan en congresos o tienen que opinar sobre algún suceso. En su mente es algo ligero, que no ocupa mucho espacio y es fácil de manejar. Cuando regresan a sus casas pueden desprenderse de él y dejarlo sobre la mesita de noche, como quien se quita los pendientes o la pulsera. En el mejor de los casos lo guardarán en un cajón y, en el peor, irá directo a la papelera.

Esta semana a muchas personas les ha sorprendido la dimisión del diputado de Sumar, Íñigo Errejón, que ha sido denunciado por varias mujeres por acoso sexual. Ante estos hechos la opinión pública se ha fragmentado. Por una parte, están quienes no saben encajar que el dirigente de un partido que utiliza el feminismo como uno de los puntos claves de su programa, tenga un comportamiento machista y, por otra, quienes piensan que ha sido un político de izquierda como podría haber sido uno de derecha, un cantante de ópera, un director de cine, un profesor de fotografía, un creativo publicitario, un policía o un directivo de energías renovables, porque el machismo es un problema estructural que está integrado en el comportamiento de todas las personas y atraviesa todas las esferas.

El problema de tratar el feminismo como un departamento más dentro de una gran estructura, ya sea política, empresarial o cultural, es que de esa manera no puede tener ningún impacto real. Puede servir de tirita. Puede tapar una fuga puntual. Pero situarlo en la periferia no nos sirve si lo que queremos es obtener diferentes resultados. La perspectiva feminista no es un remedio para cuando algo sale mal, sino un cambio en el comportamiento para que la desigualdad no se llegue a dar.

Este modo de operar es habitual en las empresas que quieren parecer modernas, sin hacer cambios profundos en su plantilla y tampoco en su filosofía. Para hacerse los igualitarios fundan un departamento de mujeres o lanzan alguna línea de producto realizada por y para ellas. De esta manera no solo se quitan al feminismo de encima, sino que también lo neutralizan. Mientras ellos siguen tomando las decisiones importantes en la compañía, a ellas las apartan para que hagan sus talleres y estén entretenidas.

Los partidos políticos, por mero cálculo electoral, también quieren lucir el broche de la igualdad, pero no como una forma de vertebrar todas sus acciones políticas, sino confinándolo en un ministerio. En lugar de tenerlo en cuenta para alinear todas sus estrategias desde la raíz: igualdad en la economía, igualdad en la cultura, igualdad en la educación o igualdad la ciencia, lo plantean como un buzón al que derivar una tipología concreta de quejas.

Para estas estructuras y personalidades, el feminismo también es una práctica estacional. Hay días señalados en el calendario en los que toca abrillantarlo y sacarlo a pasear. El 8 de marzo, el 25 de noviembre, en precampaña… Como si el resto del año la igualdad ya estuviese conseguida y no hiciese falta planificar ni actuar desde esta perspectiva. Con dos charlas al año a las que acuden cincuenta mujeres y un par de hombres, poco cambio se puede esperar más que sacar un aprobado raso en el cumplimiento del plan de igualdad.

Para que la perspectiva feminista sea realmente efectiva tiene que estar presente en el origen de todas las acciones y trabajar de manera coral desde todas las áreas y administraciones. A estas alturas no nos extraña la dimisión de ningún cargo político por conductas machistas, haga o no alarde del feminismo. Ya nos hemos dado cuenta de que en la mayoría de las acciones públicas hay poca voluntad de cambio y mucho postureo. Quien realmente quiere cambiar las cosas y tienen un compromiso firme no da titulares sino ejemplo. El feminismo es el movimiento social más transformador de las últimas décadas, no es ningún complemento.