Cumplimos otra semana más de agonía gubernamental. A esto ya no se le puede llamar resistir, es más bien morir a plazos, diferir un estertor mientras se pretende explicar que el rojo del desangramiento sobre la moqueta tiene algo que ver con el color corporativo del PSOE cuando la realidad es que solo atiende a aquella promesa de los socios de la amalgama ilusoria del 23 de julio. Esos que nunca pactaron para ‘ser más’ sino para conseguir más aun siendo menos. Nunca ha habido una mayoría, solo un consenso entre varias minorías que vieron una oportunidad para figurar, cuchillo en mano, frente al pastel del Estado. Conscientes, claro, de que el encargado de custodiarlo lo único que quería era seguir pernoctando en La Moncloa a toda costa.
Por mucho empeño que destinen los propagandistas de la corte en intentar confundir a una sociedad harta de tanta pantomima, no hay cortina lo suficientemente extensa que pueda tapar los baños de vergüenza y humillación a los que la tozuda realidad, esa que se esfuerzan en desmentir desde El Ala Oeste de la perversión, los está sometiendo.
Transitamos por una legislatura que es un receso constante. Un parón entre elecciones. Pese a que cada jornada nos trae su dosis confirmatoria de que estamos presenciando una ópera bufa que no va a ninguna parte, hay días, cada vez más recurrentes, en los que la objetividad se desboca y deja en pelota picada esa gran mentira que nos han querido vender como gobierno de progreso. Porque, aunque ya suene a tópico y haya perdido casi su significado, ni se está gobernando ni se está progresando.
Se comprobó nítidamente en la Comisión de Hacienda del pasado lunes, donde el Ejecutivo, comandado por el trilero irresponsable al que ya solo le quedan complejos en la chistera, quiso meter con calzador una importante reforma fiscal en la transposición de una directiva europea que tenía como objeto armonizar un impuesto mínimo común para multinacionales y grandes empresas. Esto es, quiso obligar a los grupos parlamentarios a que le aprobasen la reforma fiscal con la argucia de haberla incluido dentro de una transposición de la que depende la lluvia de millones europeos.
El problema que tiene Sánchez, convertido ahora en un Willy Fog que da vueltas al mundo porque no puede pisar las calles del país que gobierna y porque tiene a la Justicia estrechando el cerco sobre su círculo más inmediato, es que sus amados compinches ya se saben sus rentoys y están cansados de girar en su rueda de la posverdad. Cuatro horas los tuvo encerrados en el Congreso mientras que él estaba en el G-20. Poca gracia le hizo a Aitor Esteban, que en su cuenta de X dijo que ese secuestro era «una muestra más del juego corto de algunos y del desorden de esta legislatura». Siempre generoso y comedido Don Aitor, que con ‘algunos’ se refería al presidente y con ‘desorden’ dejaba traslucir la palabra ‘caos’. Cuando al PNV veas insinuar, pon tu futuro a remojar.
Que la comisión en la que se está decidiendo el futuro fiscal del Estado esté parada 3 horas y se retome a las 23:00 es una muestra más del juego corto de algunos y del desorden de esta legislatura.
— AITOR ESTEBAN (@AITOR_ESTEBAN) November 18, 2024
También ha estado muy certero Rufián que, directamente, habló de “lonja“. Los de ERC se debieron de divertir algo más viendo como hasta una representante socialista se ponía con las manos entrelazadas a pedirles piedad mientras les hacía pucheritos. Pero claro, nada quedaba ahí, porque esta fortaleza inexpugnable con la que se fantaseó en la investidura hace un año y que ha acabado revelándose como muro de las lamentaciones, tiene la singularidad (palabro de nuevo cuño de esta legislatura) de tener como pilares elementos contrapuestos e incompatibles.
Si quieres hacerle el avioncito con la cuchara a Bildu, el PNV se pone de morros. Si quieres contentar a ERC, Junts amenaza con hacerte un siete. Si quieres mantener con vida a la moribunda Yolanda, aparece el vicepodcaster por las tertulias y empieza a trastear con una teoría acerca de la radicalización de la izquierda y la necesidad de replegarse para reconstruir.
No tengo claro cuál de las dos piedras de toque será la primera en mandar al sanchismo a freír espárragos. No sé cuál de las dos personalidades debe preocupar más a Sánchez. Si el voraz oportunismo del PNV, experto en saltar de los barcos antes de que lleguen al iceberg, o la astucia aliñada con las ansias de venganza de un Podemos que, después del orquestado golpe de gracia contra Errejón y Yolanda, se ha encontrado con una autopista para renacer y volver a ganar enteros desde la oposición.
Aunque, bueno, quizás ninguna de estas cercanas posibilidades sea la que más inquieten a Nerón, quizás sea la Justicia la que lo tenga a maltraer, confesándole, como adelantó la directora Pilar Gómez en este diario, a los empresarios del IBEX en busca de indulgencia que ya va de vuelta, volando de un lado para otro viendo cómo las prácticas de Begoña van quedando al descubierto, cómo Ábalos y Koldo enfilan la trena, cómo Hidalgo está obligado a regresar de República Dominicana y cómo Aldama ha pedido pista este jueves para empezar a cantar por martinetes después de un mes guardadito en Soto del Real. Quizás sea eso, o lo más seguro: una suma de todo.
Que sí, que puede que hoy, cuando el ‘nexo corruptor de la trama’ (UCO dixit) empiece a largar, de repente aparezca ese as en la manga con el que los satélites del oficialismo llevan jugando dos semanas dejando caer que el incompetente Mazón no estaba comiendo en el restaurante. Quien sabe, pero lo que sí que está claro es que ya están averiados todos los resortes defensivos de ese argumentario ‘sanchitrumpista’ lleno de posverdades. Es complejo hablar de bulos y máquinas del fango cuando por no aceptar que se huyó de Paiporta se pone en marcha un cuentecito que la Guardia Civil te desmiente en primera instancia y los Reyes después con la visita a Chiva esta semana. Cuando Miguel Ángel Oliver, ilustre sanchista presidiendo la Agencia EFE, se hace eco sin ningún pudor de bulos esparcidos por las redes día sí y día también. Va a estar muy cachondo hablar de los peligros de la ultraderecha y la necesidad de un cordón sanitario cuando esta semana se ha estado pasteleando con Meloni y Orbán para salvar a la soldado Ribera.
Me imagino a Sánchez y a Begoña en el aeropuerto recreando aquella célebre escena de Casablanca: «Siempre nos quedará Tezanos».