Opinión

La guerra de Gila

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, da la bienvenida al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, este lunes en el palacio de La Moncloa en Madrid.
María Dabán
Actualizado: h
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No sé cómo se estará llevando en otros países el debate sobre el incremento del gasto europeo en Defensa, pero lo nuestro se parece cada vez más a un episodio de la guerra de Gila. Nuestro continente se enfrenta al riesgo real de que Estados Unidos nos deje tirados de la noche a la mañana y acabe por excluirnos de su paraguas defensivo. La jugada ha pillado, como siempre, a Europa, discutiendo si son galgos o podencos y se ha repetido una constante en la política de Bruselas: la Unión sólo reacciona cuando está al borde del precipicio y si no, no hay más que recordar qué paso con Grecia, la crisis del euro…

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ha cifrado en 800.000 millones el gasto en materia de Defensa que tendrán que asumir los socios comunitarios para hacer frente a este nuevo desafío. Todos los países están de acuerdo en el qué, pero no en cómo pagar una factura que acabará aumentando la ya abultada deuda de muchos estados (España entre ellos), y que probablemente acabe afectando a nuestro sistema de bienestar.

Pedro Sánchez quiere que Europa financie parte de esta fiesta, pero ese mensaje no ha calado entre las autoridades comunitarias. A la espera de ver qué pasa, el presidente evita hablar de compra de armamento o de aviones de combate, prefiere que la opinión pública asimile el mensaje de que, en realidad, estamos luchando contra los ciberataques o contra el yihadismo, que siempre queda mejor, aunque eso suponga tratar a los ciudadanos como si fueran niños a los que hay que edulcorarles la situación.

“El señor de la guerra”

​Sánchez tiene además como socios en el Gobierno a una coalición de partidos que no saben ni lo que quieren, o sí, vamos, quieren no apoyarle en esta aventura. Hace unos días desde Sumar se abrían a estudiar el aumento del gasto en defensa “siempre que no sea con fines belicistas”. No sé entonces si su propuesta pasa por que se compren cantimploras y calcetines térmicos.

Ayer, sin embargo, una airada, Yolanda Díaz aseguraba que “no arreglamos nada con el aumento del presupuesto militar”, que lo que hay que ver es qué política de Defensa para el siglo XXI queremos. Mientras tanto, uno de los socios de coalición, Izquierda Unida, ha anunciado ya movilizaciones para evitar ese incremento del gasto. Y por si el lío fuera poco, Podemos ha llamado a Sánchez “señor de la guerra”.

​​Sánchez intentará el jueves convencer a los líderes de los partidos de la necesidad de apoyar ese incremento del gasto militar. El presidente sabe que sólo Núñez Feijóo comparte este objetivo, pero el PP ya ha dicho que no está dispuesto a participar en ningún paripé, que no dará un cheque en blanco. Es decir que, si quiere su apoyo, tendrá que negociarlo, como negocia siempre con Junts, sin ningún tipo de problemas ni de línea roja.

​Sánchez ha excluido de esta ronda a Vox, una decisión errónea, a mi juicio, aunque sepamos que, en esta partida, Abascal ya ha elegido bando, el bando que diga Trump en cada momento, claro. Que una cosa es hacerse fotos a caballo cual oficial de caballería, o con un morrión de los Tercios, y otra, ponerse a hablar en serio de los medios que necesitan nuestros militares para hacer frente a los desafíos que vienen.

Lo dicho. A este paso acabaremos como Gila: – “¿Es el enemigo?” (…) “¿Van a venir muchos? ¡Hala! Qué bestias. Yo no sé si habrá balas para tantos. Bueno, nosotros las disparamos y ustedes se las reparten.”