La foto de las dieciséis tenistas participantes en las Finales WTA de este año, en su 53ª edición en individuales y 48ª en dobles, era imponente. El marco elegido, el distrito histórico de Diriyah, en Riyad. Un enclave impresionante. Las tenistas, vestidas de largo por algunos de los mejores diseñadores internacionales y adornadas con joyas de una conocida marca británica de piezas vintage, arropaban el prestigioso trofeo que está en juego, el Billie Jean King en individuales y el Martina Navratilova para el dobles.
Para la primera edición del Masters femenino en suelo saudí, dirigido por la española Garbiñe Muguruza, la puesta en escena previa fuera de la pista no pudo ser mejor. Y el espectacular aumento en premios, también. Hasta casi un 70% más que el año anterior, alcanzando los 15 millones de euros. El problema llegó cuando las jugadoras saltaron a la pista, ya de corto, a jugar al tenis, con las gradas prácticamente vacías. Algunos periodistas presentes han difundido desde el pasado fin de semana la insólita imagen de un recinto con capacidad para 5000 personas donde no se alcanza ni un 10% de aforo cubierto, unas 400 personas. Ni siquiera hay coartada con el precio, unos 6 euros.
La imagen que ofrece la televisión sitúa el foco de luz en la pista y las tenistas contendientes mientras la grada está completamente oscurecida. Una forma digamos elegante de ocultar la realidad que nada tiene que ver con el aspecto de la grada hace un mes, cuando se celebró el Six Kings Slam en Riad con Rafa Nadal, Djokovic, Sinner y Alcaraz, entre otros.
Arabia Saudí lleva unos 5 años invirtiendo cantidades ingentes en llevarse diferentes eventos deportivos internacionales. En España fue muy contestada la decisión de la RFEF de Luis Rubiales de llevarse la Supercopa masculina hace ya 5 años a territorio saudí.
Al margen de la decisión en sí, las comisiones y la intermediación de la empresa de Gerard Piqué, aún se están investigando. Lo más cutre fue la explicación que se dio de aquello, bajo el argumento de que se iba allí para mejorar la vida de las mujeres saudíes y dar un impulso a la igualdad, cuando era evidente que los intereses eran puramente económicos. “Si podemos contribuir y hacer que la mujer entre en igualdad, vista como quiera o esté igual tratada que un hombre, pues es un paso”, contaba Rubiales.
Lo que sí negoció el entonces presidente es que las mujeres pudiesen entrar a los campos de fútbol masculino. Había que darle credibilidad a su versión… Pero la Supercopa femenina, oh sorpresa, no entró en el pack.
Las sucesivas ediciones de la Supercopa en Arabia, 4 hasta ahora, ya que el Covid impidió que se celebrase allí en 2021, han permitido pulsar a los periodistas que han acudido a Yeda y Riyadh que la sociedad saudí está efectivamente avanzando y que los cambios sociales se aprecian de año en año. Negarlo sería injusto. Adjudicárselo a la Supercopa de Rubiales, esperpéntico.
Tampoco ha habido problema para llenar la grada, aunque las finales siempre han atraído más público que las semis, la presencia de Real Madrid y/o Barcelona ha hecho que el público respondiera siempre.
¿Pero qué pasaría si fuese el Barça o el Real Madrid femenino quienes jugasen allí?
El experimento de la Final de la WTA nos puede dar una pista. Y si la idea es llevar deporte femenino de alto nivel para ayudar al país a avanzar y a las mujeres saudíes a interesarse por el deporte, sería bueno asegurarse de que mujeres (y hombres) van a acudir al espectáculo. Este fin de semana es la última oportunidad, hasta el año que viene.
Al no ser así, el concepto “sportwashing” o lavado de imagen a través del deporte cobra fuerza. Pero, ¿qué piensan las protagonistas de todo esto?
La ex tenista que da nombre al trofeo de dobles fue muy contundente hace meses. “Ir allí es uno de los mejores cambios que se pueden hacer antes de ir a Corea del Norte”, ironizó Martina Navratilova. “¿Qué quizás contribuya a cambiar cosas? Lo veremos en el futuro”, añadió. Más reflexiva se mostró una de las participantes, la estadounidense Coco Gauff. “Si venimos aquí, no podemos simplemente venir, jugar el torneo y marcharnos. Tenemos que tener un programa o plan real en marcha”. Entusiasmada estaba la número 1 Sabalenka “están haciendo un gran esfuerzo en Arabia Saudí por fomentar el tenis femenino y por mejorar la vida de las mujeres. Estoy feliz de formar parte de algo que puede ser histórico”.
Hace unas semanas, la reflexión de Nadal abría una vía interesante. El balear firmó un contrato de embajador con el país árabe y eso le acarreó fuertes críticas. “¿Me pagan por venir aquí? Sí. Pero no hay que perder la perspectiva. No nos engañemos. La gente lo llama sportwashing y claro que hay una parte de eso, pero la otra parte es que gracias a todo esto, las personas que han estado encerradas en este país y no han visto un mundo diferente, gracias a todos los eventos que se están haciendo aquí ven otro mundo”.
Rafa pone el foco en lo positivo, pero para eso tiene que haber público en las gradas, actividades con las tenistas y las ciudadanas saudíes, un plan que incentive la práctica deportiva en mujeres del país y una inversión en deporte femenino que de momento no se ve, salvo en el fútbol. No basta con una alta inversión para llevar a las y los mejores deportistas. Primero el pastel y luego la guinda. Cuando una niña saudí quiera ser Sabalenka, porque la vio jugar en directo, todo esto tendrá sentido. Privar a las mujeres saudíes de esa posibilidad, seguro que no lo tiene.