Opinión

La matraca

María Dabán
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

PSOE y Junts nos harán vivir hoy un nuevo episodio del culebrón en mil actos en el que han convertido la legislatura. Estamos, como decía ayer Carlos Alsina, con “la misma matraca”, y así es, si atendemos a la definición que de esta palabra hace la Real Academia Española: “Importunación, insistencia molesta en un tema o pretensión”.  A veces da la sensación de que vivimos en un verdadero dejà vu. Desde que Pedro Sánchez consiguió el visto bueno de Puigdemont a su investidura, previa visita de los enviados del PSOE a Waterloo para rendirle pleitesía, los enfrentamientos públicos y privados entre ambos no han parado. En los últimos tiempos, Junts no ha tenido ningún problema en votar junto al PP para modificar la reforma fiscal del Gobierno o para acabar con el impuesto a las energéticas y, harto de los supuestos incumplimientos por parte del Ejecutivo, los independentistas registraron el mes pasado una proposición no de ley para exigir a Pedro Sánchez que se someta a una cuestión de confianza ante la cámara.

En teoría, esta iniciativa, recogida en la Constitución, tiene que partir necesariamente del presidente del Gobierno en caso de que quiera poner a prueba sus apoyos parlamentarios. En la reciente historia democrática, tanto Adolfo Suárez, como Felipe González, se sometieron a ella, y ganaron. Si, por el contrario, la oposición pretende cargarse al Ejecutivo, debe plantear una moción de censura como hicieron el PSOE y sus socios contra Mariano Rajoy. Pero Junts no quiere, de momento, unir sus votos a PP y Vox, así que ha preferido tirar de creatividad parlamentaria y sacarse de la manga esta nueva fórmula que, para empezar, debería obtener el visto bueno de la Mesa del Congreso en la que ahora mismo tienen mayoría PSOE y Sumar. Si los dos partidos unen hoy sus fuerzas para bloquearla, esa proposición quedará en una vía muerta y Junts ya ha advertido que habrá consecuencias.

Iniciar la tramitación de la PNL llevaría su tiempo. Primero debería ser aprobada por el pleno de la cámara y después, si el presidente quiere, convocaría esa cuestión de confianza, aunque, de no hacerlo, tampoco pasaría nada, y es que, como dijo en cierta ocasión un ministro socialista: “Las proposiciones no de ley están para no cumplirlas”. No lo suele hacer el PSOE, pero tampoco lo hacía el PP. Por el camino de esa tramitación, Junts también podría retirar la iniciativa antes de ser votada si consigue alguna contraprestación por parte del Gobierno.

Otra de las posibilidades es que Sánchez planteara esa cuestión de confianza y Junts acabara apoyándole, pero, si el presidente la pierde, la Constitución obligaría al Gobierno a dimitir, y el Rey tendría que abrir una nueva ronda de contactos con las fuerzas políticas para nombrar a un nuevo candidato que pudiera obtener el visto bueno de la cámara. Así pues, cabría concluir que Sánchez no tiene ninguna necesidad de ponerse a sí mismo contra las cuerdas y que, si Junts quiere que caiga, deberá retratarse junto a PP y Vox en una moción de censura.

Lo previsible es que Junts mantenga sus órdagos, que el Gobierno intente compensarle de alguna manera (acelerando la cesión de las competencias de inmigración a Cataluña, por ejemplo), y, si no hay presupuestos, tampoco importará mucho. Pedro Sánchez seguirá pedaleando encima de la bicicleta por una senda más o menos abrupta hasta el 2027. Y es que, en el fondo, el presidente debe de pensar como Churchill, que nunca llegará a su camino si se detiene a tirar piedras a cada perro que ladra. Eso sí, mientras tanto los españoles seguiremos aguantando la matraca.