Esta semana se ha conocido que el futbolista Hugo Mallo ha sido condenado por un delito de abuso sexual. Por desgracia, la relación entre este tipo de delitos y el mundo del fútbol es tan habitual que apenas nos escandalizamos. Hoy la denuncia sobre Rafa Mir, hace unos meses la imputación de un grupo de canteranos del Real Madrid por distribución de un vídeo de contenido sexual con una menor de edad. Sí, y aún está pendiente el juicio Rubiales-Jenni Hermoso, más de un año después.
La sentencia conocida esta semana es relevante ademas por lo surrealista del caso, las circunstancias en las que tuvo lugar el abuso y también por el recorrido judicial de la denuncia, que en un principio fue desestimada por un juzgado de Cornellà.¿Quién se iba a creer que en el césped un futbolista iba a meter la mano dentro de la mascota para tocarle las tetas, si no se vio en la tele?
Afortunadamente Carme Coma, la víctima del abusador bajo el disfraz de periquita, recurrió a la Audiencia de Barcelona que, 5 años después, ha condenado al ex futbolista el Celta por abuso sexual al tocarla “con intención de satisfacer su ánimo libidinoso y de menoscabar la indemnidad sexual de la misma”.El futbolista siempre negó los hechos y solo reconoció que su mano pudo haberle tocado la cintura. A día de hoy sigue sin disculparse y anuncia que recurrirá todas las instancias para defender su inocencia.
Han pasado 5 largos años en la vida de la mujer que estaba bajo el disfraz de esa mascota, por hobby, el 24 de abril de 2019. Tras conocerse la sentencia de la Audiencia de Barcelona, Carme ha ofrecido su testimonio en diferentes entrevistas esta semana. Escucharla produce una mezcla de rabia, empatía y orgullo.
Rabia porque cualquier mujer que lleve más de 10 años en el entorno del fútbol sabe que este tipo de comportamientos se han considerado normales, chiquilladas de críos y gracietas propias del mundillo. Pero se toleraban.
Empatía porque es muy difícil que como mujeres no hayamos vivido, o conocido comportamientos similares en nuestro entorno.
Orgullo porque gracias a la determinación de Carme, de su insistencia y de su clarividencia a la hora de denunciar y de no dejarse llevar por las muchas voces que le aconsejaban dejarlo pasar, poco a poco se logrará una sociedad mejor, más respetuosa para las mujeres en cualquier entorno, por masculino que este sea. Como mínimo nos corresponde luchar por que así sea, poco a poco.
Escuchar a Carme reconocer que lleva 5 años “con presión, vergüenza y miedo a que se supiera mi identidad porque soy una persona anónima” pone al descubierto la cruda realidad que viven tantas mujeres en situaciones similares, en las que la cultura del abuso las pone en el disparadero en un desquiciante sentimiento de culpabilidad en lugar de lo que son, víctimas.
“Me he preguntado por qué me tengo que callar, por qué me tengo que esconder. Creo que tengo la responsabilidad de contar lo que ha pasado pero ha sido duro. La gente tiene que entender que hacer ese tipo de cosas tiene que tener consecuencias”.
La consecuencia es una indemnización de 7000 euros que no va a reparar el daño. Pero sí ayudará a hacerlo la liberación que ha supuesto para Carme tener la sensación de que se ha hecho justicia, aunque haya tardado 5 años.
“Ese tipo de actos se deben ir erradicando porque son una agresión a las personas, además los futbolistas son referentes de muchos niños”, dijo la víctima en Cope.
Esta semana otro futbolista referente para muchos niños, y denunciado por una presunta agresión sexual, Rafa Mir, ha vuelto a entrenar, aunque apartado del equipo, a las instalaciones del Valencia en Paterna. Su entrenador, Rubén Baraja, ha comparecido ante los medios en rueda de prensa para explicar su decisión de apartarle dos partidos una vez que el club decidió readmitirlo. Baraja fue despejando uno a una las preguntas de los periodistas. Habló de la “gran decepción” que se ha llevado con el futbolista, y de la presunción de inocencia. ”Yo creo en las personas y volvemos a confiar en él. Una persona se puede equivocar , tener un día en el que no haga las cosas bien y tenemos que darle una segunda oportunidad”.
Es entendible la dificultad del entrenador en un caso como éste. La presunción de inocencia del denunciado es un derecho. Pero en el mensaje no hay ni una sola muestra de empatía o de respeto hacia la mujer que ha denunciado algo tan grave como un abuso sexual. Ni de tolerancia cero ante ello. Todo son segundas oportunidades y tironcito de orejas por estar de farra cuando no tocaba. Es evidente que en el mundillo futbolero hacen falta todavía muchas más Carmes. Menos miedo y más valentía. Tolerancia cero ante el abuso.