Opinión

La cuadrilla de Pedrosa, Joxe Ábalos, Koldobika y Fontanerías Aldama

Ignacio Ruiz de Gauna
Actualizado: h
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Me apetecía escribir sobre el entrañable y tan querido por todos concepto de la amistad. El problema es la pertinencia o tempestividad, como te enseñan en primero de Periodismo (y en cuarto de carrera entiendes su significado). El Día de Amistad –lo hay, lo hay- se celebrará el 20 de julio de 2025 y me daba pereza esperar cuatro estaciones. Sin embargo, los últimos acontecimientos políticos, esos acontecimientos políticos de los que usted me habla, me han ayudado bastante. Nota: nunca he escrito en público nada sobre política y tampoco lo voy a hacer ahora. Nos es cosa de risa ponerme a estas alturas a dibujar corazones de tiza en la pared.

Resulta que un fontanero (y lo digo sin ironía, ojo, en mi ciudad natal hay una empresa muy conocida llamada Fontanerías Aldama y no es broma) ha ido diciendo por ahí, concretamente al juez Pedraz y haciéndose el chulo, que él es amigo de Pedrosa, nuestro presidente. Curiosa consideración de la camaradería la que tiene el fontanero Aldama, ya que su presunto (ya digo que declaró ante un juez) amigo lo negó todo, como Sabina. Esto me recuerda a un conocido al que su mujer abandonó y me confesaba abatido: “lo hemos dejado unilateralmente”.

El concepto de la amistad. Cada uno tiene el suyo, como las opiniones políticas. Tan suyo, tan nuestro como la idea de amistad que tenemos los vascos y las vascas, a decir del último Mesías que nos envió Sabino Arana, allá por los 80. Entre los verdes valles y colinas rojas euskaldunes a las personas se les reconoce por su cuadrilla: sé que suena tribal y escocés, pero es así. Por supuesto, son todas unisex y con esto no me refiero a que su filiación valga para ellos y para ellas. No, majo: las cuadrillas son unisexuales. La mezcla, para el kalimotxo. Eta kitto.

La lealtad desmedida

Los vascos no es que tengamos amigos: venimos con ellos de serie, de la misma manera que otros vienen con un pan. En mi caso concreto, me han contado que mi amigo Valdi (cuánto te echamos de menos querido), estaba esperando a que yo naciera, en el pasillo de la maternidad La Esperanza, fumándose un puro con mi padre. Ahora mismo -y siempre, vamos- en mi cuadrilla somos dieciocho, diecinueve contando a Valdi, que estar, lo que se dice estar no está, pero ¡ay quien diga que ya no es de la cuadrilla!

Es verdad que con alguno de ellos hablo menos que con mi inspector de Hacienda y de otro que se va a prejubilar acabo de enterarme a qué se dedica. Algunos dirán: pues vaya amigos. Serán mediterráneos, supongo. Los del norte-norte seguimos a pies juntillas la máxima ancestral de “es un hijo de perra, pero es mi hijo de perra”. Una tradición, la de la lealtad desmedida e injustificada, arraigada en mi tierra desde “ni se sabe”, como diría aquel monje de San Millán de la Cogolla cuando le preguntaron por el origen de un códice. Así que no me venga nadie a explicarnos lo que es la amistad, ni a aleccionarnos sobre sus profundas aristas y complejidades… ¿por qué te crees si no que nuestra cuadrilla es un muro infranqueable después de tantos años y dispares filiaciones? Porque ante todo y por encima de cualquier cosa es mi hijo de perra, mi bazo, mi intestino o mi apéndice.

La Koadrilla de moda ahora mismo es la formada por Pedrosa, el fontanero Aldama, Ábalos, que podría pasar por pintxopotero perfectamente y Koldo. El nombre Koldo es una abreviatura de Koldobika, la denominación ‘oficial’, que tiene su origen en el germánico Clodoveo. En euskera Koldo es Luis, atrévete tú a preguntar por qué, aunque seguramente –dada su edad- en su DNI ponga Luis García, como unos ochentaytresmilquinientosnoventayocho compatriotas más.

Del bien plantado al armario

Sea como fuere el nombre, artístico o no (en el País Vasco se usa mucho el nombre artístico), tener un vasco en una cuadrilla tan plurinacional, como les gusta a los socialistas, da un caché especial, un upgrade genético: es una Koadrilla RH Negativo. Yo ya tenía noticias desde hace unos años de pequeños esbozos de su arte y formas de relacionarse con los demás, borradores de la obra maestra final de Koldobika: sus andanzas por Pamplona, concretamente en los tiempos de segurata en Osasuna y sus famosas órdigas a rodabrazo. Mi fuente es tan querida, tan fiable y tan Navarra como la txistorra de Arbizu. Y no es para nada deleznable.

Por eso me extraña tanto que teniendo un vasco en la cuadrilla y otro que podría serlo perfectamente, Pedrosa sea tan reticente a entrar en ella. De verdad, no lo entiendo: me los imagino por lo viejo de cualquier capital de Euskadi, con sus camisas de cuadros, su jersey al hombro y su txamarra, chiquiteando a gusto mayor entre los batzokis afines a la causa y siendo la envidia del resto de cuadrillas, que la hay, la envidia digo, que para eso somos tan ibéricos como los que más.

Uno alto, bien plantado, aunque empieza a peinar esas canas tan monclovitas, pero sin llegar al Pel de Ric, que eso es de derechas; el otro, Ábalos, un jatorra: lo mismo te habla de los toros de Illumbe que de la Y vasca; Aldama, nada, el pagakases; y Koldo, qué me dices de Koldo, el armario empotrado, perfecto representante de la estirpe sabinista, más vasco que el árbol de Guernica, el tal Luis García. Menuda cuadrilla: yo me iría de gaupasa con ellos donde fuera. El juez Pedraz, por lo visto, también.

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