Opinión

La hipérbole y la financiación singular

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La hipérbole es una herramienta recurrente en el arsenal retórico de la política. La tendencia a exagerar puede haber sido exacerbada gracias a internet, pero existe desde mucho antes de la aparición de la red, y su peor consecuencia ha sido la desafección del electorado respecto a las instituciones democráticas. Estos días estamos a vueltas con el cupo fiscal catalán, concierto solidario, financiación singular o el nombre que le quieran poner. Y es una ocasión estupenda para ver desfilar los titulares que alertan de que España se rompe, igual que alertaban durante la transición hacia la España de las autonomías. Quizás olvidaron que esa exaltación no llegó a donde prometían y por eso ahora, ante quienes no perdemos la memoria, los medios que profieren dichas diatribas se condenan solos.

La frase “España se rompe” es una herramienta retórica poderosa. Sirve para movilizar, emocionar, generar un sentido de urgencia y alarma sobre la necesidad de preservar la unidad nacional. Sin embargo, también puede ser criticada por simplificar, polarizar y abandonar el espacio para soluciones matizadas y compromisos políticos. Antes de ayer la Ley de Amnistía fue presentada como una medida extremadamente perjudicial para España; sin embargo, ahora algunos políticos argumentan que la financiación singular de Cataluña representa una amenaza aún mayor.

Y el caso es que Cataluña ha buscado desde el mismo inicio de su andadura autonómica un modelo de financiación más favorable, admirando el concierto económico del País Vasco y Navarra, que les permitiera recaudar y administrar sus propios impuestos, aportando una cantidad negociada al gobierno central. La demanda de un modelo de financiación más favorable ha sido una constante en las relaciones entre Cataluña y el gobierno central. Y ha tenido profundas implicaciones políticas, puesto que, para muchos catalanes, la capacidad de gestionar sus propios recursos es una cuestión de autonomía y respeto a su identidad nacional. La falta de un acuerdo satisfactorio en esta materia ha alimentado los movimientos independentistas y ha contribuido a la polarización política tanto dentro de Cataluña como en el resto de España.

Ante esta realidad, nadie niega que negociar un modelo de financiación especial para Cataluña o para todos los territorios autonómicos es un desafío complejo. El gobierno central debe equilibrar las demandas catalanas con las expectativas y necesidades de otras comunidades autónomas, muchas de las cuales también enfrentan dificultades financieras y desconfían de cualquier arreglo que pueda parecer un trato privilegiado. Además, cualquier cambio en el sistema de financiación requiere reformas legales y, posiblemente, constitucionales, lo que implica un proceso largo y políticamente cargado. La hipérbole utilizada en las declaraciones políticas en torno a esta cuestión exacerba las tensiones y dificulta la búsqueda de soluciones pragmáticas y consensuadas.

Los ejemplos de países cercanos pueden ser útiles. En Alemania, el sistema de financiación regional es un ejemplo de federalismo cooperativo. Los estados federados o Länder tienen cierto grado de autonomía fiscal, pero existe un mecanismo de redistribución llamado Länderfinanzausgleich que nivela las diferencias financieras entre ellos. Este sistema asegura que los estados más pobres reciban transferencias de los más ricos, promoviendo la equidad y evitando grandes disparidades económicas. Alemania enfrentó un reto titánico al reunificar sus territorios en la década de los 90, que habían evolucionado durante más de cuatro décadas en regímenes económicos antagónicos. Y con una economía federal, sigue siendo locomotora de Europa.

Algo similar existe en Austria, donde los Länder disfrutan de autonomía fiscal pero están sujetos a acuerdos de redistribución. Las transferencias financieras entre el gobierno federal y los estados están diseñadas para garantizar un nivel de servicios públicos uniforme en todo el país. Esta estructura reduce las tensiones regionales al asegurar que todas las áreas tengan acceso a recursos comparables.

Ni Alemania ni Austria se han roto, pero nos dicen que España sí, que se rompe. O parece que se rompe, que esta vez se rompe sin remedio, pero a pesar de los anuncios reiterados, al final no ha sucedido. Atendiendo a nuestro pasado, lo que parece más probable es que España modifique su estructura territorial y su gestión de los impuestos. La transparencia, la equidad y la moderación en el discurso político serán esenciales para demostrar que nuestros políticos tratan a sus ciudadanos con el respeto que merece su inteligencia.

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