En política, como en la vida, a veces las discusiones más nimias acaban en broncas monumentales incluso entre socios y, si no, que se lo digan a PSOE y Sumar, que han conseguido abrir una verdadera crisis de Gobierno en lo que debería haber sido una oportunidad para vender ante el electorado la subida del Salario Mínimo Interprofesional.
Observando el espectáculo de los últimos días me acordaba de una noticia que se publicó hace años en la que una discusión sobre Kant entre dos hombres en Rusia acabó con uno de ellos disparando a otro (con balas de goma, eso sí). Partiendo de la base de que la regla de oro del filósofo prusiano era “no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”, comprenderán lo absurdo de la bronca y lo poco “kantiano” que fue el comportamiento del tirador, pero volvamos a nuestro absurdo nacional. El martes, el Consejo de Ministro aprobó la subida del Salario Mínimo Interprofesional, pero, por primera vez en la historia, ese incremento no quedará exento en el IRPF, tendrá que tributar. La medida afectará a algo más de medio millón de personas y significará que, a una persona a la que le suban 50 euros el sueldo, deberá pagar a Hacienda 21. El debate sobre si estas rentas bajas tienen que contribuir también a las arcas del estado está sobre la mesa de los expertos, pero, al parecer, no estuvo encima de la mesa del Consejo de Ministros y aquí surgió la polémica entre el PSOE y Sumar.
La vicepresidenta Yolanda Díaz compareció en la rueda de prensa posterior al cónclave gubernamental y admitió que la decisión de hacer que esa subida tributara correspondía al Ministerio de Hacienda, pero aseguró que durante la reunión no se había abordado el tema y que ella se había enterado por los medios de comunicación. Su compañera de mesa, la portavoz Pilar Alegría, respondió entonces: “Eso no es así”, y comenzó un intercambio de risas, gestos y respuestas cruzadas que, según los presentes, no se había visto nunca antes. Hasta en los tiempos de la coalición con Podemos, se cuidaban más las formas
El inocente argumento esgrimido por la vicepresidenta Díaz parece poco creíble, sobre todo porque su compañera, María Jesús Montero, había advertido el mismo lunes sobre las intenciones del ala socialista del Gobierno al decir que esos impuestos se destinan a sostener los servicios públicos. ¿Por qué entonces Díaz no preguntó nada durante la reunión del Gabinete?
Sánchez y Díaz intentaron quitar hierro ayer al asunto escenificando una imagen de forzada unidad en la sesión de control al Gobierno celebrada en el Congreso, pero la foto no casaba bien con los discursos enfrentados y las amenazas veladas que desde una y otra parte de la coalición se daban en los pasillos de la cámara. Y la bronca continuará, porque Sumar, Podemos y el PP intentarán conseguir por vía parlamentaria esa exención.
Se cuenta que, siendo ministro, el conde de Romanones, Álvaro de Figueroa y Torres, intentó ganarse el favor de los académicos para ingresar en la Real Academia Española. Llegó el día de la votación, y ninguno de ellos apoyó al aristócrata, a lo que él respondió con su famoso: “¡Joder, qué tropa!”. En su día, Mariano Rajoy utilizó la frase para deslizar lo harto que estaba de las broncas entre Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre. Pedro Sánchez debe de pensar también lo mismo cada semana.