Opinión

¿La reedición del “sambenito”? Pegatinas escarnecedoras en juzgados de Violencia sobre la Mujer

Teresa Giménez Barbat
Actualizado: h
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“El sambenito era una prenda utilizada originalmente por los penitentes católicos para mostrar al público arrepentimiento por sus pecados, y más adelante por la Inquisición española para señalar a los condenados por el tribunal, por lo que se convirtió en símbolo de la infamia”, dice la Wiki. No tan vistoso y sin tela, a propuesta de dos Juzgados de Violencia sobre la Mujer, los acusados ​​de violencia machista de Bilbao lucieron durante un tiempo pegatinas estigmatizantes. Tuvo que llegar el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) para que tal humillación se impidiera. El Colegio de Abogacía de Bizkaia presentó una queja ante la Sala de Gobierno de este tribunal. Se lo cuento.

A finales del mes de julio, a unas personas que iban a declarar en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer Nº1 de Bilbao, se les indica que deben ponerse una pegatina. El abogado, una de color azul. El presunto agresor y cliente, una naranja. La de los dos testigos que le acompañaban eran verdes. Se trataba de un nuevo protocolo que había comenzado a aplicarse únicamente en los Juzgados 1 y 2 de la capital vizcaína. Posteriormente, el Gobierno vasco afirmó desconocer el origen de una iniciativa que, sin la menor duda, vulneraba la presunción de inocencia de los acusados. Se pueden alegar muchas excusas, entre ellas evitar posibles conflictos si presuntos agresores y presuntas víctimas coinciden en el mismo espacio. Pero, teniendo en cuenta que, por desgracia, las denuncias falsas no son tan extraordinarias como algunos/as nos quieren hacer creer, una pegatina así recordaba excesivamente a un “sambenito”, con las consecuencias para la imagen que podría suponer.

Esta falta de sensibilidad y de respeto nos debería hacer reflexionar. Que les haya pasado tal cosa por la cabeza y que la hayan aplicado (aunque, por suerte, durante un corto espacio de tiempo) nos dice mucho de este clima de tolerancia con determinadas acciones que estigmatizan y perjudican a los hombres. ¿Por qué somos más severos con ellos y generalizamos las acciones reprobables de unos pocos al conjunto? El feminismo iliberal les culpa de todos los males que sufre la mujer. A diferencia de cómo se justifican a veces nuestras fechorías (“tenía el síndrome postparto, por eso mató a sus hijos”), los hombres tienden a ser culpados, más que perdonados, por su biología. Se considera que las que carecen de un cromosoma Y son menos responsables de sus acciones, mientras que los individuos desfavorecidos por llevar la fatídica letra lo son más. Se llama a eso la “brecha de empatía”.

La mayoría de la población ha tendido tradicionalmente a favorecer de forma espontánea «las medidas políticas que favorecen a las mujeres», como explica en un trabajo la psicóloga social Tania Reynolds. Se trata de predisposiciones en el cableado básico de nuestros cerebros. Es un “universal humano”, pues se mantiene a través de distintas culturas y se le supone una base evolutiva. Como sorprendentemente perdura en un mundo que se quiere igualitario (solo hay que dar un vistazo a la asimetría en las legislaciones de nuestra parte del planeta), algunos psicólogos evolucionistas lo califican como un mismatch (desajuste), algo que crea una disonancia entre aquello para lo que venimos preparados de nacimiento y la realidad de los avances éticos y morales del mundo de hoy.

Esa estrategia evolucionista —la utilidad masculina y su relativa disponibilidad— parece haber sido exitosa. Esa asimetría en la percepción de los sexos normaliza la preferencia por la protección de las hembras y, por lo tanto, inevitablemente perjudica a los machos. A pesar de ello, en un mundo tan atento al avance de los derechos y libertades, sigue llamando la atención esa intolerable falta de empatía hacia los varones. ¡Por parte de ambos sexos! El protocolo de la pegatina, como denunció el mismo Colegio de la Abogacía de Vizcaya, es una “pena de banquillo adelantada” que se da de bruces con los principios de un Estado de derecho. El experimento ha sido una barbaridad fruto de esa “brecha de empatía” que he descrito.  Por lo menos la Inquisición colocaba el sambenito al reo cuando ya le había condenado. La señalización pública de una persona con la condición de investigado por violencia de género pasa por encima del artículo 24 de la Constitución Española (CE), que en su segundo punto establece el derecho a la presunción de inocencia.

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