En España somos mucho de usar el claxon. Usarlo para bien y para mal. Para mal sobre todo en los semáforos, donde, según mi sobrino Javier, se explica fácilmente lo que es un nanosegundo, es decir, el espacio de tiempo que transcurre desde que el semáforo se pone en verde hasta que te pita el coche que va detrás. Pero también lo usamos para bien, para celebrar las victorias, y no hay nada mejor que acostarse acunada por ese sonido.
Lo de este domingo ha sido la victoria de la normalidad, de esa España mayoritaria, unida por un objetivo común que pasa de muros y divisiones, y que es capaz de disfrutar al unísono con un grupo de jugadores en los que pocos creían al principio de la Eurocopa. Prueba de ello es que en el cartel anunciador de la UEFA aparecían hasta ocho selecciones, pero no la española. Alfredo Di Stefano decía que “ningún jugador es tan bueno como todos juntos”, y eso es lo que ha demostrado la selección, que la unión siempre es más positiva que la división, una lección que bien se podría aplicar la clase política de nuestro país.
La victoria ha servido también para que muchos jugadores se hayan resarcido de la crueldad de las redes y de algunos medios. A Laporte le acusaron de no estar en forma, de Morata dijeron que era un capitán que avergonzaba a España, otros criticaron a Nico Williams y a Lamine Yamal por el color de su piel. Y qué decir de los odiadores de siempre que, poco antes de la final, sacaron una pancarta en la plaza de toros de Pamplona en la que ponía: “puta España, puta selección”. Pues bien, fue un navarro que juega en el Athletic, Nico Williams; y un eibarrés de la Real, Mikel Oyarzábal, quienes dieron la victoria a España. Es lo que tiene el karma…
El triunfo del domingo fue también el triunfo de un hombre normal, sencillo, que, sin estridencias como la de alguno de sus antecesores, ha sabido ejercer de pegamento y de escudo de un grupo joven que ya aspira a todo. Luis de la Fuente es un hombre de fe, y siempre creyó en sus jugadores, probablemente más incluso que ellos mismos. Me ha llamado la atención que haya sido noticiable el catolicismo militante del entrenador, al que le han llegado a hacer preguntas sobre sus creencias en las ruedas de prensa del torneo, como si eso fuera algo sorprendente, y no normal, y como si De la Fuente fuera una rara avis.
La selección y Carlos Alcaraz nos hicieron vivir un domingo de ensueño, pero esta semana despertaremos con ese plan de regeneración o de degeneración democrática que presentará Pedro Sánchez en el Congreso. La vida sigue, pero quedémonos con el recuerdo del domingo e intentemos ser optimistas, o como cantaba Graham Chapman en La Vida de Brian, “always look on the bright side of life”, es decir, veamos siempre la parte positiva de las cosas. Ironías de la vida, esta canción es una de las más escuchadas en los funerales ingleses. El domingo seguro que sonó en alguna casa tras la derrota de su selección con la esperanza de que, en un futuro, la suerte les sonría a ellos. Esperemos que no, al menos si en la final vuelven a enfrentarse a nosotros.