Opinión

La otra Navidad

María Dabán
Actualizado: h
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Muchas personas en España y en el mundo van a vivir en este 2024 una Navidad distinta. Es fácil acordarse, por ejemplo, en estos días, de los afectados por la DANA, que han perdido familiares, la casa, su negocio e incluso los recuerdos de toda una vida. Todas las Navidades tienen algo particular, pero hay un momento donde hay un punto de inflexión, donde cambia lo que una conocía de niña. Cuando era pequeña, todos esos días se parecían: en mi casa había ruido, jolgorio, y gente por todas partes. Mi madre se empeñaba, año tras año, en poner una mesa como las que aparecían en el Telva, pero no había forma. Éramos demasiados como para meter ahí centros navideños, velas y otros adornos superfluos y vanos (dos palabras que ella utilizaba para todo).

Como yo era la pequeña, además, quedaba fuera de la mesa de los mayores, el problema es que fui cumpliendo años, pero seguía sin haber hueco, cosas de la vida y de los cuñados y cuñadas, que irremediablemente eran mayores que yo. A mí me tocaba cenar con los sobrinos o sola. Llegó un día, sin embargo, en que mi hermano mayor descubrió que se cenaba mucho más tranquilo en una mesita al lado de todo el jaleo, y, ahí sí, tuve mi lugar en la mesa grande.  Qué momento.

Con los años, sin embargo, empezaron las ausencias: padres, algunos hermanos… el caso es que la Navidad fue cambiando, y fue más triste. Parafraseando a Neruda, en cierto modo nosotros los de entonces ya no éramos los mismos, pero la Nochebuena seguía ahí, y sigue, y hay que aprender a vivirla de otra manera, confiando, siempre en el mensaje de esperanza que para los creyentes conlleva el nacimiento de Jesús. Y continúa habiendo momentos muy buenos, aunque distintos de los que conocíamos, y hay que saber apreciarlos.

Quizá esta sea la única época del año donde la gente se desea felicidad, y eso hay que aprovecharlo, pero me hace gracia también que en esta España tan polarizada, hasta en la Navidad hay gente que quiere ser diferente, y para acentuar que no cree en nada, dice aquello de “felices fiestas”, aunque no haya caído en la cuenta que si es fiesta es porque desde hace siglos se celebra en la vieja y cristiana Europa la Natividad (también se celebra en todo el mundo lo sé). Estas polémicas artificiales me recuerdan siempre a un señor de mi pueblo que contaba que, cuando era pequeño e iba a pedir por las casas, si entraba en una en la que simpatizaban con la izquierda decía “salud camarada”, y si lo hacía en una de gente de derechas, saludaba con un, “Ave María Purísima”. Pragmatismo en estado puro, vamos.

Celebremos pues estas fiestas con paz y armonía, olvidando los problemas, y la política, y recordemos esos versos de Lope de Vega en su poema Al nacimiento de Cristo, cuando los pastores van a adorar al Niño Dios: “El santo niño los mira/ y para que se enamoren/ se ríe en medio del llanto/y ellos le ofrecen sus dones” “Alma, ofrecedle los vuestros/ y porque el Niño los tome/ sabed que se envuelve bien/ en telas de corazones”. ¡¡¡Feliz Navidad!!!

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