Opinión

La muñeca de Kafka o por qué necesitamos historias

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Una tarde el escritor Franz Kafka paseaba con su compañera Dora por el parque Steglitz de Berlín cuando vieron a una niña llorando de manera desconsolada. Kafka se acercó a la niña y le preguntó qué le pasaba. La niña le contestó que había perdido a su muñeca. El escritor, para intentar consolarla, le dijo que su muñeca no se había perdido: «Tu muñeca tan sólo está haciendo un viaje. Lo sé. Me ha enviado una carta». La niña, desconfiada, le preguntó: «¿La has traído?». «No, la he dejado en casa, pero mañana te la traeré» respondió el escritor.

Kafka llegó a su casa y escribió una carta haciéndose pasar por la muñeca. Al día siguiente volvió al parque para llevar la carta a la niña, que le estaba esperando, y se la leyó en voz alta. La muñeca le contaba que se había ido porque no quería vivir siempre la misma vida en la misma familia, quería vivir una nueva vida llena de aventuras, y prometía escribir todos los días a su amiga.

Durante tres semanas Kafka escribió cartas donde la muñeca le contaba a su antigua compañera las aventuras que iba viviendo en distintos lugares del mundo. Al cabo de estas semanas la muñeca le explicó a la niña que iba a dejar de escribirla porque se iba a casar, que era muy feliz y no tenía que preocuparse por ella. Y la niña dejó de preocuparse. Las historias de la muñeca viajera habían terminado por llenar el lugar de la ausencia.

Kafka escribió las cartas de la muñeca viajera como consuelo para una niña que había perdido a su muñeca. Escribió el filósofo Friedrich Nietzsche que necesitamos el arte para no morir de realidad, y es verdad, necesitamos el arte y necesitamos las historias. Necesitamos que nos cuenten historias, necesitamos contar historias, necesitamos contarnos nuestra propia historia. Lo que nos hace humanos son las historias. Hay estudios que confirman que incluso cuando recordamos, fabulamos. Somos seres narrativos.

Desde niños nos gusta que nos cuenten historias. Nos dormimos escuchando o leyendo nuestros primeros cuentos. Inventamos mundos y vivimos en ellos hasta que la realidad se impone. Vamos creciendo y seguimos encontrando refugio de la realidad en las historias, ya sea en formato novela, o cine, o series. Algunos prefieren leer, otros prefieren verse envueltos por las imágenes emitidas por una pantalla.

A menudo contamos nuestras propias historias para intentar entendernos. Paul Ricouer, el filósofo francés, decía que la identidad del hombre es una identidad narrativa, que nos reconocemos a partir de lo que contamos. Otras veces es necesario narrar para curar heridas, para sanar.

¿Qué es la vida? se preguntaba Calderón de la Barca en La vida es sueño. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción. No es siempre fácil aceptar el mundo que nos rodea y no pocas veces nos gustaría entrar en la historia que estamos leyendo o viendo en una pantalla y poder salir del mundo real.

Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias, decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Yo estoy de acuerdo con los científicos y con el pajarito. Estamos hechos de átomos y estamos hechos de historias. Casi el 99% del cuerpo humano está formada por seis elementos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, calcio y fósforo. Esto es lo que nos dicen los científicos. El pajarito nos diría que estamos hechos además de todas las historias de aventuras que hemos leído, y de todas las historias de amor, y de todas las historias de amistad, y de tantas y tantas historias que somos incapaces de enumerarlas todas, pero que no sólo forman parte de nuestra vida, sino que son ya nuestra propia historia.

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