Opinión

Justicieros en las redes

María Morales
Actualizado: h
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El otro día, mientras reflexionaba sobre el impacto de las redes sociales (especialmente ahora que TikTok está siendo vetado en varias partes del mundo), me acordé de una plataforma que me enseñó mi novio. Dumpen.se es una plataforma sueca que lleva el uso de Internet a otro nivel.

Su misión: exponer públicamente a presuntos pedófilos.

¿Cómo lo hacen? Se hacen pasar por menores en chats online, organizan un encuentro con el adulto y, en el momento de la verdad, graban la confrontación y lo suben a sus redes sociales, con nombres y apellidos incluidos.

A primera vista, me pareció algo heroico, una forma de aprovechar las herramientas digitales para hacer justicia donde los sistemas tradicionales fallan. Pero cuanto más lo pensaba, más incómodas se volvían las preguntas.

¿Es esto realmente justicia o una nueva forma de linchamiento público? ¿Cuánto de esto es disuasión y cuánto es simple espectáculo? ¿Dónde trazamos la línea entre proteger a los más vulnerables y sacrificar los principios básicos de la justicia?

No vamos a negar lo evidente: el abuso infantil es una de las mayores lacras de nuestra sociedad y los sistemas judiciales, con sus lentitudes y formalismos, muchas veces parecen no estar a la altura. Dumpen.se llena un vacío. Al exponer a presuntos abusadores, no solo les envían un mensaje a ellos, sino también a toda la sociedad: si intentas algo, hay alguien vigilando.

Y seamos sinceros, ¿quién no siente cierto placer vengativo al ver a estos monstruos desenmascarados? La idea de que alguien tome cartas en el asunto, aunque sea desde la informalidad, conecta con nuestro deseo de protección, de justicia inmediata.

Además, el impacto disuasorio es real. Saber que tu cara puede aparecer en un video viral como “cazapedófilos” puede hacer que más de uno se lo piense dos veces antes de enviar un mensaje inapropiado. Porque, si el sistema legal se queda corto, Dumpen se asegura de que la vergüenza pública haga su trabajo.

Pero hay una parte más complicada que todo esto. Porque, sí, exponer a un pedófilo parece justo… hasta que te das cuenta de que no hay un proceso detrás. Dumpen.se no es un tribunal; no hay derecho a defensa ni un juez que evalúe las pruebas. Solo hay un video que se sube a Internet, donde la sentencia es inmediata e irreversible.

¿Y qué pasa si se equivocan? Porque, aunque el objetivo sea noble, no podemos ignorar que una falsa acusación puede destruir vidas. Ya ha habido casos en los que personas expuestas se han quitado la vida, y aunque muchos dirán que “algo tendrían que haber hecho”, el daño está hecho antes de que nadie pueda confirmar nada.

Además, ¿qué pasa con las investigaciones policiales? Las autoridades suecas han criticado a Dumpen por entorpecer procesos oficiales, convirtiendo posibles pruebas en contenido viral y dificultando que los casos lleguen a juicio. La justicia vigilante puede ser efectiva a corto plazo, pero también puede ser un obstáculo para la justicia real.

Lo más curioso de todo esto es cómo se cruza con nuestras propias contradicciones morales. Aplaudimos a Dumpen por exponer a los peores criminales de nuestra sociedad, pero no deja de ser inquietante que todo se haga sin supervisión ni garantías. Es un sistema basado en la arbitrariedad, y cuando dejamos que la arbitrariedad reine, abrimos la puerta a abusos aún mayores.

Y luego está la cuestión del espectáculo. Porque, seamos sinceros, parte del éxito de Dumpen radica en lo morboso de sus videos, en esa sensación de “atrapar en el acto” que tanto engancha. Pero, ¿de verdad queremos que la justicia funcione como un reality show?

El fenómeno de Dumpen.se plantea una pregunta incómoda: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar cuando creemos que el sistema legal no da la talla? Es fácil aplaudir a quienes se enfrentan a los monstruos que acechan en las sombras, pero también debemos preguntarnos si lo que hacen es realmente justicia o simplemente otra forma de caos.

Porque tomarnos la justicia por nuestra propia mano, aunque sea tentador, no nos protege. Al contrario, nos deja desamparados, sin un sistema que garantice que las reglas se aplican de manera justa y uniforme. Y sí, es tentador pensar que en casos como este “el fin justifica los medios”, pero si sacrificamos nuestros principios en el proceso, ¿qué nos queda?

En definitiva, Dumpen.se es un reflejo de nuestra desesperación colectiva ante un problema real. Pero si queremos una solución que proteja de verdad a los más vulnerables, necesitamos algo más que linchamientos digitales. Necesitamos un sistema que sea tan implacable como justo, y eso es algo que no se consigue con likes y shares.