Opinión

La normalización

María Dabán
Actualizado: h
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El pasado jueves una portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, cruzaba por vez primera las puertas del palacio de la Moncloa. Pedro Sánchez la incluyó en su ronda de contactos para explicar a los grupos la necesidad de que Europa se rearme ante el previsible abandono por parte de Donald Trump de sus pactos con el continente. Algunos medios han llegado a calificar como “histórica” esa imagen en la escalinata de Moncloa, aunque algo histórico no tenga que ser, eso sí, bueno per se.

Parto de la base de que Aizpurua tenía derecho a participar en esa ronda de contactos porque representaba a los más de trescientos mil votantes que su partido obtuvo en las elecciones de 2023. Pero más derecho todavía tenía Vox a hacer oír su voz en Moncloa porque en esos comicios consiguió tres millones de votos. Sin embargo, Sánchez excluyó a los de Abascal con el argumento de que su visión sobre la invasión de Ucrania estaba muy clara (tan clara como la del resto de partidos que ya habían hablado públicamente del tema).

Que yo acepte el derecho objetivo de Aizpurua a ir a Moncloa, no quiere decir que considere a EH Bildu como un partido democrático más, porque no lo es. Cuando ETA mataba siempre se dijo que había que conseguir que los abertzales hicieran política sin recurrir a las armas. Y ahora no lo hacen, pero siguen defendiendo un proyecto totalitario y excluyente, por eso resulta irónico que ahora muchos destaquen que hay paz en las calles del País Vasco. La hay, siempre que en algunos sitios no se te ocurra expresar en voz alta una opinión muy distinta a la imperante.

El filósofo José Antonio Marina decía que “lo que es respetable es el derecho a exponer tus opiniones” pero “la respetabilidad de las opiniones, depende del contenido de las opiniones”. Y las opiniones de Bildu en general y de Aizpirua en particular no son para nada respetables, sino todo lo contrario. La portavoz abertzale fue condenada a un año de cárcel por apología del terrorismo y era redactora-jefe del diario Egin cuando publicó una de sus portadas más infames, la que tituló: “Ortega Lara vuelve a la cárcel” cuando el funcionario de prisiones fue liberado después de 532 días de cautiverio. En Bildu está también Adolfo Araiz, uno de los impulsores de la ponencia de la banda terrorista que abogaba por “socializar el dolor” y que se llevó a la práctica matando a todo aquel que se opusiera a la estrategia de ETA, también a políticos, jueces, fiscales, periodistas y otros miembros de la sociedad civil. En Sortu, uno de los partidos que forma parte de Bildu, juega ahora mismo un papel esencial David Pla, uno de los últimos jefes de ETA que en su día había dicho que la violencia “es un método válido”. Y cómo olvidarnos de Arnaldo Otegi, condenado a más de 13 años de prisión por secuestro, pertenencia a organización terrorista y enaltecimiento del terrorismo. Otegi reclamó hace unos meses las políticas de inmigración porque “la identidad nacional” de Euskadi se estaba poniendo en riesgo. Pero esto para algunos, no es racismo ni xenofobia.

Las asociaciones de víctimas denunciaron además que el año pasado tuvieron lugar 71 actos de apoyo y homenaje a etarras, 25 de ellos desde las propias instituciones, y alguno de ellos en Navidad, porque, ¿qué fechas más idóneas que esas para elogiar a los asesinos?

Joseba Arregi, el que fuera consejero de Cultura del Gobierno Vasco y que destacó por su defensa de las víctimas del terrorismo y por la reivindicación de su memoria resumía muy bien lo que estamos viviendo. Arregi recordaba que Juan José Ibarretxe, al presentar el plan que llevaba su nombre, abogaba por hacer “como si ETA no existiera”, pero ahora, decía, vivimos “como si ETA no hubiera existido”, y a eso ha contribuido Pedro Sánchez haciendo que Bildu sea considerado como un socio más de su Gobierno mientras los abertzales siguen trabajando para destruir el estado. El periodista y escritor Ambrose Bierce decía que “la desmemoria es un don que otorga Dios a los deudores para compensarlos por su falta de conciencia”. Algunos, se podrían apuntar esta frase.

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