Opinión

La masculinidad americana

Asalto al Capitolio
Actualizado: h
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En la moda de Estados Unidos está triunfando una estética: se llama ‘Presentadora de la Fox’, y consiste en vestidos cortos tipo tubo bien ajustaditos al cuerpo, melenas rubias con ondas de sirena, zapatos de corte salón con tacón de aguja, maquillaje bien cargado, uñas perfectas y gloss, mucho gloss. La tendencia no es nueva, ya estuvo de moda durante el primer mandato de Trump: a los ricachones americanos de derechas siempre les ha encantado la estética hiper-cuidada de las mujeres florero.

La estética no es lo único que está cambiando para las mujeres con la reelección de Trump. En el Partido Republicano se lleva fraguando un reclamo por ‘la vuelta a la masculinidad’ de la sociedad desde hace ya muchos años. Empezó en 2021 cuando el senador Josh Hawley copó titulares dedicando todo su discurso en la Convención Republicana a cómo había recuperarla. Desde entonces todo ha ido a más: se pide recurrentemente que la mujeres se dediquen a las familias y a tener más hijos; se habla de las mujeres con condescendencia como algo ‘a proteger, les guste a ellas o no’; y se proclama abiertamente que hay que educar a los niños (no a las niñas) en los valores de la competitividad, la fuerza, la honestidad y la valentía, como si estos valores fuesen solo de hombres.

El reclamo de la masculinidad ha surgido en parte como reacción a la narrativa woke de los últimos años, patrocinada por el Partido Demócrata (en España, la narrativa de Podemos). Todos los que han abusado de esa narrativa deberían reflexionar sobre si ha merecido la pena: toda acción conlleva una reacción; cuando la acción se queda en palabrería woke, las mujeres acabamos sufriendo -como ocurre ahora- un coste de reacción sin haber logrado mejoras concretas.

Pero el reclamo de la masculinidad no es simplemente una reacción a lo woke, es una estrategia electoral trabajadísima y extremadamente rentable. A los republicanos les ha venido de perlas el victimizar a los hombres blancos de clase trabajadora. En el 2016, para captar el voto de esos hombres, Trump echó la culpa de todo a los emigrantes y prometió construir un muro. Esta vez ha echado la culpa a los wokes y la feminización del país, y ni siquiera ha tenido que construir nada.

Estados Unidos es terreno fértil para la masculinización, porque en el imaginario americano está siempre presente la familia americana. En el sueño aspiracional de la mayoría de los americanos hay una estampa como la de los cereales Kellogs, con un padre conseguidor, una madre dedicada a su familia, dos hijos y un perro. Lo que no había nunca en ese prototipo de familia era un padre que se sentía víctima de la sociedad y del empoderamiento de las mujeres: la auto-victimización de los hombres es el elemento nuevo.

Los republicanos no son los únicos que están impulsando la narrativa de masculinización y  victimización de los hombres. Los Tech Bros se han unido al movimiento, posteando sobre la necesidad de que las mujeres nos dediquemos a tener más hijos (como hace Musk), pidiendo que los hombres se dediquen a trabajar y no al cuidado de los hijos recién nacidos (como hizo Joe Lonsdale) o reclamando más ‘energía masculina’ en las empresas (como ha hecho Zuckerberg).

Seguro que hay muchos casos individuales de hombres americanos que tienen miles de razones para sentirse agraviados. Pero tomados en su conjunto, la realidad y los datos no dejan lugar a dudas: los hombres americanos (como los de casi todo el resto de los países) siguen ocupando la mayoría de los sectores laborales, copando los puestos más altos, no teniendo que pagar la penalización en sus carreras que sufren las mujeres con la maternidad y ocupándose mucho menos que las mujeres del cuidado de las casas y los hijos.

Es interesantísimo que hombres como los votantes de Trump, que reclaman los valores de la fuerza y la valentía, sean tan proclives a caer en la auto-victimización cuando se encuentran obstáculos en el camino. En Inspiring Girls trabajamos por aumentar la confianza en sí mismas de las niñas. Quizás (y yo soy madre de tres) todos debamos hacer más por aumentar la resiliencia en los niños.

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