Opinión

La periodista que puso firme al golpista del 23-F

Los periodistas Jaime Campmany y Pilar Narvión durante el coloquio "Oportunidades Profesionales de la Mujer Trabajadora", en el Centro Nacional de Promoción Profesional y Social Almirante Carredo de Madrid.
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Se cumple este viernes el cuadragésimo aniversario del cierre de Pueblo, corte milagrosa de la que salieron, entre otros, Arturo Pérez-Reverte, Raúl del Pozo, Carmen Rigalt, José María Carrascal o Rosa Villacastín. Se ubicaba, desde el 2 de marzo de 1964, en el número 73 de la calle Huertas, donde hoy se halla ese engendro arquitectónico –creo recordar que el edificio fue remodelado en los noventa– que alberga el Consejo Económico y Social. Pueblo fue un periódico deslumbrante que vivió sus mejores días bajo la dirección de Emilio Romero. En aquel maravilloso enjambre, cualquier treta valía con tal de firmar en primera página, el sanctasanctórum del diario: disfrazarse de médico en La Paz para obtener información privilegiada sobre el estado de salud de Franco, como Irma Deglané; publicar las mejores crónicas de la actualidad británica… desde un hotel de El Escorial, como Felipe Mellizo; hacerse pasar por madero para birlarle la foto del difunto marido a una viuda y publicarla en exclusiva, como Julio Camarero, etcétera.

Durante los estertores de la dictadura y la incipiente democracia, en Pueblo hubo más mujeres periodistas que en ningún otro periódico. Evidentemente, la paridad, tal y como ahora la concebimos, no existía. Ahora bien, eran profesionales bravas, duras, y su trabajo se respetaba tanto como el de los tíos. El número de firmas femeninas fue aumentando con el paso de los años, aunque, ya en los cincuenta, corresponsales como Conchita Guerrero o Pilar Narvión refulgían con luz propia. Esta última fue la primera mujer periodista que trabajó en Pueblo. Informó desde París durante quince años. Cubrió el Mayo del 68 o las protestas contra la guerra de Independencia de Argelia. Allí conoció a Santiago Carrillo: “En Pueblo estaban al tanto. No creas que actuaba como clandestina. Tan es así que, en una de mis crónicas, escribí que algún día esos cafés que tomaba con Carrillo los tomaríamos cara a cara en las Cortes Españolas”.

Emilio Romero la nombró “subdirector” (sic) de las páginas de Madrid en octubre de 1973; entre 1981 y 1983, fue directora adjunta de Pueblo. Hasta entonces, ninguna mujer había llegado tan alto en el organigrama de un periódico patrio desde la Guerra Civil, cuando María Luz Morales y Regina García dirigieron, respectivamente, La Vanguardia y La Voz. El 23-F le pilló en plena tribuna de prensa del Congreso. Con ella estaban Charo Zarzalejos y Julia Navarro. La autora de Dime quién soy me habló de la valentía de Narvión: “Charo lloraba como una Magdalena. Pilar dijo: ‘Te voy a acompañar al lavabo para que te laves la cara y te tranquilices’. Cuando fueron a salir de la tribuna de prensa, un tipo les apuntó y les dijo: ‘¿Ustedes dónde van?’. Y Pilar respondió: ‘Oiga, joven. Después del susto que nos han dado ustedes, ¿dónde creen que vamos? Mire cómo está esta niña: ¿no ve que está llorando? Pues vamos a que se lave la cara y a que se tranquilice, así que apártese’. El otro se quedó absolutamente a cuadros. Y se apartó, les dejó salir”.

La pionera Narvión se retiró al poco del gatillazo golpista. Murió el 7 de julio de 2013 en Madrid. Su recuerdo me sirve para homenajear a los hombres y las mujeres que, desde Pueblo, pergeñaron el periodismo más fascinante que jamás se ha hecho en España. Más información, en Nido de piratas (Debate, 2023).