Opinión

La lucha por la libertad de la octava isla

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Que me perdonen los “gracioseros”, pero hace ya muchos años que los canarios bautizamos a Venezuela como la octava isla. Ese trozo de nuestra comunidad a la que nos une no solo la historia de los miles de migrantes canarios que cruzaron el Atlántico para buscar una mejor vida, sino la de esas familias que han decidido volver huyendo de la tiranía y de la miseria.

Venezuela alberga parte de la historia de miles de familias españolas. Muchos de nuestros padres, abuelos y bisabuelos eligieron ese país para vivir y ayudar a levantarlo con su esfuerzo, y son muchos también los que han tenido que volver dejando su corazón roto por la dictadura, la pobreza y la falta de esperanza.

El pasado domingo los venezolanos estaban convocados a una cita electoral histórica, y acudieron puntuales con la esperanza y las ilusiones puestas en el liderazgo de María Corina Machado y la candidatura del embajador Edmundo González Urrutia. Desde hace décadas no se veía una implicación popular tan intensa con un proyecto político, una población decidida y despojada del miedo provocado desde hace más de dos décadas por un régimen implacable.

El proceso electoral se presumía complicado. No por la intención de voto del pueblo venezolano, que estaba clara a tenor de la multitud de personas que coparon los actos de campaña de la candidatura unitaria opositora; sino por el tufo a fraude y manipulación del régimen de Nicolás Maduro, incapaz de reconocer una derrota electoral.

Durante el día se sucedieron algunas incidencias, pero la jornada parecía discurrir con una aparente calma. A las 18:00h cerraron los centros de votación y los apoderados de la candidatura de González Urrutia comenzaban a obtener las actas de votación de cada mesa y reportar los datos del conteo. Los resultados daban una victoria abrumadora, y la esperanza de que el régimen llegaba a su fin crecía cada minuto.

Pero el proceso de escrutinio en las mesas comenzó a ralentizarse hasta congelarse. Poco antes de la medianoche, el Consejo Nacional Electoral controlado por Maduro anunció sus “resultados oficiales”: el dictador había obtenido el 51% de los votos. Pocos daban crédito a lo visto: el régimen había llegado demasiado lejos en cuanto a la manipulación, sin siquiera esforzarse en cuadrar las cuentas. Está claro que cuando te sabes con el poder absoluto, el fraude se hace sin rubor, sin disimular.

Maduro ya había avisado que, si no ganaba, correría la sangre. Lo que está claro es que no estaba dispuesto a perder el poder.

El apoyo de países como Rusia, Irán o China a la proclamación de Maduro dejan claro los intereses de esos regímenes en suelo venezolano. Intereses que esquilman los recursos del país y untan de dinero las manos de los tiranos dirigentes del país latinoamericano.

Como española no voy a negar la vergüenza profunda que siento por el hecho de que un ex presidente de España esté metido en todo ese fango. La presencia e implicación de José Luis Rodríguez Zapatero en tierras venezolanas, tal y cómo ha citado Pérez Reverte, debe ser investigada. Aun así, sigo esperando su pronunciamiento sobre el pucherazo estratosférico que se ha dado, desde su rol oficial de supuesto observador del proceso. Más aún cuando la candidatura de González Urrutia ha publicado los datos de más del 70% de las actas de votación, en los que la diferencia entre el dictador y el embajador es incontestable.

La comunidad internacional ha de pronunciarse y defender al pueblo venezolano; de otra manera, quedará patente su inutilidad e inoperancia. Diferentes países presionan con la transparencia sobre el proceso electoral, entre ellos Brasil y Colombia, lo cual deja algo de esperanza.

Desde España, las vergonzantes declaraciones de la vicepresidenta Yolanda Díaz le definen: defender lo indefendible, como eslogan de su vida ideológica y política. La democracia no es lo que se ve en Venezuela, la democracia es otra cosa. Estoy segura de que muchos venezolanos estarían encantados de invitar a Díaz a vivir un año allí, sin los privilegios del régimen.

Es el momento de la liberación de comunismo de Venezuela. Es el momento de que el pueblo vuelva a ser libre y mire hacia un futuro sin temor. Es el momento de que la comunidad internacional presione para reconocer los resultados reales y para que no se sigan violando los derechos humanos en ese país. Es el momento de que todos estemos con el pueblo venezolano para que, por fin, recupere su democracia.

La lucha por la libertad de la octava isla nos toca muy de cerca, y por eso seguiremos alzando la voz para que nuestros hermanos vuelvan a vivir en un país con justicia, democracia y libertad.

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